Si 'Freaks and Geeks' ('Instituto McKinley') terminó convertida en una serie de culto allá por los 2000 fue solo por tener la capacidad de mostrar más naturalidad a la que acostumbraban las típicas series adolescentes de su momento. Además, esta serie también se recuerda por ser una fábrica de futuros famosos, claro: James Franco, Seth Rogen, Linda Cardellini... Ahora, 'Todo es una mierda' viene a tratar de recoger el testigo de 'Freaks and Geeks' en el año 2018. Ambientada en los 90', la nueva serie de Netflix representa la típica historia de chavales de instituto, con las mismas tramas que hemos visto una y otra vez, pero con una mirada diversa propia del momento actual. Trata temas como la identidad sexual, diversos tipos de estructuras familiares, y todo ello desde una aproximación que se aleja del alarmismo moralista que en otro tiempo se imprimió en estas ficciones, para dar lugar al tono de naturalidad en todo este proceso.
La historia de 'Todo es una mierda' se protagoniza por un par chavales, Kate y Luke, que se conocen en los primeros días de instituto. Como guiño para 'Freaks and Geeks', este grupo de chicos colabora en el departamento de audiovisuales, y durante toda la temporada su relación se forja en un proyecto de rodaje de una cinta escolar de ciencia ficción.
Los problemas de instituto
Cliché tras cliché, 'Todo es una mierda' nos recuerda que no hay grandes diferencias en los problemas que experimentan los adolescentes durante su época de instituto, sino más bien difiere en la mirada más libre que se les pueda aportar. La naturalidad de 'Todo es una mierda' esconde su concepto clave, y nos recuerda, una vez más, que la ficción es un espejo del mundo unas veces, y un ideal de mundo en otras. 'Dos hombres y medio', ahora en ciclos de reposición en Neox, es el espejo de un mundo machista y retrógrado, 'Todo es una mierda' diría que tiene más de ideal.
Siempre se ha bromeado con la idea de que señores y señoras de 40 años escribían la revista Bravo, la Super Pop, y toda la retahíla de publicaciones que marcaron la adolescencia de los 90'. Con las series sucede exactamente lo mismo. Los revisionados a 'Salvados por la campana', como ficción paradigmática, no se sostienen ni por un instante. Representa una mirada estética a la adolescencia, ingenua e impostada. La ficción USA durante décadas se ha molestado en crear una detallada estratificación de clases propia de los comedores de instituto, que ignoro si se ajusta en algún punto a la realidad o no, pero que puedo asegurar que me interesa -y siempre ha interesado- muy poco. Evidentemente en las relaciones de instituto hay chicos y chicas que destacan, mientras que otros no resultan tan populares. Este es un hecho inapelable, y es también la fuente de problemas tan profundos como el acoso escolar. Sin embargo, todo ese ejercicio de estratificación en el comedor escolar siempre ha sido estético y vacío en las series más populares, sin importar en absoluto lo que suponía para cada uno de los integrantes de ese contexto.
Una aproximación natural
'Todo es una mierda' pasa por encima de estos tópicos de jugadores de fútbol, animadoras y ratios de popularidad. Simplemente presenta chavales normales, con situaciones y procesos habituales. Cada uno de ellos tiene problemas e inseguridades con los que lidiar, ordenando así el transcurso de una trama particularmente bien hilada. Se aleja del episodio autoconclusivo, dando lugar una historia dramática que se dirigir a un fin. En el camino, con un ánimo íntimamente costumbrista, desvela a través de una colección particularmente reducida de protagonistas, problemas creíbles con los que van lidiando.
De por medio, humor, empatía con los personajes, y el descubrimiento de Peyton Kennedy (Kate) y Jahi Di'Allo Winston (Luke) como protagonistas. Especialmente ella, Peyton Kennedy, hace un papel suficiente para darle pie a ser una habitual de otras series. Posiblemente su popularidad no se aproxime a lo estratosférico de los chavales de 'Stranger Things', porque esta serie nunca alcanzará el impacto de la de los Duffer, pero bien merece un pedacito de vuestra atención. Con una actitud retraída, sorprende la manera en la que Peyton Kennedy aguanta los silencios y las miradas, con una capacidad expresiva que representa un acierto completo de casting.
Esta serie entra de lleno en el ánimo socializante. Apela a los adultos, por aquello de situar la trama en los años 90', y resulta especialmente divertida. La he visto en la voracidad de una sola sesión en una noche de insomnio. Sin embargo, a donde mira realmente es a los adolescentes. Quiere transmitir mensajes de diversidad y respeto a cada paso, a la vez que te envuelve en una historia empática, y, sin embargo, todo ello en un tono muy amable, divertido, entretenido, y alejándose del drama insidioso y moralizante. No se debe hablar en términos humorísticos, ni mucho menos, pero sí envolver el show en el entretenimiento más directo.
Algo fundamental en 'Todo es una mierda' supone su concreción. Las series intergeneracionales tienden a desdibujar las tramas a través de las ópticas de diferentes generaciones. En España, por ejemplo, la ficción tiende a apelar a un público integral, combinando en un mismo despliegue interés para adolescentes, jóvenes que se comen el mundo, adultos en crisis de mediana edad y entrañables abuelos. La familia de pies a cabeza, dando lugar a batiburrillos inefables. Sin embargo, 'Todo es una mierda' concreta en una sola trama, la de los chavales, sin que la historia corra en paralelo por varias vías. Así, todos los hilos que se abren, con historias de diferentes chicos y algunos de sus padres, terminan conduciendo a un punto común con coherencia.
En conclusión
'Todo es una mierda' comete el pecado de no inventar absolutamente nada. Impone la enésima serie de adolescentes, desplegando los típicos problemas de adolescentes, que además nos son muy familiares. Una serie que muestra algunos momentos y situaciones duras, pero que nunca pretende ser dramática. Está empapada de la emoción del descubrimiento de uno mismo y de los demás, que para mucha de la audiencia le resultará familiar de tiempos pasados y siempre mejores. La adolescencia se presta a la ficción, por la turbulencia constante de emociones y sensaciones. Sin embargo, la adolescencia y sus problemas se parecen mucho generación a generación, por lo que lo aquí narrado ya lo hemos visto cientos de veces. Sin embargo, el valor de 'Todo es una mierda', y el motivo por el que verdaderamente sí merece la pena, es porque se trata de una serie de adolescentes contextualizada en nuestro momento. Es una serie vigente y abierta de miras, especialmente en torno a los temas de identidad sexual, que desmonta prejuicios muy básicos en base a reacciones naturales. Resulta una serie, así, muy interesante para todo tipo de públicos, pero creo que resulta más atractivo que los adolescentes actuales se socialicen con series como esta. Mucho más interesante que hacerlo con las series de Chuck Lorre, por ejemplo. El último capítulo de interés para 'Todo es una mierda' es que, pese a lo predecible, en términos formales presenta una serie muy bien ejecutada, cuidada en su fotografía, con interpretaciones carismáticas, y escrita con un ritmo rabioso.