Es posible que alguien que tiene en su poder la Guía de Supervivencia Zombie de Max Brooks, que ha visto todas las películas de George R. Romero y que es fan incondicional de The Walking Dead (sí, hasta de la tediosa segunda temporada), no sea la persona indicada para analizar 'The Final Station'. Sin embargo, por pura probabilidad, ha sido el juego que ha caído en mis manos esta semana. Y yo lo acepté con un ligero temblor en el pulso.
No prometo, pues, que esto sea un análisis serio.
Supervivencia en las vías
Ha sido después de comer, en esas horas muertas entre el sopor de la comida y la voz de la conciencia diciéndome que tenía que ponerme a trabajar, cuando he disfrutado de lo que me ofrecía 'The Final Station'. Es un juego que por su estructura ligera y simple, se puede disfrutar perfectamente durante ese tiempo en el que, literalmente, no te apetece ni quieres hacer nada mejor.
'The Final Station' se enmarca en un mundo post-apocalíptico que ha sido asolado por unas extrañas cápsulas que trajeron consigo un gas perjudicial para la salud de aquellos que estuvieron en contacto con él. Los primeros síntomas no dejan lugar a dudas: una sustancia negra sale de sus orificios, y los humanos se convierten en criaturas violentas que no dudarán de arrancarte la cabeza si es necesario y preciso.
Las comunicaciones y el transporte en este mundo quedan rápidamente limitadas. El Gobierno trata de evitar que se propague esta plaga, por lo que cada ciudad se convierte en un pequeño oasis en medio de un desierto de desolación.
¿Y tú quién eres en esta historia de supervivencia y superación? ¿Cuál es tu papel? ¿Quizás eres un soldado? ¿Un agente de policía? ¿Un Rick Grimes de la vida? ¿Un intrépido superviviente como Joel de 'The Last of Us'?
...
No. Eres el conductor de un ferrocarril. Ni más ni menos. El encargado de un ferrocarril que, con su gorra anclada en la cabeza, sin comerlo ni beberlo, acaba envuelto en una trama que trasciende a gobiernos e intereses de las altas esferas*. Tu misión como conductor será, no sólo transportar las diferentes cargas altamente peligrosas y secretas que el gobierno y el ejército ponen bajo tu responsabilidad... sino que, además, en el ferrocarril te acompañarán diferentes supervivientes.
El juego se compone de diferentes niveles que superaremos una vez que consigamos el código que nos permite seguir avanzando con nuestro ferrocarril. Podríamos decir que 'The Final Station' es el clásico juego de puzles camuflado que hace las delicias de la gente que, como yo, no tenemos paciencia para los títulos de ese género. Es como cuando tu madre te camuflaba las verduras con las patatas fritas. Bueno, quizás este no es el mejor ejemplo, pero estoy segura de que me habéis entendido.
En cada etapa de 'The Final Station', tendremos que optimizar de la mejor manera posible nuestros recursos (munición y botiquines). De esta forma, tendremos que combinar el riesgo de la exploración con intentar no malgastar balas. ¿Es la exploración un punto clave en la trama y en la trascendencia de 'The Final Station'? No. De hecho, puedes pasarte el juego corriendo como un pollo sin cabeza. ¿Es recomendable? Hombre, pues no.
Sin embargo, si hay un poco de inquietud personal en vuestro interior, aconsejo revisar todas y cada una de las habitaciones, ya que será de esta forma como accederemos a detalles de la historia y nos enteraremos de qué va la cosa. Además, otro punto importante es que al registrar las diferentes habitaciones, encontraremos supervivientes que nos acompañarán durante las diferentes trayectorias. Esto sí es importante, ya que si los pasajeros no mueren de hambre ni desangrados, al llegar a sus destinos nos pagarán.
Y a todo el mundo le gusta el dinero.
Gracias a estas recompensas y a lo poco que vayamos recogiendo durante los repasos a las diferentes zonas, podremos comprar munición, comida y botiquines. Además, encontraremos elementos y objetos que nos servirán para craftear los tres objetos.
Este, a grandes rasgos, es el panorama que nos encontramos en 'The Final Station'. ¿Resulta creíble? Bueno, estamos en un mundo post-apocalíptico pixelado en el que la gente se transforma en zombie. Sinceramente, con que resultara entretenido ya contaba con mi aprobado. Y vaya si lo ha sido.
Como decía, en cada fase he tendido a tratar de administrar bien tanto balas como botiquines. Eso quiere decir que cada vez que malgastaba una sola bala o botiquín, reiniciaba el nivel. Y diréis: "Pero Cris, estás enferma". Y yo os responderé: es posible, pero eso me ha servido para tomarme en serio el juego.
Al fin y al cabo, 'The Final Station' no es más que un juego que propone a los jugadores el reto de tener que sobrevivir. ¿Y cuál es la primera regla para que los zombies no se te echen encima? Pues eso: cuidar la munición, ingeniártelas para gastar las menos balas posibles y no tomar botiquines como si fueran chupitos. Al final, esta motivación ayuda a que el jugador sienta la presión que quizás podrían experimentar los protagonistas de mis películas favoritas de zombies: la tensión de saber que tienes botiquines, pero que tienes que apurar al máximo porque quién sabe si más adelante te vas a encontrar con una situación más peliaguda.
Cada vez que hago un análisis me hago la misma pregunta, por ser sincera con vosotros: ¿Me habría comprado este juego si no me lo hubieran regalado con una clave? Por desgracia, y como os he adelantado al principio del análisis, la temática zombie y post-apocalíptica me vuelve loca, así que, sintiéndolo por vuestros bolsillos, me atrevería a afirmar que sí me habría comprado el juego de Tiny Build.
Y, qué demonios, siempre es un buen momento para reventar cabezas de zombies.
* Durante toda la partida, me he reído mucho imaginando a un conductor de Renfe en la misma situación. Podría salir una divertida parodia de esto (lo dejo en el aire).