Probablemente podemos reducir la visión del mundo a dos planos contrapuestos: una visión que confía en la especie como potencialmente solidaria, y otra que la reduce a la competitividad y el individualismo. Experimentos y ejemplos para sostener ambas posturas hay a raudales, pero el debate es intenso y probablemente infinito. El estudio sobre el altruismo lleva décadas bamboleando entre una y otra vertiente, con dos corrientes que navegan en paralelo sin llegar a punto de encuentro. Los teóricos del intercambio social manejan los actos sociales en respuesta al ejercicio económico de gasto y beneficio de cada acción social: desde esta perspectiva, ayudar a una persona en necesidad, por ejemplo, respondería a la obtención del beneficio directo al sentirnos mejor con nosotros mismos. La vertiente contrapuesta, fácil de deducir: el altruismo solidario, el desinteresado. En el contexto de la sociedad neoliberal, las teorías economicistas para explicar la conducta social tienen empaque, ya que hoy hay dos elementos que priman como el bien más preciado: la competitividad, a veces envuelta en eufemismos como "capacidad de superación" o "versatilidad del carácter", y la individualidad. La individualidad la explica mejor que nadie el psiquiatra Guillermo Rendueles, expuesta en el átomo irreductible del comportamiento social en el contexto neoliberal, y a la vez en el tumor que origina todos nuestros problemas personales y sociales. Individualidad y competitividad, nuestros dos rasgos básicos, y el punto al que Sang-ho Yeon nos quiere llevar en 'Train to Busan', recién estrenada en España.
Sang-ho Yeon, director y guionista de 'Train to Busan', es un sospechoso habitual. Con esta película de zombis se zambulle por primera vez en el cine de acción real, pero a sus espaldas cuenta con el reconocimiento absoluto en el cine de animación gracias a 'The Fake' y 'Dwae-ji-ui wang'. Dos películas imprescindibles y crudas, más crudas que 'Train to Busan', que también apelan a elementos sociales fundamentales. 'The Fake' nos acercaba a una comunidad de personas desesperada, que se convertían en el objetivo fácil de una red pseudorreligiosa. Un predicador, en nombre de lo divino, manejaba el dolor de todo un pueblo con la pericia de un titiritero. Lo interesante de Sang-ho Yeon es que en su corta filmografía las obsesiones que maneja son muy claras, y ha logrado crear incluso signos reconocibles película a película, como el estigma y sus efectos. Casualmente, sus obsesiones me resultan interesantes, a mí y a mucha gente, lo que ha facilitado el salto al que acudimos en 'Train to Busan' del cine de animación a la producción de género en acción real. Lejos de la caspa de la producción zombicida de baja estofa, 'Train to Busan' se desvela como una película seria, con la pericia suficiente en el rodaje para lograr una producción convincente, alejada de la ridiculez en la que tal fácil cae el género zombi cuando se quiere tomar demasiado en serio a sí mismo.
El género zombi como metáfora
Apoyarse en los muertos vivientes para hablar de hombres y mujeres es el origen y el sino del género. Desde las primeras películas en las que George A. Romero se atrevía con el discurso antirracista, podemos establecer una línea muy marcada en las historias de zombis en cine, literatura y cómic. De por medio, ejercicios como 'Guerra Mundial Z' o la eterna saga del 'Resident Evil' de Paul W.S. Anderson nos muestran que hablar de muertos vivientes también puede dar resultados vacíos de significado, pero Sang-ho Yeon ha tenido la inteligencia suficiente para proponer una película de acción trepidante, que es a la vez una película relevante.
Pese a todo, 'Train to Busan' no se escapa del esquema clásico de la película de muertos vivientes, aquí adaptada a un viaje en tren. Seok Woo (Yoo Gong), protagonista, es un gestor de fondos de inversión, un "chupasangre" como lo llegan a apelar en el filme, con una vida volcada al trabajo y una familia desatendida. Se embarca en un tren para llevar a su hija Soo-an, brillantemente interpretada por la actriz de 10 años Soo-an Kim, y en el transcurso del viaje una infección zombi se desata en Corea. Tras una introducción especialmente larga acudimos a una carrera por la supervivencia de un grupo de pasajeros en el tren, entre escenas de acción apabullantes.
Lo interesante es que el que busque un par de horas de buena acción sin escarbar más allá, va a encontrar en 'Train to Busan' esa aproximación. Para el que quiera avanzar hasta el fondo, Sang-ho Yeon le pone muy fácil el camino, ya que los simbolismos e intenciones de la película son muy claros desde el primer momento. Retomamos la idea del altruismo y la individualidad con la que trataba de dar un contexto mínimo a este artículo, ya que una y otra vez la pregunta que se pone sobre la mesa es la misma: en una situación de crisis, ¿la prioridad es la supervivencia individual o la solidaridad con los que nos rodean? El acierto de Sang-ho Yeon es enlatar a un grupo de personajes en la claustrofobia de un tren en marcha, para enfrentarlos una y otra vez a la necesidad de tomar decisiones extremas. Las decisiones de estos personajes conectan, a la vez, con su desempeño en la sociedad antes del estallido de la infección: el chupasangre del que hablábamos, un directivo de la empresa ferroviaria, un grupo de adolescentes que viajan juntos... el estatus de estas personas queda en suspensión, o debería, en una situación extrema como la propuesta, pero el estigma sigue marcando las decisiones de todos ellos.
Las obsesiones
El estigma es una de las ideas recurrentes de Sang-ho Yeon. En 'The Fake' el protagonista, un alcohólico con más antecedentes de los deseables, era el único en posesión de la verdad. Una verdad despreciada bajo el prejuicio de todos los que le rodeaban. En 'Train to Busan' el primer solidario es un vagabundo que se topa una y otra vez con la mirada de desprecio, incluso cuando está ayudando activamente a otras personas, la mirada de desprecio se capta en el objetivo de la cámara de Sang-ho Yeon como un latigazo brillante. Lo que Sang-ho Yeon hace es cambiar las tornas del estatus en el tren en movimiento: los más viles son los que gozan de mayor estatus, mientras que la clase más humilde del tren se descubre como la más predispuesta a la colaboración.
Conclusión
Sang-ho Yeon abre el debate de la individualidad y la solidaridad y no tiene reparos en darle respuesta. Una respuesta que ahora podemos aceptar, discutir o criticar. Probablemente el mensaje que aporta es demasiado evidente, se deja por el camino el gris, separando claramente el discurso entre "buenos" y "malos". En este sentido, siempre se agradece dejar un plano más abierto para que el que está la butaca llegue a sus propias conclusiones. Sin embargo, los temas a los que nos dirige son de una relevancia fundamental, y la herramienta del género zombi es un acierto. 'Train to Busan' es una propuesta muy anticipada, con recorrido internacional, recorrido en festivales, y que se descubre como un clásico automático en el género zombi, sabiendo compartir los dos planos sin ser en ninguno de ellos pretenciosa: acción de muy buen nivel, y un discurso socio-filosófico sobre la naturaleza del hombre como animal social siempre relevante.