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Análisis de 'Yakuza 6: The Song of Life' para PS4, el legado del dragón

LEGADO

Análisis de 'Yakuza 6: The Song of Life' para PS4, el legado del dragón

Daniel G. Astarloa Por Daniel G. Astarloa

El 15 de Marzo 2018 | 09:00

La nueva entrega de una de las franquicias más mimadas de Sega llega rompiendo esquemas y enseñando cómo hacer una gran narrativa sin sacrificar el humor.

¿Cómo un videojuego puede hacerte reír hasta el punto de despertar a tus vecinos a las tantas de la madrugada porque no has podido contenerte, y automáticamente dos minutos después obligarte a agarrar los pañuelos con fuerza mientras contienes las lágrimas? La magia de la franquicia 'Yakuza' es una que muchos desconocen, pudiendo catalogarla sin reparos como juegos de nicho. Yo mismo no había decidido dar un paso adelante y probar la saga hasta hace poco tiempo.

'Yakuza 6: The Song of Life' no es un juego más. No es la sexta entrega en una saga agotada por lanzamientos constantes y mediocres, por mucho que su número pueda dar a pensar algo semejante. No es un título de mundo abierto con localizaciones genéricas y objetivos para perder el tiempo sin lograr nada a cambio. No es, tampoco, una historia olvidable y llena de relleno que sirve para pasar el rato. Es una obra maestra: el canto del cisne de un animal extraño y maravilloso.

Batallas

El dragón ha envejecido

Kazuma Kiryu no es un yakuza. Nuestro protagonista cincuentón hace tiempo que dejó la mafia japonesa para dedicar su vida a otros aspectos más importantes, como el cuidado de su hija adoptiva o la crianza de toda una serie de chicos en un orfanato, perro incluido. Su objetivo ya no es otro más que disfrutar de un retiro pacífico en el que los asuntos del pasado no le persigan más ni a él ni a sus seres queridos. Por supuesto, no ha podido ser así durante una gran cantidad de entregas y no iba a poder ser en esta tampoco.

Tras pasar algunos años en la cárcel por los eventos de 'Yakuza 5', Kiryu vuelve y se encuentra toda su vida en el caos y el descontrol. No entraremos en los detalles, pero sí hay que destacar uno importante tanto para el nivel narrativo como el jugable: nuestro buen hombre mayor ahora es abuelo. Debemos cuidar de un bebé de apenas un año de edad que parece haber surgido de la nada. ¿Quién es su padre? ¿Por qué estamos a su cargo? ¿Cómo está todo conectado a la guerra entre bandas que se da en Tokio?

Nuestra intervención con los yakuza pasa a un segundo plano de repente cuando el niño entra en juego. De repente nos vemos cambiando pañales, llevando al pequeño de un lado a otro limitando nuestra velocidad y teniendo que prestarle atención con minijuegos de acunarle en caso de que llore mucho. Demonios, una de las principales misiones consiste en ir en busca de leche en polvo para el pequeño. 'Yakuza 6: The Song of Life' hace que, de repente, nos sintamos como un abuelo que cuida de sus pequeños con todas las responsabilidades que conlleva pero también el amor que corresponde.

No puedo dejar de pensar en este aspecto del título a todos los niveles no sólo por lo bien implementado que está en sus mecánicas destacadas arriba, sino porque parece una evolución del propio tropo que tan de moda se ha puesto en los últimos años. Muchos juegos han querido tratar la relación entre padre e hijo: se basan en las cinemáticas, en momentos tiernos que compartir. Pero todos ellos se hacen con niños o adolescentes mayores, sin tener que lidiar con el cargo de la debida responsabilidad. Aquí mimamos de un infante incapaz de hablar, buscamos al padre con la furia de un abuelo de cuidado y nuestra propia libertad se ve mermada en consecuencia a causa del niño. Todo sin entorpecer el juego, sino enriqueciéndolo.

Bebidas y alcohol

Locura en las calles

El mundo abierto de 'Yakuza 6: The Song of Life' no se basa en la cantidad de kilómetros a su disposición, sino en la calidad que estos presentan. Visitamos diferentes barrios a lo largo de la historia, cada uno de ellos con sus propios retos, minijuegos e historias que contar. No tardamos nada en conocer los recovecos de los que disponemos, pero la verdad es que esta familiaridad juega a favor del título. De repente podemos sentirnos como en casa y notamos cómo los desarrolladores aprovechan cada metro cuadrado a su disposición.

Son los minijuegos de cada barrio lo que le dan una vida especial y única a esta entrega. Podemos quedarnos una tarde entera jugando en las recreativas de Sega a 'OutRun' o 'Virtua Fighter 5', entre otras muchas opciones; gestionar nuestro propio equipo de beisbol, como si fuésemos un entrenador dedicado a sólo esto; ir a pescar, ligar en un cabaret, marcharnos al karaoke a perder nuestro alma con canturreos en japonés. Pero el juego llega a niveles demenciales cuando nos da la opción de dejar nuestra vida y responsabilidades para chatear con chicas que se desnudan en chats en vivo. Y todo esto es sólo la punta del iceberg.

Esta locura constante se complementa a la perfección con toda una larga lista de misiones secundarias capaces de provocar emociones muy intensas en el jugador. Encontramos desde situaciones cotidianas que podríamos encontrar en muchos juegos, como hacer feliz a una niña buscando una foto firmada de su cantante favorita; pero también tenemos situaciones de completa locura, como ayudar a chicas que aseguran haber viajado en el tiempo o reflexionar sobre los peligros de la tecnología y cómo Siri y Google pueden manipularnos sin darnos cuenta en el día a día. Sí, esto es muy real.

El mejor minijuego

Un puño debilitado

Así que tenemos una narrativa sólida, un mundo abierto lleno de calidad y pequeños detalles, misiones secundarias capaces de hacernos reflexionar, reír, llorar. La historia es increíble, su jugabilidad sabe llevarlo todo a la experiencia 'Yakuza' definitiva. ¿Pero es perfecto? No tanto como podría. Su punto flojo se encuentra en sus combates, que si bien pueden llegar a ser absolutamente impresionantes y cinematográficos parecen, en gran medida, un paso atrás en la saga.

Nos enfrentamos a grandes cantidades de enemigos que deciden de vez en cuando que vamos a ser sus próximas víctimas en atracos a mano armada o ajustes de cuentas. Debemos sacar los puños y quitarles las malas ideas a base de golpes limpios, defendiéndonos debidamente y desatando el dragón que tenemos dentro. En anteriores juegos contábamos con varios estilos de combate y aunque es cierto que en esta ocasión parece que se haya evolucionado el principal parece que nuestra cantidad de ataques y movimientos se han limitado mucho más. Quitando los jefes finales acabamos cayendo en la redundancia, en usar los mismos combos una y otra vez.

Se trata de una desventaja importante, ya que el desarrollo principal de la historia se desarrolla a base de golpes y es un aspecto que debería estar más forzado y pulido. Kiryu parece estar reteniéndose y no liberando todo su potencial. Una mayor cantidad de combos y estilos de combate le habría hecho mucho bien al título. Quizás deberíamos haber vuelto al planteamiento de 'Yakuza 4' de jugar con varios protagonistas, pero se sacrifica por el bien de la narrativa y el cierre de la saga por parte del Dragón de Dojima.

A ligar

Conclusiones

'Yakuza 6: The Song of Life' ha conectado conmigo de una manera personal y magnífica. Su planteamiento de la narrativa tanto a nivel jugable como en su historia es magnífico y único, con personajes muy buen desarrollados, argumentos que marcan una impresión a fuego en tu corazón y momentos inolvidables que jamás abandonarán tu memoria. Son sus mecánicas de combate, creadas de nuevo desde cero, las que fallan a la hora de rozar la perfección a la que tanto ansía para dar un cierre y final que deseamos, pero no por ello debéis renegar de esta aventura única. Haceos un favor: jugad 'Yakuza 6: The Song of Life'. No os arrepentiréis.

9,0

Lo mejor:

- Gran historia con una narrativa estupenda.

- Misiones secundarias grandiosas.

- Decenas de minijuegos de calidad y diversión garantizada.

- Cuidado del bebé consecuente y bien introducido en la narrativa y las mecánicas.

Lo peor:

- Sistema de combate mucho menos profundo que entregas anteriores.

- Perfecto inglés.

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