El 19 de Junio 2023 | 15:00
Seis años han pasado desde que la percepción de los mundos abiertos cambió. 'The Legend of Zelda: Breath of the Wild' transformó por completo lo que la gente comprendía como diversión e interacción con la naturaleza salvaje del ambiente. Fue un soplo de aire fresco en una etapa en la que los juegos con mundos abiertos aportaban números, marcadores y objetivos concretos que cumplir.
Nintendo Switch se benefició mucho del lanzamiento de aquella obra maestra de Nintendo. Tanto que los fans han esperado desde entonces una secuela que haga justicia a los conceptos que ponía a prueba aquella entrega. Seguir con la fórmula ya establecida, reforzar sus puntos fuertes y pulir los débiles.
En cierta manera, 'The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom' contesta a esas preocupaciones de sus fans. Pero decide seguir su propio camino para otras cosas: vuelve a repetir algunos de sus puntos más criticados, hace crecer el mundo de una forma distinta a la esperada y eleva la experiencia con nuevas ideas.
Silvestre contra civilizado
Si bien el primer juego se centraba en un mundo sumergido en la naturaleza, 'The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom' apunta en dirección a la civilización. El número de asentamientos en Hyrule ha crecido, la vida ha vuelto a crecer tras el cataclismo y Hyrule se recupera con paso firme de su trauma. En esto han tenido papeles clave tanto Link como Zelda, quienes ahora indagan el motivo por el que el mal resurge en las tierras cada ciertos cientos de años.
La respuesta nos llega en apenas los primeros minutos de juego. El cuerpo momificado del Rey de los Demonios se ha liberado del sello que le ha retenido por más de diez mil años y sólo tiene un objetivo: cobrarse su venganza. Acaba con la fuerza ganada por Link en el juego anterior en un solo ataque, hace desaparecer a Zelda y, para empeorar la situación, desata tal poder que un número de islas flotantes se ha levantado hacia el cielo del reino. El caos vuelve a reinar en el mundo por un momento.
Nuestro objetivo vuelve a ser similar. Debemos obtener una serie de poderes que nos ayudarán a enfrentarnos a la terrible momia y, a partir de haber completado el tutorial, prepararnos para la batalla final. Link puede dirigirse a esta en cualquier momento de la aventura, pero sólo nosotros decidiremos cuándo estamos preparados de verdad para hacer frente a la amenaza. Todo es opcional: ayudar a las tribus y buscar aliados que nos ayuden en combate, encontrar el paradero de la princesa Zelda e incluso explorar los nuevos territorios a nuestro alcance.
Cuando nosotros digamos el juego se acaba. Que sea en condiciones óptimas o no, como desbloquear un final secreto adicional, depende de nosotros, nuestra habilidad y nuestro sentido de la responsabilidad. Por supuesto, intentar enfrentarse al jefe final sin pasar por las misiones principales se traduce en retos adicionales que el juego nos obliga a superar antes, pero para la delicia de cualquier speedrunner todo se puede hacer con suficiente paciencia y habilidad.
Mundos de distancia
La mayor diferencia con la que 'The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom' se distingue de su predecesora es en la forma de entender cómo se conecta el mundo. Antes recorrer Hyrule de una punta a otra era un proceso que requería su tiempo, atravesar gigantescos paisajes que nos podía llevar horas, y más con lo fácil que era caer en la tentación de explorar cada pequeño rincón.
Esa curiosidad no muere en la secuela, pero sí se aligera. Ahora la mejor manera para viajar se divide en dos opciones. O bien volar de punto a punto, utilizando las atalayas para acercarnos en picado a los puntos de interés, o por otro lado hacemos uso de nuestros propios vehículos. Antes un caballo podía resultar indispensable, pero ahora que Hyrule tiene varias capas de exploración puede quedarse mejor en la posta esperando a la próxima ocasión.
Los vehículos son decisivos para este planteamiento, aunque no desde el primer momento. Con sus nuevas habilidades Link puede crear cualquier forma de transporte que se le venga a la cabeza, desde motos aerodinámicas con lanzallamas hasta cohetes espaciales de tres cargas. El límite está en la imaginación... y en la batería. Cuando comencemos nuestra aventura apenas tendremos tres células para hacer funcionar estas bestias, y es realmente poco para mover un coche por más de veinte segundos.
Pero cuanto más exploremos y expandamos nuestro mundo, más células de baterías generaremos. Y con estas la exploración de Hyrule se abre con más capacidades si cabe. Crear vehículos y movernos con soltura entre montañas y el lejano cielo es una gozada una vez desbloqueamos estos, y hace que el título se mantenga fresco incluso después del primer centenar de horas.
Al cual llegaremos, porque 'The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom' es encima mucho más grande que la primera entrega. La duración total dependerá de cada uno, pero con tan sólo querer cumplir las misiones principales y alguna aventura adicional ya tenemos esa centena de horas garantizada. Y queda mucho, mucho más por hacer después de eso.
Concepción de un reino
El contenido central de todo 'The Legend of Zelda' sigue girando en torno a las mazmorras, queramos o no. No fueron en absoluto el mayor acierto de 'Breath of the Wild'' que quiso alejarse del concepto para darnos entrega de las Bestias Divinas. Estos niveles más extensos servían como punto de inflexión en la aventura y distinguían las secciones principales. La pega fue su repetitividad y la falta de carisma entre lugares.
La apuesta de 'Tears of the Kingdom' no es volver a los niveles clásicos de la franquicia, ni tampoco volver a las Bestias Divinas. Los desarrolladores han apostado por una opción intermedia que quiere plantear ambos escenarios a la vez. Esta vez son Templos lo que tenemos de por medio: traen una filosofía de resolución de puzles y llegar a puntos clave para desbloquear las salas finales.
El resultado es algo mixto. Son una mejora con respecto a la entrega anterior, pero no llegan tampoco a los niveles más álgidos de la saga, ni mucho menos. Al menos cada uno de estos niveles se distingue con carácter del resto con una mecánica central distinta de uno a otro, y son escenarios especialmente memorables cuando el título se esfuerza en no replicar el mismo objetivo repetidas veces. Son especialmente destacables el Templo del Trueno y el Templo del Espíritu.
Otro punto en el que supera al juego anterior es en el planteamiento de los jefes finales. Atrás queda la idea de repetir distintas facetas de un mismo enemigo: cada uno de los grandes enemigos que nos espera al final de los templos destaca por sus propias mecánicas, puntos débiles y estrategias a seguir. Son combates muy distinguidos entre sí que, aunque son algo fáciles, resultan memorables y entretenidos. Aprovechan los elementos principales del juego y nos enseñan cómo podemos sacar provecho a las físicas de este más allá de lo que sospechamos.
A estos grandes niveles se suma el regreso de los santuarios como retos más pequeños que aprovechan las capacidades del título hasta exprimirlo por completo. Al igual que en aquella aventura son un auténtico gozo en 'The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom', y esta vez hay un número incluso mayor de estos.
Lo mejor:
- Gran mundo abierto, dinámico y lleno de sorpresas.
- Sistema de físicas impresionante.
- Nuevos poderes que permiten creatividad y personalización.
- Vehículos personalizables de toda clase.
Lo peor:
- La mayor parte de los templos están algo faltos de energía.
- Trama que vuelve a repetir la misma estructura del juego anterior.