El 2 de Junio 2024 | 02:15
Hace unos días Turtle Beach lanzó al mercado una nueva tanda de sus ya legendarias familias de periféricos de audio para jugadores, estando entre estos nuevos lanzamientos los Stealth 500, unos auriculares de aspecto modesto con varias sorpresas bajo la manga que hemos podido ir descubriendo en los días que llevamos usándolos para jugar y disfrutar de todo tipo de contenido multimedia.
Plástico por fuera, buen sonido por dentro
No nos vamos a engañar, los Turtle Beach Stealth 500 tiene varias virtudes, pero el apartado estético no es una de ellas. La primera impresión de este periférico al sacarlo de su caja es la de estar ante un producto bastante más barato de lo que en realidad es, pero con el tiempo nos damos cuenta que la elección de plástico puro y un acabado que podría ser mejorable para su exterior no se traduce en una mala experiencia de uso.
En los Turtle Beach Stealth 500 nos encontramos con un micrófono incorporado que no se puede extraer, una botonera con botones demasiado pegados los unos a los otros, lo que puede dificultar su uso al principio y una diadema que se presenta como uno de los primeros aciertos del dispositivo cuando comenzamos a experimentar con él.
La diadema rígida de los auriculares no se desliza para ajustarse a las cabezas de los usuarios como la gran mayoría de los auriculares que podamos tener por casa. En su lugar contamos con una segunda diadema elástica con tres niveles de altura que resulta ser especialmente cómoda por dos motivos. El primero es que no varía su posición cuando manipulamos los auriculares para ponérnoslos o para guardarlos, de modo que no tenemos que estar ajustando el tamaño en cada uso. El segundo es que al ser elástica no provoca molestia alguna por muy largas que sean las sesiones de uso que le demos.
Volviendo a la botonera hay que reconocer que no inspira la mayor de las confianzas la construcción de los botones que la componen. En ella se encuentra el botón de encendido, uno que permite cambiar entre las conexiones de baja latencia a 2,4 GHz o Bluetooth 5.2, el botón que permite cambiar entre cuatro perfiles de ecualización totalmente personalizables y las ruedas de control de volumen de salida y entrada.
De serie los Turtle Beach Stealth 500 ofrecen un audio bastante plano que no brilla en absoluto, por suerte Turtle Beach cuenta con SWARN II, un software mediante el que podremos configurar varias cosas en lo relativo al sonido del headset tanto en Windows como en iOS.
Como comentábamos antes, hay cuatro perfiles de ecualización entre los que podremos saltar con un toque de botón en los cascos y estos perfiles se configuran a gusto del consumidor en SWARN II, pudiendo ahí llevar los auriculares a sus límites. No vamos a tener los graves más potentes del mercado, ni el audio envolvente más inmersivo, pero con unos pocos ajustes los Turtle Beach Stealth 500 son más que solventes a la hora de jugar e incluso de escuchar música si no nos ponemos excesivamente sibaritas.
Si hasta ahora no he hablado mucho del micrófono integrado en el headset es porque no hay nada que destacar a este respecto. Se nos escuchará normal, sin grandes problemas, pero más nos vale cuidarnos de no tener mucho ruido ambiente, pues se puede colar fácilmente en los chats de voz y fastidiar la experiencia de juego con otros.
Los Stealth 500 pueden ser una compra fantástica para jugadores casuales y es muy agradable saltar de escuchar el audio del PC y conectarnos a un móvil, a una Nintendo Switch o a una PlayStation con un toque. Ciertamente la calidad de los materiales y el sonido no acaban de justificar los 79,99 € que cuesta el headset en la web oficial de Turtle Beach, pero con una pequeña rebaja pueden ser una opción absolutamente recomendable.
Lo mejor:
- Las opciones de conectividad y la facilidad para saltar entre ellas ofrecen mucha versatilidad.
- El audio mejora considerablemente cuando lo personalizamos en SWARN II.
- La diadema elástica es un gran punto a favor de la comodidad.
Lo peor:
- Los materiales de construcción dejan bastante que desear.
- El sonido no llega a brillar lo suficiente como para justificar el precio que tiene el dispositivo.