HEREDEROS DE ROBOCOP

'Binary Domain', la supremacía tecnológica y sus quebraderos de cabeza

Acción y plomo por todos los sitios son las principales señas de identidad de 'Binary Domain'.

Por José L. Ortega 8 de Mayo 2012 | 22:45

El ser humano siempre ha tenido una fascinación por pintar el futuro, por saber cómo será el mañana. A todos nos inquieta conocer qué le espera a nuestros descendientes en este mundo que está tan jodido. Por si tuviéramos poca faena con vivir el presente.

Nunca está de más imaginar, pensar que dentro de unos años todo será más bonito. Se ha hecho en el mundo del celuloide, y si hubiesen cumplido sus previsiones ahora mismo viajaríamos por el tiempo en Deloreans, circularíamos con vehículos voladores o viviríamos constantes odiseas en el espacio.

Pero es inevitable, cuando se mira adelante, relacionarlo todo con la tecnología y, cómo no, con los robots. Toshihiro Nagoshi, uno de los personajes más peculiares del sector, que en su currículum tiene haber creado 'Super Monkey Ball' o la producción de títulos como 'Yakuza' o 'F-Zero GX', ha tratado de disfrazarse de Isaac Asimov con 'Binary Domain', un título que posee un guión correcto aunque termina siendo poseído por la simpleza, y una jugabilidad que bebe de diversas fuentes, pero que termina cojeando y siendo presa de una simplicidad extrema.

Propuesta valiente

Transcurre el año 2080 y el mundo está rendido al servicio de la tecnología. Impulsada por dos grandes empresas, una americana y otra japonesa. Otro capítulo más de la eterna lucha entre oriente y occidente. Tanto poder autómata se le acaba yendo de las manos a las autoridades. Sobretodo cuando hacen acto de presencia los "Hijos del Éter", robots con el aspecto y la creencia de que son humanos que están camuflados por la sociedad, haciendo imposible su distinción del resto.

La idea argumental resulta buena sobre el papel, intentando trasladar al jugador una moralidad sobre la ética de tener una supuesta vida más fácil gracias a la existencia de los androides. A medida que avanza la aventura las buenas ideas se disipan en pos de la acción casi sin sentido, dando como resultado un "Tengo muchas armas y voy a destruir todos los cabezalatas que me encuentre sin preguntar por qué".

Culpa de esto en parte lo tiene el nulo carisma de los protagonistas. Un grupo de cinco soldados arquetípicos. Tres hombres y dos mujeres. Ellos, poseídos por el ego y su vigorexia. Ellas, algo más variadas; por un lado la típica belleza asiática y por otro, una que bien podría pasar por cuarto hombre del grupo. Manejamos en todo momento a Dan, pseudo-héroe del grupo. A nuestra elección queda qué dos aliados nos ayudan en todo momento, pese a que realmente da igual porque no afecta en el desarrollo.

Sucumbiendo por la falta de ideas

Es innegable que 'Binary Domain' llega inspirado en gran medida por 'Gears of War', no solo por el encefalograma plano de sus protagonistas, sino por su esquema de juego. Ya sabéis, cobertura, disparo, otra cobertura, se acerca robot,lo machaco con un garrotazo, cobertura. Entretiene su simplicidad, pero termina resultando una lástima. Sobretodo después de unos compases iniciales prometedores, con segmentos que se alejan un poco de tanto balazo, resulta un triste espejismo después de la primera hora de juego. A partir de entonces y salvo en ocasiones muy puntuales, todo resulta una ensalada de plomo. No faltan combates contra enemigos descomunales bastante intensos, aunque terminan por sucumbir debido a bajadas escandalosas en el framerate. Asi pues, uno se queda con la sensación de tener ante sí un producto con ideas buenas pero que terminan derivando en una simpleza catastrófica.

Quedan resquicios de ideas resultonas, pero que acaban por ser agua de borraja totalmente inservibles. 'Binary Domain' tiene la posibilidad de utilizar comandos de voz a través del headset. Resulta una propuesta cuanto menos graciosa y original. En combate hay cuatro acciones básicas que ordenar a nuestros compañeros. Personalmente, no las he utilizado más que en los tutoriales del comienzo por obligación, principalmente porque se me olvidaba. Y eso es sin duda un síntoma de que no es un sistema que profundice ni que cale lo más mínimo.

También es posible utilizar estos comandos de voz en ciertas conversaciones obligatorias en las que profundizar con los compañeros y ganarnos su lealtad para... nada, realmente. Como anécdota, quiero comentar que en una conversación con la mencionada belleza asiática, la respondí "Claro que sí" con la clara intención de llevármela al huerto. No sé por qué, el maldito juego lo interpretó como un "Gilipollas". Efectivamente, me acabó dando calabazas.

¡Malditos cabezalatas!

Como no podía ser de otra manera, no puede haber juego oriental sin un pequeño resquicio de RPG. Nada fuera de lo común. Compra de objetos, mejora de armas y cuadrados con habilidades que mejoran las capacidades del grupo. Pero al igual que con los comandos de voz, son variaciones que sabemos que están porque nos lo dicen, no porque notemos ningún tipo de diferencia.

Luego está el tema del doblaje... Duele mucho decirlo, pero creo que es la peor localización que he visto en mi vida. Ya de por sí los personajes no dan mucho juego, pero los actores que le dan voz parece que han suprimido su sangre por litros de horchata. Ni una mínima variación en sus tonos, ni un pequeño soplo de tensión. Una interpretación fría, muy fría. Insípida. Pobre. Me niego a creer que a estas alturas de la película, en un medio como el de los videojuegos, siendo el método de entretenimiento que más beneficios reporta, se elaboren doblajes tan pésimos.

Todo esto es 'Binary Domain', un compendio de buenas intenciones que acaban siendo poseídas irremediablemente por la simpleza más extrema. Un buen planteamiento narrativo que acaba por olvidarse prácticamente del guión para centrarse en el combate. Pero éste tampoco resalta por encima de nadie. Una evidencia de que aun hay quien quiere arriesgarse en el mercado oriental, aunque acabe siendo presa del miedo y dirija su obra, que a priori posee otras intenciones, al inexorable mundo de lo básico. La búsqueda de lo fácil en un sector que pide día tras día algo diferente. Y a títulos como este, que aunque al fin y al cabo diviertan, le penaliza sobremanera no destacar en ningún aspecto.