El género de la supervivencia ha visto su lado más extremo gracias a los desarrolladores independientes, que sin tapujos han venido poniendo al jugador frente a los retos no solo más complicados, sino también más absolutos. La muerte permanente convierte cada partida en un casi literal suplicio en el que la tensión por perder horas de juego atosiga constantemente a quien ose ponerse a los mandos de 'The Flame in the Flood', un videojuego creado por un estudio, The Molasses Flood, no tan desconocido, y con una banda sonora increíble a cargo del guitarrista de Hot Water Music, Chuck Ragan. Con solo poco más de 250.000 millones de dólares recaudados en Kickstarter, este equipo formado por veteranos de Irrational Games -saga 'Bioshock'- nos trae este título a PS4, después de una larga andanza ya en PC y Xbox One.
Supervivencia a la americana
'The Flame in the Flood' nos sitúa sin mucha explicación previa en un entorno ambientado en la América profunda, estando este totalmente inundado. Esto supone el primer punto distintivo del juego, y es que la supervivencia transcurre a lo largo del descenso de un río en el que estamos obligados a hacer altos en el camino para proveernos de todos los suministros necesarios para continuar con vida, aunque no siempre lo haremos con acierto.
Acompañados solo por una mochila con escaso espacio para el inventario y un perro, también con su mochila igualmente pequeña, 'The Flame in the Flood' tiene poca piedad con el jugador impaciente que espera decenas de puntos de control, aunque no por ello se puede decir que tenga una dificultad injusta. Los recursos no escasean en ningún momento, pero otra cosa es que sepamos dónde encontrarlos, aunque por desgracia esto dependa en muchas ocasiones de la diosa Fortuna.
Como es de costumbre en el género, muchos son los aspectos que nos mantendrán ocupados y sobre todo, preocupados, porque hay decenas de formas de morir en este juego. De hambre, de frío, de sed, por el veneno de una serpiente, por el ataque de un lobo, por la ingesta de agua contaminada... Lamentablemente, una vez contraigamos alguna de estas afecciones no resultará fácil despegarse de ella, ya que por ejemplo, la comida rara vez nutre lo suficiente para que podamos despreocuparnos de nuestra alimentación.
La fauna es uno de los mayores peligros del juego, pero también nuestra principal fuente de alimentación. Un encuentro con un lobo o un jabalí en las primeras horas suponen una muerte segura, ya que nos causarán heridas que habrá que sanar o nos terminarán matando, pero bien equipados y con las herramientas necesarias, nos van a proporcionar comida suficiente para el resto del recorrido.
En este sentido, y gracias al sistema de crafteo, que no es especialmente avanzado, es posible construir herramientas cada vez mejores, como armas y trampas para cazar, pero algunos de los elementos necesarios para ello escasean terriblemente, con lo que vamos a tardar en sacar el máximo provecho a estas posibilidades... si es que llegamos vivos a ese momento. Llegar a poder crear uno de estos artilugios supone una gran satisfacción después de bastante tiempo de sufrimiento, pero cuando somos capaces de hacerlo, nos vamos a topar irremediablemente con el problema del limitadísimo inventario, que obliga a cometer sacrificios constantes. Esto, todo hay que decirlo, no es sino la base de cualquier juego de supervivencia, con lo que tampoco podemos remarcarlo como punto negativo, pero sí hace de este título algo más hostil de lo que seguramente debería.
Tan protagonista como el dúo al que controlamos es el agua. La lluvia nos obliga a resguardarnos buscando cobijo en el que dormir y esperar a que esta cese, pero el descenso del río es también crucial para el devenir de nuestra aventura. La corriente es lo suficientemente fuerte como para que no podamos desembarcar en todos los muelles que queramos, algo a lo que afortunadamente nos ayudará el mapa: probablemente sea preferible visitar una iglesia donde encontrar refugio y vendas antes que una granja donde será fácil encontrar comida, o viceversa... y no serán pocas las veces que tendremos que elegir entre una opción u otra. Evidentemente, y por suave que sea el golpe que demos a bordo de nuestra barca, esta va a sufrir desperfectos que también habrá que reparar, teniendo que hacer parada en algunas gasolineras donde encontrar piezas mecánicas o madera para dicha labor.
La personalidad de su diseño
Sinceramente, 'The Flame in the Flood' no me ha impresionado en sus apartados jugables, no porque estos sean malos, sino porque no son en absoluto nada innovador. Sin embargo, su apartado artístico y visual es estupendo, con un look desenfadado que contrasta radicalmente con el tono oscuro y de dificultad que también consigue transmitir sin ningún tipo de duda. Pero a la misma altura se sitúa su fantástica banda sonora, con melodías country y de rock sureño que Ragan ha compuesto en exclusiva para el juego y que seguro supone lo más destacable del mismo. No es que lo demás sea malo, es que simplemente, la música es extraordinaria.
Conclusiones
The Molasses Flood propone un videojuego duro que seguramente no está indicado para los más impacientes que esperen recompensa inmediata. Su carácter de roguelike hace que sean necesarias varias sesiones de juego para conseguir sacarle todo el jugo, y eso en un modo historia relativamente generoso nos puede llevar unas 10 horas, para después poder pasar al modo infinito. Una oferta de tiempo generosa que satisfará a quienes disfrutaron de juegos como 'Don't Starve', por ejemplo, añadiéndole un apartado técnico más destacado y una banda sonora genial. Sin embargo, 'The Flame in the Flood' peca de no lograr sorprender en ninguno de sus apartados jugables, recogiendo elementos ya vistos de otros títulos del género. Un juego interesante para fans de la supervivencia, correcto sin más para otros.
Hemos analizado el juego gracias a un código descargable para PS4 facilitado por The Molasses Flood.