El 4 de Abril 2018 | 21:50
En ocasiones, el cine demuestra merecer la consideración de séptimo arte. Mas, antes de continuar, hagamos un breve inciso, y hablemos del arte. Cuando hablamos de arte, hablamos de un concepto muy amplio, en ocasiones ambiguo y complicado de explicar, pero que se caracteriza por englobar todas aquellas creaciones del ser humano que pretenden transmitir algo. Lo que se transmita depende mucho del artista, del creador; con una obra de arte se puede tratar de despertar alegría, tristeza, angustia, o cualquier otro tipo de sentimiento. O se puede tratar de crear una especie de empatía con un colectivo determinado. Porque el arte, y el cine en particular, puede (y debe) moverse por causas sociales.
Como decía, a veces el cine se deja ver como el séptimo arte en todo su esplendor. Por su calidad técnica, por cómo actúan los protagonistas, por la banda sonora, o por la historia que trata de contar. El caso de 'Mi primer combate' es prácticamente una mezcla de todos estos aspectos. La nueva producción de Netflix, dirigida por Olivia Newman, que se estrena así en el ámbito de la dirección cinematográfica, consigue cautivar tanto por sus personajes como por su trabajo técnico. Pero si hay algo en lo que resulta especialmente atractiva es, sin lugar a dudas, en el ámbito narrativo.
'Mi primer combate' se estrenó el pasado 30 de marzo en Netflix, una plataforma streaming que cada vez se está lanzando más y más a la producción propia. Cuenta la historia de Monique (Elvire Emmanuelle), una chica que no lo ha tenido nada fácil a lo largo de su vida. Su madre falleció, y ella se quedó sola con su padre; no obstante, cuando él acabó en prisión, no le quedó más remedio que ir de casa de acogida en casa de acogida, sin rumbo fijo. Su carácter, conflictivo sobre todo debido a la situación que le había tocado vivir, la hace una persona con la que convivir es bastante complicado.
Nos narra, desde el primer momento, la historia de una chica que vivió en la exclusión social desde que era muy joven. Su padre, Darrel (Yahya Abdul-Mateen II) terminó en prisión por traficar con drogas, y Monique no tuvo otra alternativa que continuar con su vida de la mejor forma que supo. Mas lo único que ella esperaba era el momento en el que su padre saliera de prisión para poder ir a vivir con él. La única forma que acaba encontrando para desfogar de toda esa frustración que almacena en su interior es apuntarse al equipo de lucha libre de su instituto, donde es la única integrante femenina.
La crudeza de la exclusión social
Si hay algo que en todo momento se puede ver claro en 'Mi primer combate' es la ironía del título. Porque se evidencia desde el primer minuto que si algo ha tenido Monique en su vida son combates, batallas, y luchas en las que le ha sido casi imposible ganar. Pese a todo, ella siempre ha continuado luchando, dándolo todo para superar los baches.
Se hace hincapié en la discriminación que sufre por ser mujer, así como en el racismo al que debe hacer frente por ser negra. Monique se relaciona casi exclusivamente con personas negras en su día a día, y no es porque ella lo haya buscado; 'Mi primer combate' muestra una realidad social que a veces se nos escapa. Y es que esa utopía de la integración no es más que eso, una utopía que está lejos de cumplirse en realidad. Monique se ha visto empujada a la exclusión social por ser negra, por ser pobre y por ser mujer; e incluso estas tres realidades están interconectadas entre sí.
Junto a ella hay otros compañeros que también viven en su misma situación, todos ellos pertenecientes a colectivos en riesgo de exclusión social. Viven en un barrio conflictivo del que salir les será muy complicado, porque no disponen de los medios económicos suficientes; la única fuente real de ingresos que pueden llegar a obtener es mediante el tráfico de droga, o mediante cualquier otro medio ilegal. Y eso podría costarles lo mismo que a Darrel: pena de prisión. Los trabajos a los que pueden aspirar tienen sueldos muy bajos, puesto que no están lo suficientemente formados. Mas tampoco pueden formarse en condiciones porque no tienen la oportunidad de hacerlo: los estudios a los que tienen acceso son básicos, y nunca podrán permitirse unos estudios superiores a menos que dispongan de una beca, algo que, por desgracia, probablemente no obtendrán.
La capacidad que tiene Newman de narrar esta historia, con toda esa crudeza, es incluso asombrosa. El guión está también escrito por ella, y se nota en todo momento que la historia es algo que le ha llegado desde el primer momento. Una directora novel que esperemos pueda volver a trabajar en el mundo del cine pronto, para nuestro goce como espectadores.
Una película de sobresaliente en todos los aspectos
Aunque no solo la historia es buena: el elenco está excepcionalmente elegido. Sobre todo Elvire Emanuelle, la protagonista. Su mirada tiene una fuerza, una violencia y un dolor que hacen que toda la película sea totalmente creíble. Vemos en ella a la verdadera Monique, una chica que ha sido abandonada a su suerte y que no sabe qué hacer para escapar de una situación que no le gusta; una joven que ha comprendido la realidad de una sociedad donde solo aquellos que nacen en los grupos privilegiados podrán mantener esos privilegios. Hay momentos en los que su expresión casi duele.
En cuanto a la fotografía y las imágenes, se rigen por un estilo naturalista. El foco de la atención es constantemente las expresiones faciales; se busca transmitir sentimientos, buscar en el espectador una especie de empatía que acabe provocando que se sienta parte de la película, de la historia. Hay escenas que pueden llegar incluso a resultar duras, y que no son recomendables para todo tipo de públicos. Y es que los momentos en los que Monique boxea se ve cómo cada golpe causa un daño atroz, cómo el combate no es tan sencillo como pudiera parecer al principio.
Newman demuestra, con su primera película, ser una directora muy prometedora. Tiene una larga carrera por delante que podría ser muy exitosa si realmente tuviera la posibilidad de continuarla. Porque con 'Mi primer combate' consigue contar una historia dura, cruda, desgarradora, pero sin hacerla en ningún momento incómoda o desagradable. Consigue romper la cuarta pantalla y que el espectador se sienta parte de todo, que sienta a Monique como una amiga a la que le gustaría poder proteger del dolor y del daño. Y, sobre todo, empuja a una gran reflexión: en situaciones parecidas a las de Monique hay muchísimas personas. Miles. Cientos de miles. Que no tienen la posibilidad de luchar por un futuro digno, que deben sufrir en sus propias carnes humillaciones, vejaciones y situaciones insostenibles solo por haber nacido de determinada manera o en un determinado contexto.
Películas como 'Mi primer combate' hacen que creer que el cine no solo es mero entretenimiento, sino un arte, sea terriblemente fácil. Porque la última producción de Netflix demuestra que entretenerse, disfrutar y aprender al mismo tiempo es posible. Si sois suscriptores de Netflix, no dudéis ni un momento en invertir parte de vuestro tiempo en ver esta producción.
Lo mejor:
- Elenco.
- Dirección.
- Fotografía.
Lo peor:
- Imágenes explícitas.