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Crítica 'Silicon Valley' Temporada 3 - La temporada más salvaje

Review de la tercera temporada de 'Silicon Valley', que acaba de concluir emisión en Movistar+ en España. La serie de HBO se mantiene fresca, y ahora más madura.

Por Xose Llosa 30 de Junio 2016 | 22:18

Es evidente que 'Juego de Tronos' eclipsa todo el panorama seriéfilo en general y toda la propuesta de producción de HBO en particular. La serie de Martin se ha descubierto merecidamente como uno de los fenómenos de la década, y sin descanso avanza cada vez más lejos. No seamos injustos, sin negar esta evidencia ni por un instante, HBO es y era fuente de series imponente mucho antes de 'Juego de Tronos'. Producciones como 'Los Soprano', 'Boardwalk Empire', 'A dos metros bajo tierra' o 'Sexo en Nueva York' llegaron a través de HBO, y hoy día, conviviendo con 'Juego de Tronos', y ocultas tras su éxito, hay algunas propuestas imprescindibles. Entre ellas vivo arrodillado temporada a temporada con la genialidad de 'Silicon Valley', que bien podría ser una digna heredera de 'The Office'; la serie de Mike Judge nos acerca a la neurosis del éxito y la inadaptación social del moderno y grandilocuente sueño americano. El morboso sueño, que hace del pecado de la soberbia seña de identidad nacional en norteamérica, ha encontrado a lo largo de la historia mutaciones continuas. El megalómano mundo tecnológico encuentra ahora la expresión más seductora para sueño del dinero, en ese camino idílico que muchos jóvenes ingenieros tratan de recorrer, como Bill Gates, desde la pantalla de ordenador en el garaje de su casa todavía con la cara salpicada de acné, hasta las sumas millonarias que maneja la esfera más alta del sector tecnológico.

'Silicon Valley' lleva tres temporadas llevándonos de la mano en este sórdido recorrido por la capital tecnológica en un proyecto, el proyecto de El Flautista, que vimos nacer en una pequeña y poco exitosa incubadora, hasta convertirse en el objeto de deseo de los principales inversores tecnológicos. Aproximaciones cinematográficas previas al mundo de la tecnología, como el biopic de 'La red social' o el reciente de 'Steve Jobs' de Sorkin, siempre proponen un acercamiento sombrío desde el thriller dialéctico. Sin embargo, el acierto de 'Silicon Valley' es poner sobre la mesa la mejor de las comedias: la comedia ácida. En la serie de HBO los héroes quedan a un lado, las historias legendarias son realistas, y lo que descubrimos, en realidad, son una pandilla de inadaptados talentosos entre una jauría de tiburones. El recorrido es el camino de su adaptación a este universo, sin escatimar al mostrar lo más bajo, íntimo y vergonzoso de las personas, a la vez que una de las relaciones de amistad más auténticas que se puede ver hoy día en televisión. Todo mientras te ríes, y te ríes de verdad. Con 'Silicon Valley' se escucha el recurrente lema de que "no es para todos los públicos"; me enfada tanto esto, que sólo con leerlo mientras lo escribo salivo de rabia: "Tienes que ver 'Silicon Valley'", ese es el verdadero lema.

El propósito de la temporada 3

Hace algún tiempo pude escuchar en vivo y en directo a David Simon, creador de 'The Wire' y 'Treme'. He escrito mucho acerca de esa pequeña conferencia, y lo he hecho de manera recurrente porque las ideas de Simon deberían ser tomadas como el credo de la buena televisión. Con una hora de conversación, y sin mayor aspaviento, el guionista mostró en claro por qué es uno de los grandes del medio. En aquel momento era una charla en relación específicamente a 'The Wire', mucho después de que la serie de HBO se hubiese finalizado. Es vox populi que la serie de Baltimore no lograba grandes índices de audiencia, y sacar adelante las cinco temporadas que finalmente la componen siempre fue un reto para el equipo, a la vez que prueba viva de que HBO es una productora diferente. Explicaba Simon que la manera de convencer a los directivos, los señores del dinero, era explicando cómo querían contar algo diferente en cada temporada: una temporada para el tráfico de drogas en los barrios bajos, otra para la escuela pública y los círculos de exclusión social, otra para las praxis cuestionables del periodismo... Si habéis visto la serie situaréis claramente el tema base de cada una de las temporadas. Esa misma idea de 'The Wire' se puede trazar fácilmente en 'Silicon Valley': la primera temporada nos acercó al estallido de una idea tecnológica, y cómo toma forma en la incubadora; la segunda es la confianza de los inversores, y la tercera temporada muestra lo despiadado y altamente irónico del funcionamiento empresarial.

En esta nueva temporada El Flautista cuenta con financiación de Raviga, y así la empresa de Richard Hendricks comenzó a parecerse a una empresa; pero Laurie, principal inversora, decide colocar en su empresa a un CEO más experimentado que Richard. Es irónico que Hendricks deje de ser el responsable de su propia empresa, y a partir de aquí, y sin caer en el spoiler, comenzamos a ver dinámicas en una sucesión de momentos en los que se toman decisiones en la empresa atendiendo a objetivos diferentes a los que componían la idea inicial, y sin la opinión de Richard. Todo lo que había creado Hendricks con El Flautista comienza a ser relativo, y la necesidad de ingresar dinero de manera inmediata del nuevo responsable de la empresa pretende modificar el proyecto hasta el punto más íntimo que se puede modificar: desde el público objetivo de la empresa, hasta hacer del flautista una empresa de hardware y no de software.

En este trayecto la escala de valores del grupo de fundadores de El Flautista, del grupo protagonista, comienza a modificarse y marearse cuando dinero se suma por primera vez en sus cuentas corrientes, y la neurosis de un Richard cada vez más megalómano, cada vez más Mark Zuckerberg, se hace más evidente capítulo a capítulo.

Como comedia es probable que esta haya sido la temporada con la que más me he reído, con momentos de carcajada limpia; pero 'Silicon Valley' siempre ha pretendido ir un paso más allá, siempre quiere dejar de relieve un mensaje de fondo, que en este caso pretende abrir la puerta a las juntas de accionistas de grandes corporaciones, y a descubrir cómo en muchas ocasiones las decisiones se toman en base a objetivos que no son los adecuados. La ironía del mundo empresarial al nivel de sumas multimillonarias es que no hay absolutamente nada dado, y participan de él accionistas de muy diversos intereses, y normalmente con egos difíciles de lograr encerrar juntos en una sola sala.

Conclusión

Un acierto en conjunto de 'Silicon Valley' es acercarnos a la cotidianeidad de un grupo de chicos de escasas habilidades sociales, sin caer en los imbéciles clichés que cada vez me repugnan más de 'Big Bang'. Sin embargo, las temporadas previas se centraban más sobre los personajes, sus excentricidades, miedos, sueños y frustraciones; aquí, en la tercera temporada, esto sigue siendo el hilo conductor de un grupo de personajes cada vez más coherente, cada vez más natural, pero en esta tercera temporada el contexto, las relaciones de Silicon Valley, toman mayor relevancia, y hacen de esta nueva tanda de capítulos una aproximación incluso más madura. Por suerte, y seguramente por tener temporadas muy cortas, diez capítulos de media hora, 'Silicon Valley' sigue siendo una serie fresca, divertidísima y con un ritmo poco habitual en HBO.