TERROR, HORROR

'Death Note' de Netflix, crítica y crónica de un desastre

La adaptación de 'Death Note' estrenada en Netflix aplana el significado de la obra original concluyendo en un relato muy poco inspirado.

Por Xose Llosa 4 de Septiembre 2017 | 17:52

El primer problema de Adam Wingard ('V/H/S') en su adaptación de 'Death Note' para Netflix se resume en una frase que salió de su propia boca al hablar de la diferencia entre manga y película: "L no es el mismo. Hay muchos parecidos: le gustan los dulces y algunas veces camina descalzo". A ese nivel de profundidad ha logrado el equipo de Death Note 2017 al leer la obra original de Tsugumi Oba y Takeshi Obata, o al analizar anime de Tetsuro Araki.

En cualquier adaptación la mente ha de estar abierta. A fin de cuentas, una adaptación puede enriquecer enormemente una obra original que ya fuese buena. Stephen King, siempre me gusta aportar el mismo ejemplo, tiene un enfado histórico con Stanley Kubrick porque cambió el sentido de 'El Resplandor'. Sin embargo, leer el libro y ver la cinta nos aproximan a dos historias diferentes, pero en ambos casos muy interesantes. Con la adaptación ganamos, pese a la cólera de Stephen King. 'Death Note' (2017) pretende romper lazos con la original, pero el resultado, sin embargo, es irremediablemente pobre.

Wingard viene del cine de terror, amante de lo casero. El director de la cuestionable 'Blair Witch' presenta en su obra el tono underground que siempre me ha envuelto del maltrecho Kevin Smith, pero le falta el genio del de 'Tusk'. Así, el primer y mayor problema de la nueva película interpele al ofrece una mirada simple sobre todas las ideas propuestas en el manga original.

La obra original habla de la moral como elemento central. Maneja además un concepto que resulta muy interesante, y es la diferencia entre un aprendizaje funcional y uno interiorizado. Kira, en la historia original, comienza a escribir nombres de delincuentes en su cuaderno de la muerte porque le han enseñado que los delincuentes representan el mal. Pero, rápidamente, el lector se percata de que Kira no sabe distinguir entre el bien y el mal, su comportamiento descubre al psicópata que vive minuto a minuto obcecado en la propia supervivencia, y rápidamente sus intereses le llevan a convertirse en el mayor de los criminales. Todo estos los acontecimientos clave del anime están aquí, pero por el camino se pierde el significado de la obra al completo..

La forma y el fondo

Aquí Kira toma forma en dos personajes diferentes de manera simultánea. Light, horriblemente interpretado por Nat Wolff, peca de inseguro, torpe, pedante, pero no diría que se trata de la persona fría y excepcionalmente brillante y excepcional de relato original. Tampoco se vislumbra con claridad el rasgo del sociópata que convierte en elemento nuclear Oba , porque su manejo del cuaderno en la película no responde a grandes motivaciones, ni grandes aspiraciones. Es más un juego de niños en una aburrida película para adolescentes. La otra cara de Kira se encuentra Mia, por suerte Margaret Qualley hace un mejor papel con el personaje. En el texto de Qualley sí se recoge mayor intencionalidad al utilizar el cuaderno de muerte, pero de nuevo esconde una motivación genuinamente inmadura.

La otra pieza fundamental de la historia es L, que, como el director adelantaba, también se enfrenta a un cambio rotundo de sentido respecto al L que conocemos. De nuevo, se trata de un excéntrico y brillante investigador, pero el desarrollo de su caso está pobremente desenvuelto. La historia de Death Note, al convertirse en thriller de investigación, cuenta con que el espectador conoce ambas partes del caso. Hitchcock sabía hacer de estas situaciones las más angustiosas, como en Crimen Perfecto, apoyado en detalles, momentos de tensión, y juegos de manos que entrecortaban la respiración del que está en la butaca. Wingard da por hecho que conocemos lo que sucede a ambas partes de la ley, con lo que rápidamente también reconocen todos los personajes que Light está tras el cuaderno de la muerte. L, como un Dios, con una capacidad difícil de explicar, deduce los métodos y normas de Kira sin apoyarse en ningún razonamiento lógico. Simplemente lo sabe. De este aspecto peliagudo llegamos, sin embargo, a lo más interesante de la historia: el papel de Shea Whigham.

Padre coraje

Además de ser el actor más contenido, también el más experimentado, el papel de Shea Whigham quizá sea el único que suscita cierto interés. El padre de Light, investigador de asuntos internos, termina como encargado de dar caza a Kira. La evidencia de que el poseedor del cuaderno es su hijo cae sobre él como la sombra de Babadook, pero el amor de padre le somete a un dilema perpetuo en toda la cinta. Ver cómo la sospecha rodea al detective James Turner cada vez dejando menos hueco de maniobrabilidad aporta el único destello verdadero a una película en otro sentido completamente hueca.

El otro brillo de Death Note de Netflix llega con las muertes. Wingard se recrea en los asesinatos a través de escenas inspiradas en 'Destino Final': Muertes aparentemente fortuitas en las que la sangre salpica en grabaciones vertiginosas propias del videoclip.

Si bien en los personajes y acontecimientos está vagamente representada la forma de Death Note, en ningún caso se recoge el fondo de esta historia. El problema no es que el significado del relato cambie, el problema reside en que se suprime sin sustituirlo por otro aplanando la historia hasta el límite del tedio.

No creo que al cierre esta crítica resulta sorprendente. Las adaptaciones de obras japonesas al cine norteamericano están condenadas al error. 'Ghost in the Shell' todavía escuece como ejemplo inmediatamente anterior, al cometer, en primer lugar, el mismo pecado que 'Death Note': fulminar toda la profundidad de la obra original. Lo que en la historia de Tsugumi Oba es un thriller sobre la trascendencia de lo moral y la psicopatía, de un lado, y una buena historia de investigación, de otro, en la película de Netflix se convierte en una sucesión desordenada de acontecimientos reconocibles en el original, pero sin coherencia interna alguna.