Crítica 'The Handmaid's Tale' 1x06: la ayuda que nunca llegó

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Crítica 'The Handmaid's Tale' 1x06: la ayuda que nunca llegó

Por Maribel Baena

El 24 de Mayo 2017 | 10:58

La ayuda que nunca llegó: crítica del capítulo 1x06 de 'The Handmaid's Tale'.

Si hay algo que realmente esté caracterizando a esta serie es el sentimiento de impotencia y desesperanza que acaba generando en el espectador. Y este capítulo es, hasta el momento, el ganador en cuanto a despertar sensaciones de este tipo.

Las criadas, entre ellas June, mantienen la esperanza de que la visita de la embajadora mexicana les sea de ayuda. En su fuero interno creen que una persona que venga del extranjero y vea la situación, sobre todo siendo una mujer, no será capaz de quedarse de brazos cruzados; pero nada más lejos de la realidad, por desgracia. La necesidad de continuar repoblando las ciudades no la tiene solo Gilead, sino que la tienen absolutamente todas las ciudades del mundo.

La señora Castillo, que así es como se llama la embajadora mexicana, acude a la casa de la familia Waterford, donde June se encuentra esclavizada. Allí comienza a preguntar por las criadas, por el puesto que ocupan, y el dibujo que Fred hace de ellas es tan impresionante como falso. Posiciona a las criadas como unas figuras sagradas que se ofrecen de forma voluntaria para llevar una vida de sacrificios, buscando lo mejor para su país en todo momento.

Serena, protagonista de este capítulo

Para honrar aún más a los visitantes, para mostrarles todo lo "bueno" de ese modo de vida, se deciden a hacer una comida en su honor, a la que también acuden las criadas. Mas no todas tienen ese privilegio, puesto que las que se encuentran heridas o dañadas, las que han sido torturadas y tienen cicatrices físicas evidentes, no pueden aparecer en la mesa por motivos obvios.

Algo que sorprende es que, durante la cena, la señora Waterford, Serena, toma la palabra. No solo agradece a los mexicanos su visita, sino que también pasa a presentar a todos los niños de Gilead, todos esos que han sido dados a luz en ese distrito; por supuesto, los visitantes quedan asombrados. La infertilidad está asolando con fiereza todo el mundo, y que tantos niños hayan nacido en ese lugar exacto, y además sanos, es impresionante.

June aún mantenía hasta ese momento la tenue esperanza de que los visitantes fueran a ayudarlas, de que pudieran darse cuenta de la clase de vida que las estaban obligando a llevar y decidieran que eso no era justo. Mas es entonces cuando una de sus compañeras le explica que nada más lejos de la verdad... Que los visitantes están ahí para comerciar con ellas, para exportar a México ese modo de vida. A la mañana siguiente, tras la cena, la embajadora la intercepta antes de que ella llegue a salir de casa y le regala unos bombones como premio por su "sinceridad", por haberle ayudado a entender su mundo. Y June no puede más. Le explica a la embajadora que son prisioneras, que ella en ningún momento ha elegido ese modo de vida, que es una auténtica salvajada; que la violan de forma mensual, la han apartado de su familia, y la consideran una mera incubadora. Es entonces cuando June pide ayuda, desbordando rabia, suplicando clemencia. Pero la embajadora le dice que eso es imposible. "Somos seres humanos. ¿Cómo son capaces?", replica June.

México también se está muriendo; no nacen niños, todo es población prácticamente adulta, y no hay forma de subsanar esa situación. "Mi país ya está muerto", replica June, y la embajadora abandona la sala. Es entonces cuando su traductor hace una pequeña aparición y, por increíble que parezca, muestra más empatía por las criadas que la embajadora, pese a ser ella una mujer. Le da una noticia a June: su marido no ha muerto.

Serena, la mujer que organizó todo el sistema

Junto con la historia de la embajadora, y tal y como acostumbra a pasar en la serie, podemos observar también una historia pasada; en este caso es la señora Waterford la que cobra protagonismo. Serena fue una mujer de armas tomar; fue ella la que ideó todo ese sistema de fecundación, buscando salvar así a la raza humana.

No obstante, poco a poco, le fueron arrebatando el protagonismo y dándoselo a su marido. Porque, a fin de cuentas, ella no deja de ser una mujer; es una mujer, pese a que su posición sea más privilegiada económicamente. Y por el hecho de tener genitales femeninos, es discriminada. No se le permitió acudir a las reuniones cuando el movimiento comenzó a consolidarse, pese a que todo había sido gracias a ella. Su marido fue en representación suya, siempre aludiendo que él quería que ella le acompañara, pero son poner nada de su parte para que eso fuera así.

Cuando se mudaron al nuevo hogar, ella definitivamente perdió toda la fuerza social que hasta entonces había tenido, y el poder pasó a tenerlo su marido. Pero eso parece estar agotándola, puesto que durante la cena no dudó ni por un segundo en tomar el mando, al menos de forma ficticia. ¿Consentirá Serena continuar siendo ninguneada con tal de beneficiar a su país?

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