"Hay dos tipos de personas: las que se pasan la vida intentando labrarse un futuro, y las que se pasan la vida intentando reconstruir el pasado. Yo estoy atrapado en el puto medio".
Ésta es una de las frases que el hastiado Max Payne dice a lo largo de su nueva aventura. Y aunque a buen seguro es una perfecta analogía para muchos en esta época de desesperanza, resume a la perfección lo que el expolicía vive en su tercera aventura.
Porque si algo tiene sobresaliente este 'Max Payne 3' es su forma de narrar la trama, donde es ineludible mencionar el sello Rockstar. Alejado de la blanca y deprimente Nueva Jersey que con tanta grandeza recreó Remedy, Payne busca refugio en la calurosa Brasil, aunque no vaya a tener la suerte de perderse en las paradisíacas playas de Río ni de intimar con sus voluptuosas mujeres. Su misión allí, junto con su inseparable vaso de whisky, es la de ejercer como guardaespaldas de Rodrigo Branco, uno de los peces gordos del país.
Un ejemplo en la forma de narrar
Con una trama narrada con una mezcla de melancolía y desidia, el desarrollo de los acontecimientos engrandecen aun más si cabe a Payne como personaje. Es perdonable incluso que en determinados puntos del juego sea tratado con escasa delicadeza, pareciendo una marioneta abarrotada de cuerdas que no le hacen ver la clara y cruda realidad. El carisma de Max, a pesar de esto, no decae en ningún momento. Por el contrario sí lo hace la profundidad de la trama, que si bien durante la primera mitad del juego trata un múltiple compendio de temas, termina cayendo en un cúmulo de tópicos huérfanos de alicientes y abarrotado de sin sentidos en sus puntos más álgidos. Y aunque no es preocupante debido a su vanagloriado currículum, sorprende que Rockstar cierre un guión, narrado de una forma majestuosa durante la mayor parte del juego, con unos toques tan insípidos. Algo que ya les pasó con 'L.A Noire'.
Rockstar consigue que hasta para los mayores seguidores de la saga no sea baladí la pérdida de la ambientación "noir" de la que hacían gala las dos primeras entregas. Es cierto que resulta estrambótico y sangrante para la retina ver a Max caminando por las favelas ataviado con una horrenda camisa hawaiana, el pelo rapado y una barba poblada, pero su aspecto resulta algo totalmente justificado. De todos modos, hay varias misiones a modo de flashback que transcurren en la tierra natal de Max, donde los parajes nevados, su chupa de cuero y de nuevo, su vaso de whisky brindan un bello homenaje a los nostálgicos. Es cierto que reinventarse a estas alturas resulta harto complicado, y tampoco es algo que necesite una franquicia con acérrimos fieles detrás, y el hándicap de que éstos llevan nueve años esperando esta tercera entrega. 'Max Payne 3' tiene todo lo que ha encunbrado la saga a la cúspide de los juegos de acción. Disparos, disparos, un poco de bullet time, un balazo por aquí, otro por allá, analgésicos y más plomo si cabe. No hay una reinvención, hay una continuidad. ¿Es algo positivo? Por supuesto. ¿Tiene sus inconvenientes? Sin duda.
Porque otra de las palabras con las que podemos definir a este título es "espectacularidad". El problema es que esta definición no está reñida con la variedad, que es uno de los aspectos de los que carece 'Max Payne 3'. En sus predecesores era lógico, pero ahora el género ha evolucionado en demasía como para prescindir de una mayor profundidad. A mitad del juego parece que las ideas desaparecen. Resulta muy inmersivo y gratificante limpiar una zona tras otra infestada de enemigos dispuestos a agujerear con harmonía nuestra sesera, pero es inevitable sentir la necesidad de algo distinto, algo que dispare la adrenalina. Excepto en contadas ocasiones, esto no ocurre. Situaciones scriptadas hacen salir un poco de la divertida monotonía, como tirotear a cámara lenta mientras estamos colgados de una tirolina o nos desplazamos por un carrito lateralmente. También queda muy impresionante y digno de una película de Michael Bay el disparar al cohete que se dirige hacia nosotros, pero cuando esta situación se repite hasta en tres ocasiones el desasosiego se apodera desgastando un poco al jugador.
Vicisitudes, pero siempre en "bullet time"
Aun con esta mancha, 'Max Payne 3' es muy bueno en sus virtudes, lo sabe y se recrea en ello. Y aquí retomamos el concepto de la espectacularidad. Los incesantes tiroteos que se viven durante las diez o doce horas que dura la aventura obligan a estar con los ojos muy abiertos, buscando coberturas donde resguardarse y cabezas asomar para que los curiosos paguen su osadía. Y cómo no, para ello hay que tener muy presente la principal marca de la casa: el bullet time.
Su uso no sólo es un regodeo de la potencia visual que adquiere al activarlo, sino un medio necesario para salir airoso de las ensaladas de balas que hay en cada escenario. Resulta, y perdonad por la redundancia, tan espectacular que continuamente se trata de poner en liza, y da igual que su práctica reiterada pueda hacer perder cierto dinamismo a la acción. Es tan atractivo que pocas veces cansa. Y Rockstar se deleita de su propia creencia cuando eliminamos al último enemigo, dando la posibilidad al jugador de recrearse con un seguimiento de la bala y un ensañamiento con el personaje hostil, haciendo de la multitud de balas impregnadas en su cuerpo y de la sangre salpicando por doquier como si de un film de Tarantino se tratase, todo un recital de elementos jodidamente gloriosos.
La soberbia Rockstar vuelve a quedar patente en un sensacional apartado técnico. Las animaciones de los personajes son de matrícula de honor y el sistema de detección de impacto en los disparos es lo más perfecto que se ha logrado en toda la generación, algo que incide aun más en lo sublime del compendio mencionado al final del párrafo anterior. También ayuda la ausencia de tiempos de carga en toda la aventura, generados de fondo en escenas cinemáticas que no pueden saltarse, resulta una idea que debería emplearse más a menudo en el sector.
Al contrario que en las dos entregas anteriores, 'Max Payne 3' no está doblado al castellano. Es cierto que puede ser un incordio para muchos, sobretodo teniendo en cuenta el tan irrisorio como incómodo tamaño de los subtítulos, que con fondos claros resulta ilegible. Aun así, el trabajo resulta soberbio. Con James McCaffrey al frente de los diálogos, su voz ronca y su zozobra son un delicioso acompañamiento a la narrativa.
Max acción que nunca
'Max Payne 3' es uno de esos títulos que no dejan indiferente a nadie, pero que desde el minuto uno consigue lo que quiere: ofrecer intensidad sin especulaciones baratas. Es cierto que le falta un pequeño empujón para rozar la perfección, pero resulta un título más que notable. Haciendo uso de un planteamiento tan visual como añejo, le parecerá impoluto a los fans de la acción, mientras que para los no tan acérrimos del género le podrá resultar una propuesta ligeramente pretenciosa y menos atractiva que para los primeros, aunque no por ello carente de interés.