DE BARRENDEROS

Analizamos 'Dustforce' para PSVita

Abordamos de buena gana la original propuesta de Hitbox Team. Un juego en el que la suciedad es nuestro enemigo natural y la escoba nuestro mayor aliado.

Por Alberto Duque 7 de Marzo 2014 | 00:42

En ocasiones, resulta curioso sentarse y recapacitar sobre el viaje que ha realizado el desarrollo de videojuegos hasta nuestros días y el futuro panorama que presenta, en ocasiones no tan condicionado por las exigencias o las preferencias de consumo de los usuarios sino por la intención puramente creativa de su autor. Estos títulos independientes, no sólo simbolizan una reivindicación del auténtico espíritu del trabajo de antaño sino que poco a poco están ganando terreno sobre las compañías con mayores recursos de desarrollo, sentando las bases de un nuevo mercado en el que la diversión prima por encima de cualquier artificio gráfico.

Que la escoba te acompañe

Puede que esta pequeña verborrea os sea totalmente innecesaria para abordar un título tan modesto como 'Dustforce', pero resulta imposible no alabar proyecto construido sobre una idea tan inverosímil y original como el "superhéroe barrendero". Independientemente del resultado final, que siendo totalmente sinceros no ha sido muy satisfactorio, el juego presenta un reto completamente diferente para los amantes de las plataformas scroll-lateral enfrentándolos un enemigo fuera de lo común, la suciedad. Lo que desde siempre fue el colmo de cualquier portero o jardinero, traerá de cabeza a todo jugador que ose enfrentarse a sus delirantes niveles, desarrollados en función de las habilidades de sus protagonistas. El título cuenta con cuatro personajes jugables que siguen los clásicos estereotipos en los que la historia ha encuadrado a estos infravalorados individuos y que pueden escogerse al principio de cada misión. Cada uno presenta unos parámetros de agilidad completamente distintos de los que el juego no nos pone nunca en antecedentes por lo que resulta bastante tedioso repetir cada nivel hasta dar con el personaje más adecuado para superarlo.

Dustworth, a pesar de ser el más difícil de controlar, tiene el salto más largo juego; Dustgirl tiene más alcance de ataque y velocidad pero al mismo tiempo más inercia en sus movimientos; Dustkid puede saltar tres veces en el aire y no parece tener ninguna penalización apreciable, y por último Dustman presenta una ligera combinación de todas las habilidades anteriormente citadas lo que le convierte en el barrendero más equilibrado del equipo. Dicho esto, el objetivo del juego es bastante sencillo: dejar todo como los chorros del oro. La suciedad nos rodea desafiando en ocasiones las leyes físicas lo que nos obliga a desplegar una cornucopia de saltos y piruetas más propias de Spiderman o Daredevil que de alguien cuya principal herramienta de trabajo es una escoba.

Who you gonna call?...Dustbusters!

A medida que vayamos avanzando en cada nivel y limpiando su superficie, acumularemos energía en una barra de combo que, una vez llena, nos permitirá desplegar el verdadero potencial de nuestro personaje, aunque al final el juego puntuará nuestra habilidad a los mandos no sólo por nuestra efectividad sino también por el estilo que hayamos desplegado para superar la fase en cuestión. Esta puntuación irá desbloqueando llaves de hierro y oro que nos permitirán acceder a nuevos escenarios de los cuales podremos salir y entrar libremente con el objeto de conseguir mejores marcas. A parte de un par de enemigos y todo un abanico de insalvables abismos que tendremos que evitar a toda costa si no queremos acabar hechos tapioca contra el suelo, el título no entraña más misterios.

'Dustforce' pretende recordarnos aquellos maravillosos años en los que los juegos explotaban la paciencia y la frustración del usuario enfrentándolo a niveles prácticamente imposibles, pero que por alguna extraña razón atrapaban toda su atención. Es cierto que conseguir algo como eso con la oferta actual de títulos es todo un logro, pero desgraciadamente el juego no contiene alicientes que soporten de manera indefinida esa constante impotencia ya que está construido sobre un modelo de consumo más propio de las antiguas máquinas de las recreativas en las que los jugadores podían pavonearse del resto consiguiendo puntuaciones que dejaban patente su innegable habilidad a los mandos.