'Santa Clarita Diet' es la nueva serie de Netflix. En total, diez episodios de treinta minutos disponibles desde el día uno, para pegarnos un buen atracón este fin de semana y desvelar si la serie de Victor Fresco, una de las más chocantes de este principio de año, está a la altura de las expectativas. La premisa es muy clara: una sitcom con una madre zombi. Un 'Modern Family' con una muerta viviente. La frivolidad de un barrio residencial en Los Ángeles, salpicada por las pesadillas de George A. Romero. Divertida no, lo siguiente. Sería un mentiroso, un snob estirado de los de pajarita giratoria, si negase que este fin de semana no acabé una y otra vez retorcido de la risa delante del televisor. Sin embargo, creo que 'Santa Clarita Diet' tiene herramientas para intentar ambicionar algo más que la risa fácil, y aquí entro en conflicto, ya que hay dos mitades muy marcadas dentro de estos diez episodios. En los primeros capítulo la serie siente se siente más libre, mientras que a medida que se desarrolla la trama termina en cierto punto ensimismada en sus propias normas, momento en el que decae en interés.
Normalmente tenemos que escribir la crítica de una serie tras el piloto o los primeros episodios. Intuyendo el camino de esa propuesta, a la espera de varias semanas o meses, para llegar a las conclusiones sobre la obra en su conjunto. Netflix nos lo pone fácil a los críticos, ya que el formato de maratón permite valorar las series en su totalidad desde su primer momento. Encadenar episodios en una atragantón, no sólo es uno de los grandes placeres posmodernos, sino que también aporta una comprensión cualitativamente diferente a la de experimentar la espera de las semanas. Esperar semana a semana una serie, sobre todo una que termina con final en incógnita, es, de hecho, una parte esencial de esa experiencia. El proceso de espera al episodio es un elemento consustancial de la ficción, que conforma una variable bastante importante en la que se mezcla tu expectativa, con el diálogo social de los teóricos de internet. Elementos, por otra parte, que son externos al propio metraje pero influyen en él, por lo que el atragantón de capítulos, en este sentido, nos ofrece un análisis más interesante, en la medida en la que está completamente focalizado sobre la propia filmación. Esto, a series como 'Santa Clarita Diet', le termina pasando factura.
Un apacible vecindario y una muerta viviente
Lo mejor que tiene 'Santa Clarita Diet' es la representación del vecindario de clase media alta americano, en el que el matrimonio Hammond vive con su hija adolescente. Esta pareja de promotores inmobiliarios vive la rutina perfecta y aburrida: se conocen desde el instituto, se casan, tienen una hija estupenda, viven en una casa estupenda, de un vecindario apacible y con una carrera profesional que camina viento en popa. Todo es rutina, hasta que Sheila Hammond (Drew Barrymore), la mujer en este matrimonio, vomita litros y litros de una masa verde y un pequeño órgano indeterminado. Tras la vomitona, muere, y luego resucita de entre los muertos convertida en una zombi hambrienta. Sin embargo, no es una zombi violenta, sino que se mantiene como un ser perfectamente racional, sólo que más guiado por sus instintos: impulsiva, desinhibida, sexualmente despierta... La misma mujer, pero más desatada. Mucho más. De esta forma, aparentemente logra mantener una vida funcional, en la que, en realidad, todo ha cambiado. Su familia es consciente de que es una muerta viviente, y su marido se convierte, además, es su principal cómplice a la caza de víctimas; pero su vecindario simplemente la encuentra particularmente simpática, particularmente divertida, y particularmente desenvuelta en su trabajo. Este aire desinhibido es el principal motor del humor de la serie, ya que da lugar a momentos incómodos de manera constante.
El otro gran elemento es el sexo. Igual que en la teoría freudiana, sexo y muerte guían las pulsiones instintivas de Sheila. Aquí comienza a emerger, además, el carácter grotesco que salpica de vísceras a toda la ficción, cargada de escenas deliciosamente explícitas. Escenas en las que cuesta mantener la mirada en la pantalla, y momentos en los que el deseo sexual se mezcla con el hambre de carne humana, vinculando las pulsiones de las que hablaba Freud de una manera gráfica y directa, y no sólo teórica.
El instinto de comer carne humana
El género zombi es freudiano por definición. La teoría freudiana separaba el "yo" del "ello", siendo el "yo" lo que caracteriza como humano a una persona, y el "ello" su parte más animal. El zombi clásico suprime el "yo" de la ecuación, reducido a un animal voraz. En ese punto el muerto viviente pasa a ser un elemento contextual más, y es cuando el grupo de supervivientes se convierte en el verdadero protagonista clásico del género. Sin embargo, cuando el "yo" de la persona zombificada no se suprime, como en este caso, hay lugar para que el zombi sea el protagonista de la historia, dándole a estos cuentos de muertos que salen de sus tumbas un aire renovado. Lo mismo sucede en 'iZombie', la serie basada en el cómic de Chris Roberson, que ya mantiene el "yo" en el propio título. Entre 'iZombie' y 'Santa Clarita Diet' hay puntos en común muy profundos en cuanto a la premisa de partida, haciendo de la basada en la historia de Vertigo un procedimental policíaco mezclado con muertos vivientes, mientras 'Santa Clarita Diet' llega a ese punto de encuentro entre la sitcom y el zombi que señalamos.
La frivolidad con la que 'Santa Clara Diet' trata el género, y la frivolidad con la que trata las comunidades residenciales de los Estados Unidos, deberían ser en realidad el elemento fundamental de esta historia. Recuperamos sensaciones que nos habíamos dejado en 'Mujeres desesperadas', con la carcajada que genera la doble moral y la puñalada trapera. Ese tipo de relaciones frívolas se recupera en la primera mitad de 'Santa Clarita Diet' de manera muy marcada, donde se ha de acomodar esa vida de apariencias al hecho de comer carne humana, a ser posible fresca. El resultado en este punto es explosivo. Sin embargo, cuando llega al ecuador de la temporada la serie comienza a tomar demasiado en serio una trama que en realidad no le importa a nadie. La situaciones cotidianas incómodas o divertidas pierden protagonismo, dando paso a una trama para buscar la cura a la infección. Sin llegar a dejar de ser divertida o graciosa, la serie rápidamente deja de ser interesante a partir de aquí.
Conclusión
'Santa Clarita Diet' es una serie que muestra, sobre todo, la versatilidad del género zombi, logrando una comedia muy efectiva y muy separada de los clásicos 'Zombies Party' o 'Bienvenidos a Zombieland', con las que tiene mucho menos en común, por ejemplo, que lo que tiene con 'Modern Family' o cualquier otra comedia situacional de relaciones familiares. Brillante casting de protagonistas, con Drew Barrymore, Timothy Olyphant y Liv Hewson funcionando muy bien por separado, sobre todo Timothy Olyphant, que regala los momentos más divertidos. Sin embargo, como conjunto, como trío combinado, es como más efectivos resultan los protagonistas. La clave de la serie es llegar a mostrar el costumbrismo de la vida zombi, y es lo que logra en la primera mitad de la temporada, mientras que su gran pecado es que esta faceta se diluye en los compases finales. A nadie le importa lo más mínimo cómo se cura la infección zombie, ni cómo se contagia, ni qué consecuencias tiene... Sin embargo, todo el mundo quiere ver a una zombi "salida" manteniendo conversaciones irreverentes con sus amigas adúlteras en un impoluto barrio residencial de Los Ángeles. Todo el mundo.