El 28 de Abril 2017 | 13:11
Imaginad un mundo en el que cada vez hay menos mujeres fértiles. No se sabe bien por qué, si por las condiciones naturales o por alguna especie de castigo divino; lo único que cierto es que no se podrá sostener esa situación durante mucho tiempo. La gente comienza a desesperarse. No hay embarazos, y de los pocos que hay, aún menos tienen un buen desenlace.
De repente, nace una nueva teoría, una cuyo eje principal es la religión. Según esta teoría, esta plaga de infertilidad la ha enviado Dios como castigo hacia las mujeres por ser unas casquivanas, por haberse dado a la vida de placer, por haber disfrutado de sus propios cuerpos. El problema había sido el tratar el sexo como algo más que un proceso meramente reproductivo, y Dios les estaba castigando por ello. Aunque las consecuencias podían ser devastadoras a largo plazo; lo que estaba en juego era la continuidad de la raza humana.
La teoría comienza a extenderse cada vez más. Poco a poco, sin que la población en general se dé cuenta, todo comienza a estar controlado por personas que piensan así. Las mujeres van siendo vistas cada vez menos como seres humanos con derechos, y más como vasijas cuya única razón de ser es la de continuar engendrando vidas. No obstante, son muy pocas las mujeres fértiles, las que realmente pueden quedarse embarazadas; y las demás, que también quieren tener hijos, comienzan a repudiarlas. Las ideas de esa nueva teoría, la del castigo divino, cada vez les parecen más plausibles. Porque en situaciones críticas, el ser humano tiende a agarrarse a clavos ardiendo para tratar de permanecer con vida.
Los primeros pasos de esta nueva ideología no se notan. Al principio, lo único que hacen es rezar por que todos los embarazos lleguen a término; pasito a pasito, llegan hasta los puestos de poder del Gobierno. Y desde ahí comienzan a imponer sus propias leyes. La primera: las mujeres no deben trabajar. La segunda: las mujeres no deben tener ningún tipo de propiedad, todo debe pertenecer a los hombres. La poca independencia que las mujeres pudieran tener hasta ese momento desaparece, puesto que sin dinero, sin forma de sustentarse por sí mismas, no hay independencia que valga.
Las mujeres, y muchos hombres, se echan a la calle para criticar estas nuevas medidas. Y la respuesta por parte de los gobernantes no puede ser más clara: represión, violencia, asesinatos. Sembrar el miedo para que, de esa forma, no haya más valientes que se atrevan a plantar cara a las leyes. Sumisión, solo puede quedar sumisión. Y es con el miedo que consiguen hacerse con el poder. Primero, el miedo al fin de la raza humana; segundo, el miedo a la violencia. El miedo es el arma más fuerte y poderosa.
Es un buen guión, ¿verdad? Pues esa es la idea principal de 'The Handmaid's Tale', la nueva serie de HBO que ya está disponible en HBO España. El veintiséis de abril se emitieron los tres primeros capítulos, a modo de presentación, y semanalmente se irán subiendo más capítulos. Es una serie que no podéis perderos bajo ningún motivo.
Un futuro distópico que a veces parece demasiado real
'El cuento de la criada' es un libro escrito por Margaret Atwood en el año 1985, y que Bruce Miller ha sabido retomar a la perfección, haciendo de esta nueva serie una auténtica obra de arte. Mediante la técnica del flashback, se va contando la historia de Offred, la protagonista de todo este cuento. La criada que cuenta su propia historia, cómo ella vivió el paso de la democracia al totalitarismo, de la libertad a la represión más profunda.
Desde el principio de la serie se puede ver cómo Offred, cuyo nombre antes era June, tuvo una vida antes de que todo eso comenzara. Tenía una vida, un marido y una hija. Sin embargo, ahora no es más que una criada cuyo único valor es el de tener un útero fértil. Lo único que interesa de Offred, el único motivo por el que está en esa posición, es que su útero es fértil y es capaz de concebir hijos para sus comandantes. Su nombre es, incluso, un indicativo de que ella no es una mujer libre: 'Of-Fred' quiere decir 'De-Fred', es decir, que es propiedad de Fred, su comandante. Y no le queda más remedio que asumirlo puesto que, de otra forma, será castigada por su atrevimiento.
La trama en sí es tan impresionante que es capaz de mantenerte con los ojos pegados a la pantalla durante horas sin distracción posible. Porque pese a que es una distopía, pese a que nos situamos en unos Estados Unidos que nada tienen que ver con los que conocemos actualmente, no podemos evitar que nuestra piel se erice a cada momento. El machismo intrínseco en cada palabra, la misoginia, el desprecio con el que se trata a las mujeres, como si no fueran más que incubadoras... Es tan real, tan profundo, tan de actualidad, que da hasta miedo. No, no vivimos en esos Estados Unidos paralelos, pero hay muchas personas que vivirían ahí si les dieran la oportunidad. Y eso da miedo.
No solo es una muestra del daño que el machismo puede hacer (y hace) a las mujeres, sino también de cómo se llegó a esa situación y nadie se quejó hasta que fue demasiado tarde. Los pasos fueron pequeños pero constantes, y nadie supo verlos, nadie. Hasta que las primeras mujeres empezaron a ser despedidas, hasta que les obligaron a poner a nombre de sus maridos, hermanos, padres o hijos todas sus propiedades; ya nada era suyo, no tenían nada a lo que aferrarse.
Sororidad entre criadas, desprecio por parte de comandantes
Las criadas son entrenadas para servir cada una a una familia. Su labor principal no es la de ir a la compra, o limpiar, sino la de quedarse embarazadas. Son una incubadora humana, cuya única responsabilidad es traer al mundo niños sanos para, posteriormente, dárselos a sus comandantes. Da igual que ellas los hayan engendrado, los hayan llevado en su vientre, que sean sus hijos; ellas no importan. Solo son un medio para alcanzar un fin. Es una serie especialmente interesante teniendo en cuenta todo el debate que está habiendo en nuestro país con respecto a la gestación subrogada. Las mujeres que se someten a la gestación subrogada no son criadas pero, por lo demás, lo que hacen es exactamente lo mismo que las criadas de 'The Handmaid's Tale'.
Hay una escena especialmente espeluznante, y que ya llegaréis a ver cuando veáis el segundo capítulo, en la que una de las criadas da a luz. De forma paralela, la comandante que vive con ella finge dar a luz, finge ser ella la que sufre todo el dolor, la madre del bebé. Todo está teatralizado al máximo para que realmente se sienta madre, pese a no serlo.
Es triste si nos paramos a analizar más detenidamente este punto. Porque si bien las criadas tienen que llevar en sus hombros todo el peso de la misognia, del machismo, las comandantes que tampoco son felices con esa situación. También son mujeres, también saben lo que es la desesperación por tratar de quedarse embarazadas y no poder, pueden imaginarse lo que debe ser que te arrebaten a tu hijo de tus brazos nada más nacer. Pese a todo, no muestran ni una pizca de sororidad hacia las criadas. Solo desprecio, quizás debido a la envidia de que alguien tiene lo que ellas jamás podrán tener.
La relación entre las criadas es diferente. Sororidad, empatía, solidaridad entre mujeres, que se saben víctimas de una situación despreciable y no encuentran ayuda en ningún lado. Tienen miedo porque les han hecho creer que no pueden confiar en nadie, que el resto de criadas las están vigilando para acusarlas en el momento en el que incumplan las reglas. De nuevo, el miedo se muestra como el arma de represión más eficaz en una situación de descontrol.
Una serie de sobresaliente en todos los sentidos
La serie bebe perfectamente del libro que Margaret Atwood escribió en su momento, añadiendo toques de técnica tan cuidados que pareciera que realmente nos encontramos en Gilead. Con casi tres horas que duran los tres primeros capítulos en total, no necesitaréis nada más para decidir que queréis ver la serie hasta el final y, posteriormente, leer el libro.
No solo la imagen, la fotografía, está cuidada al máximo. Lo más sorprendente es la banda sonora, elegida tan a la perfección que en algunos momentos incluso os sorprenderéis. Se entremezclan sonidos más modernos con otros más tradicionales (que recuerdan, incluso, a la banda sonora de 'El Señor de los Anillos') haciendo de la serie toda una obra de arte auditiva. Una buena introducción al feminismo, una forma de abrir los ojos a la realidad machista de nuestra sociedad llevada esta al extremo. Un extremo que a veces tocamos sin darnos cuenta. O siendo plenamente conscientes.
Lo mejor:
- Crítica hacia la sociedad
- Solidaridad entre criadas
- Reflejo de una sociedad machista
Lo peor:
- Algunas imágenes explícitas