Hace una década, el mercado estaba inundado de shooters de todo tipo. Algunos simplemente se subían al carro de cualquier manera, mientras que otros al menos intentaban aportar algo nuevo, alguna mecánica o algún giro en la narrativa o en la jugabilidad que aportara frescura. Las modas cambian, pero las tendencias se repiten, y ahora estamos viviendo el auge de los Souls-like. En cuanto a 'The Last Oricru', la ópera prima del estudio checo GoldKnights, estamos ante el segundo caso. Su intención es combinar el combate clásico de la saga de Miyazaki, igual de difícil como de ortopédico, con un acercamiento a los diálogos y las decisiones al estilo de 'Mass Effect'. Dejamos atrás las historias crípticas y el lore explicado a través de descripciones de objetos, porque 'The Last Oricru' quiere contar una historia de fantasía medieval... con un toque de ciencia ficción. ¿Qué mejor que combinar uno de los géneros más populares de los videojuegos con una de las ambientaciones más de moda en el cine y la televisión? Sobre el papel, las ideas de GoldKnights funcionan, pero quizás se pasaron de ambición los checos.
En 'The Last Oricru' despertamos en un mundo de fantasía igual de confundidos que nuestro protagonista. Su nombre es Silver y sólo podemos cambiar su peinado desde el menú de opciones, a elegir entre dos opciones: pelo largo o rapado. Dicho sea de paso, el personaje es muy irritante, tanto por su personalidad como por su voz. Con el paso del tiempo llegamos a acostumbrarnos y cambia un poco su actitud, pero las primeras horas se hace difícil de soportar. La cuestión es que en este universo, la raza superior son los Naboru, mientras que las ratas humanoides son los esclavos (las sutilezas no son el punto fuerte de la narrativa aquí). En cuanto a los humanos, quedan muy, muy pocos y son inmortales por alguna extraña razón, que tiene que ver con ese toque de ciencia ficción del que hablábamos. No vamos a profundizar en este aspecto, ya que es interesante que cada jugador lo vaya descubriendo poco a poco por sí solo. Queda por entrar en un juego una tercera facción, que dejamos también en incógnita.
Partiendo de esta base, nuestras decisiones afectarán al desarrollo de la historia, a qué facción nos acercaremos más y en qué situaciones nos veremos implicados. Por poner un ejemplo del principio del juego, podemos decidir entre apoyar una revolución de las ratas esclavizadas o seguir de parte de los Naboru. El menú principal cuenta con una sección dedicada a la afinidad que tenemos con cada una de las tres facciones.
Más allá de la toma de decisiones, que es uno de los aspectos más interesantes y novedosos que aporta 'The Last Oricru', el juego de los checos copia el sistema de combate de los Souls-like de una manera tosca y poco satisfactoria, combinado con algunas malas decisiones de diseño.
Sin querer entrar en el sempiterno debate sobre la dificultad en este tipo de juegos, la decisión de introducir un segundo nivel de dificultad beneficia enormemente a 'The Last Oricru', precisamente por tener un sistema de combate no muy competente. De esta forma, el avance se hace más ameno y se puede disfrutar de algunas de las bondades del título, es decir, progresar en la historia, tomar decisiones y ver hasta dónde nos llevan.
El diseño de escenarios no es excesivamente complejo, pero sí está muy bien pensado para guiar al jugador de una forma orgánica. Recorremos durante varios minutos una zona del mapa hasta que llegamos al punto donde podemos abrir un atajo que nos permite avanzar más rápido. Una fórmula clásica del género, pero que en 'The Last Oricru' está muy bien ejecutada. Esto complementado con una dirección artística interesante. Todo esto no quita que el juego se beneficiaría enormemente de un mapa, sobre todo para las zonas más grandes en las que es fácil perderse cuando un personaje nos dice que vayamos a tal sitio y ya no nos acordamos dónde estaba o directamente no hemos pasado por ahí y no sabemos a qué se refiere.
La muerte implica lo de siempre: perdemos la experiencia conseguida hasta el momento y, si volvemos a morir antes de recogerla, estará perdida para siempre. Aparte de la experiencia, también dejamos atrás la esencia, cuya función es prácticamente esteril. La subida de nivel se realiza en unas zonas de descanso, donde distribuiremos puntos de atributo para hacer que nuestro personaje sea más fuerte, tenga más salud, más inteligencia o pueda cargar más equipamiento. Esto último es importante, pues cada objeto tiene un peso y el protagonista un límite para poder moverse con ligereza. Puede que tengamos un espadón muy poderoso, pero de poco nos sirve si vemos que nuestros movimientos quedan enormemente restringidos. A todo esto se le suma un diseño de menús poco intuitivo, con un fallo bastante grande en la pestaña de misiones. En vez de hacer una lista con scroll, se van acumulando en una misma ventana y el tamaño de la fuente se reduce hasta ser prácticamente ilegible.
Desde el artefacto para subir de nivel, también accedemos a la opción del cooperativo. De esta forma, un amigo puede acompañarnos, ya sea de forma online o local. Todas las decisiones las toma el anfitrión, mientras que el compañero ayuda en el combate. La única novedad en este modo es que hay ciertos hechizos que mejoran cuando se utilizan por dos personas a la vez. Más allá de esto, no hay ningún otro aliciente para jugar en cooperativo, tampoco es que necesitemos la ayuda porque para eso está el nivel de dificultad más bajo.
'The Last Oricru' da una de cal y una de arena en su apartado gráfico. Los modelados de los personajes no están muy trabajados y las facciones no son especialmente expresivas. Esto es algo que perjudica a la inmersión si tenemos en cuenta que buena parte del juego nos lo pasamos con primeros planos de ellos mientras conversan. Sin embargo, los escenarios cuentan con unas texturas más que decentes y, por encima de todo, el juego cuenta con una dirección artística muy cuidada, que nos anima a explorar cada rincón del mapa, da igual que sea una ciudad medieval, un castillo, unas minas bajo tierra o un volcán.
Conclusiones
'The Last Oricru' intenta aportar algo nuevo a un género que se ha convertido en poco tiempo en manido y genérico. A pesar de las buenas intenciones, el núcleo jugable no consigue estar a la altura y ensombrece la experiencia general. Aunque la historia no es de una grandísima calidad, las decisiones sí que importan y la trama cambia según nuestros actos y nuestras palabras. La posibilidad de reducir el nivel de dificultad hace que probar diferentes variantes se haga más ameno.