El 27 de Febrero 2017 | 00:36
Hasta aquí llegamos. Ocho episodios de 'Taboo', para formular la incursión más integral y decidida de Tom Hardy en la televisión, en una serie que lleva su sello en el guión, la producción y el papel protagonista. Una serie, de hecho, pensada, concebida, ideada y decidida en torno a James Delaney, su propio personaje. De alguna manera, un ejercicio de megalomanía de esos que marcan época, pero, como diría mi compañera Sara Menéndez: 'Tom Hardy sabe que se sale', por lo que 'Taboo' convierte la presencia de Hardy en cada esquina justamente en su gran valor. Es una serie rápida hasta lo simplón, con socavones de guión, pero que nos presenta a uno de los personajes más hipnóticos de la televisión inglesa en mucho tiempo. Los británicos son expertos en dar carisma a sus protagonistas, ahí tenemos a 'Sherlock' como máximo exponente, y justo por eso subrayo el caso de 'Taboo'. Todo es James Delaney, porque todo es Tom Hardy, en este caso, ningún otro actor hubiese logrado crear así a este este personaje imponente y bondadoso, carismático y salvaje, brutalmente violento y sorprendentemente piadoso. Todo, con un Hardy que, entre gruñidos, va dejando un reguero de carisma perfilando a un descastado alcohólico que es epicentro de cada uno de los ocho episodios desde el momento de inicio hasta el último minuto de ficción. Todo para llegar a una conclusión: 'Taboo' es más hamburguesa que tartar. Una de esas hamburguesas que te metes entre pecho y espalda sin mayores remordimientos.
La aventura televisiva de Tom Hardy
Tom Hardy, Chips Hardy y Steven Knight firman esta serie. El aval es claro: Hardy padre, con Hardy hijo, junto a uno de los creadores de Peaky Blinders. De hecho, James Delaney tiene muchísimo que ver con Thomas Shelby, también duro por fuera y tierno por dentro, como los viejos galanes rebeldes que rompen corazones. 'Taboo' en sus primeros episodios no dejaba clara su intención, ¿serie de aventuras? ¿drama político? ¿género fantástico? En último término se ha evidenciado como aventuras, una que no repara en los momentos violentos, hasta convertirlos en seña de identidad. A lo largo de los recaps con los que he venido siguiendo episodio a episodio, los momentos violentos han sido una y otra vez lo que más he destacado. Quizá por morboso, pero, sobre todo, lo salvaje de la puesta en escena en cada montaje de violencia física protagonizado por Hardy. Además, el rastro europeo de la producción la hace crecer como ficción de aventuras al dar un contexto interesante a lo que narra. El hecho de que James Delaney se enfrente a los estamentos más poderosos del Estado británico de la época: la East Indian Company y la propia Corona, nos termina acercando a un grupo de proto-anarquistas que se rodean de la figura carismática de Delaney, un burguesito venido a menos. Apátridas que rechazan la bandera británica a conveniencia, convertidos en supervivientes a tiro limpio. Ocho episodios en los que el británico Delaney juega con las fuerzas del Estado a través de una serie de engaños y tretas que sólo dejan una cosa radicalmente clara: James Delaney y los suyos, pese a mal encarados, son los buenos de la historia, mientras que la Compañía y la Corona son, indiscutiblemente, los villanos del cuento. Un cuento en la que los grises no tienen cabida.
Y lo cierto es que comprendo perfectamente por qué la BBC apostó por esta serie con fuerza. Ya no sólo es porque Hardy esté de por medio, lo que no cabe duda que es garantía para unos mínimos, sino porque todo lo que os acabo de contar, sobre el papel, pinta verdaderamente bien. Sin embargo, un guión ridículamente pobre -y ridículamente en este caso indica también que llega hasta el ridículo más de una vez-, acaba por hundir un puñado de buenas ideas. Tras ver con atención, y también con muchas ganas, los ocho episodios de la temporada la conclusión es doble: es una serie del montón con la que me lo he pasado realmente bien.
El principal problema
El principal y prioritario problema que me he encontrado con el guión, y que en el capítulo final se acentúa hasta un punto insoportable, es que 'Taboo' es esencialmente 'El Equipo A' del nuevo milenio. Igual que al viejo Hannibal le encantaban que los planes saliesen bien, y de hecho siempre salían bien, a Hardy le sucede lo mismo. Como el Equipo-A siempre va inexplicablemente un paso por delante de absolutamente todo el mundo. Hardy anticipa con soltura cada movimiento, manejando a sus acompañantes como peones incorruptibles que siempre cumplen sus designios a pies juntillas. Nadie puede pillar por sorpresa a Hardy, porque su capacidad de anticipación es tal, que sabe lo que sus enemigos harán varios pasos antes de que ellos lo hayan siquiera imaginado. Una, y otra, y otra vez.
El otro problema grave con el que me encuentro es con los personajes secundarios. El hecho de que absolutamente todo gire en torno a Hardy impone que todos los personajes están predispuestos para que Hardy cumpla una u otra función en uno u otro momento, con lo que no tienen interés más allá de ser la muleta en la que Delaney se apoya. De esta forma, ninguno de los secundarios, ni los prioritarios de entre ellos, logran dibujar un carácter lo suficientemente profundo o coherente.
Conclusión
Con todo esto, 'Taboo' es una serie rabiosamente divertida, una en la que es muy fácil entrar y empatizar con el papel del protagonista, que te hace saltar sobre el sofá como un spaghetti western. Sin embargo, cuando el humo de los fuegos artificiales se termina de disipar, el fondo de 'Taboo' que queda al descubierto es muy pobre. Ojalá todo lo que veo en televisión y es simple entretenimiento tuviese la mitad de buen gusto que tiene 'Taboo'; pero ojalá 'Taboo' hubiese sido la serie profunda y relevante que en realidad esperaba de ella.
Lo mejor:
- El personaje de Tom Hardy. - La factura técnica. - Pura y simple diversión...
Lo peor:
- ... quizá demasiado simplona. - Problemas de guión importantes.