Cuando aún era niño pasaba la vida imaginando mundos paralelos repletos de magia y fantasía. Dragones. Espadas. Todo era válido. Me tocó vivir aislado del mundo, en una casa perdida en un recóndito lugar de montañas, demasiado lejos de la ciudad más allá de los horarios escolares y a merced de mi propia imaginación durante las largas temporadas de verano. Porque no, tampoco había piscina.
Motivo suficiente como para acabar introducido de lleno en el plantel de los MMORPG cuando, esa cosa abstracta llamada internet, llegó de un modo u otro a mi vida. No eran más que juegos gratuitos y con una pésima puesta en escena, pero suficiente para saciar la sed de un, ya menos crío, y su necesidad por paliar una horrible sensación de aislamiento. El hecho de sentirse libre en un mundo sin prácticamente barrera alguna y experimentar, sin necesidad de estar atado a los designios de otros títulos del momento, fue una de mis aperturas al medio. Una que, salvando las distancias, siento haber recuperado con la llegada de 'Elsweyr'.
Un vasto mundo por delante, pero más accesible que nunca
Aclaremos las cosas: nunca había pasado por 'The Elder Scrolls Online'. Lo he seguido de cerca, sabía cómo funcionaban sus mecánicas y yo mismo he escrito sobre sus idas y venidas, pero el punto más cercano que había tenido hasta el juego ahora mismo llegaba de manos de otros compañeros o notas de prensa. Incluso así, tras un largo historial de MMORPGs a la espalda y constantes visitas a las tierras de 'Final Fantasy XIV', sentía que el título de Bethesda tenía poco que contarme.
Con todo, las cosas iniciaron de forma diferente. La idea, o al menos eso pensaba, era que las puertas se abrieran en medio de parajes vacíos y despoblados de jugadores y tener que dedicar las próximas semanas a entender cómo funcionaba el título antes de poder embarcarme en su última experiencia. Y bien, la realidad no dista demasiado de la idea, pero 'Elsweyr' hace un trabajo fenomenal en cuanto a lo que adaptar al público novato se refiere, permitiendo que empecemos —tanto si somos nuevos como si cambiamos de clase—, no en los orígenes del MMO, sino en las propias tierras de Elsweyr.
Un punto tremendamente refrescante y que aboga por un accesibilidad especialmente notable al jugar con su narrativa y empezar la historia por el final, por decirlo de alguna manera, para que nadie se pierda la fiesta. Y es que encontrarte con una región dominada por los Khajiita y fácilmente reconocible —si nos hemos tomado la molestia de empaparnos un poco en su fantasía— poco antes de que estalle una guerra contra los dragones es un forma magistral para introducir al usuario en la fantasía de tu obra en un medio en el que priman las misiones de recadero y los tutoriales infinitos.
Y no es que 'The Elder Scrolls Online: Elsweyr' los elimine por completo, pero la sensación de sentirte a bordo es una que se respira ya en el minuto cero, facilitando enormemente la inmersión del jugador y propiciando una experiencia mucho más completa que la que he sentido en tantos otros MMO transportando hierro, hierbas y todo tipo de ungüentos a la mitad de la población durante las primeras horas.
Lejos de quedarse en ese punto, sus desarrolladores apuestan por una accesibilidad extremadamente notoria al eliminar las barreras iniciales, permitiendo el trabajo conjunto entre novatos y expertos y sincronizando el nivel de enemigos al de nuestro avatar, creando así la continua sensación de encontrarnos, insisto, dentro de una mística que suele ser poco benévola en el género.
Un regreso a la sombra de sus anteriores incursiones
Con todo, y tras comprobar la experiencia que suponen el resto de entregas del título online, parece que 'Elsweyr' se queda a medio camino y no consigue brillar tanto como lo hicieron sus anteriores exponentes. Es una victoria pírrica por parte del estudio, ya que la expansión cumple con sus objetivos, pero no consigue ir mucho más allá.
Algo que se siente en un desarrollo narrativo que, si bien cumple, no consigue destacar de forma especial. El hecho de incluir dragones se entiende como el pináculo de su proposición pero no acaba de sentirse tan sonoro como suele ser costumbre en la franquicia. Además, las misiones de recadero se hacen notar demasiado a lo largo de su extensión narrativa y, pese a ser un acto recursivo en el género, no quiere decir que no haga mella en su evolución.
Algo similar ocurre con sus parajes, que no consiguen definirse del todo y hacen de Elsweyr un espacio enorme con escasas posibilidades a nuestro alcance. La expansión tiende a concentrarse demasiado en puntos específicos del mapa y Rimmen es toda un portento dentro del título —por no hablar de experiencias online como la que ofrece, por ejemplo, Sunspire—, pero más allá de eso de la impresión de que el aspecto árido predominante de esta nueva entrega se expande mucho más allá que el resto de puntos que le dan forma, consiguiendo así una idea de contar con escaso espacio jugable. Igual que ocurre con la llegada de los dragones, parece que falta un pequeño empujón para poner sus engranajes en marcha.
Nigromante, una apuesta de lo más versátil
Pero, si seguimos con esta estructura de "una de cal y una de arena", lo cierto es que 'The Elder Scrolls Online: Elsweyr' presenta novedades ciertamente funcionales en sus mecánicas. Unas que se hacen notar especialmente con la introducción de esta nueva clase que, sin necesidad de muchas presentaciones, llega bautizada bajo el título de Nigromante.
Una clase que, de primeras, parece poco inspirada y demasiado trillada en el género pero que, sobre el papel, resulta rendir mucho mejor de lo esperado, con una versatilidad que lo hace especialmente cómodo a la hora de lanzarse a la aventura y que no hace distinciones entre personajes noveles y veteranos. Su particularidad, por supuesto, es la de levantar a los muertos en beneficio propio, pero Bethesda y Zenimax no se quedan en la superficie y consiguen adentrarse en su mística para ofrecer un tipo de jugabilidad más completa de lo que parece en primera instancia.
Una versatilidad que le permite encajar en diferentes tipos de juego, en función de a que rama decidamos decantarnos. Pese a que Living Death ha sido la principal apuesta para un servidor, permitiendo curar y revivir a aliados en medio de cualquier incursión, el Nigromante cuenta con dotes ofensivas gracias a Grave Lord o construir barreras y armaduras con los restos de los muertos gracias a Bone Tyrant. Una combinación que se mueve por la línea de la variedad y nos permite trazar un estilo muy diferenciado y completo, siendo una de esas clases que resultan fáciles de iniciar pero que piden algo más de capacidad para poder ser dominadas.
Sin duda, uno de los grandes exponentes de esta nueva expansión, que añade una clase capaz de variar fácilmente entre personaje de apoyo y DPS para mantener el equilibrio con el resto de mecánicas y funcionamiento online del juego y, a la vez, introducir una nueva experiencia más que llamativa a su plantel. Algo que agradecer tras la última incursión del MMO en este sentido tras el lanzamiento de 'Morrowind'.