Dudo que Miyamoto fuese consciente de que estaba definiendo el videojuego moderno cuando en 1985 finaliza 'Super Mario Bros.'. Sin embargo, estoy seguro de que cuando finalizó 'Super Mario Bros. 3' ya tenía la idea en la cabeza de que todos los ojos estaban posados sobre su cartucho: 'Super Mario' no sólo definía cómo hacer videojuegos, sino que, más importante, determinaba qué eran los videojuegos. No mucho después, 'Super Mario 64' sienta de nuevo cátedra, y, más que ideas o herramientas para crear desarrollos tridimensionales, define de nuevo a los videojuegos para una nueva era, en la que todavía nos encontramos. De por medio, los videojuegos se apelan de manera genérica como "Nintendos" en norteamérica, mientras que los millones de copias se amontonan en las cuentas de Kioto. Los ingenieros estudian el diseño de 'Super Mario Bros. 3' en las facultades, y la muestra de que 'Super Mario' va más allá de los límites de un lanzamiento meramente popular está en el premio Príncipe de Asturias a Miyamoto en Comunicación y Humanidades. Esperado, mediático, merecido. Representando que el papel de Miyamoto, el de Super Mario por extensión, ha sido -y sigue siendo- fundacional. Hoy resulta difícil definir los videojuegos porque, gracias a la explosión progresiva de este ámbito creativo como elemento de masas, hay más formas de comprender qué es un videojuego que nunca. Sin embargo, 'Super Mario Odyssey' aproxima una definición muy concreta y delimitada de una manera particular y nuclear de comprender los videojuegos, que resume, sin duda, lo que reconocemos como el sello de Nintendo.
Mencionar 'Super Mario Bros. 3' esconde la intencionalidad absoluta. Miyamoto, tras el éxito de 'Super Mario Bros.', toma autoconsciencia de su obra y se deja lleva en un tono experimental con 'Super Mario Bros. 3'. Esa idea de perpetua innovación se escribe en el ADN de la saga 'Super Mario', como constante inconformista hasta el punto en el que nos encontramos. Hoy Koizumi despierta como alma mater de 'Super Mario', sin embargo, Nintendo se debe comprender como una máquina de engranajes, una gran escuela consciente de su tradición. Así, en la visión de Koizumi, discípulo, están presentes los elementos fundamentales de la saga acompañados de la frescura que llevamos años viendo pasar entrega a entrega. 'Super Mario Odyssey' hereda el inconformismo y la autoconsciencia de que juega un papel más allá de representar un lanzamiento más. Por todo ello, sobre todo nos encontramos ante una fiesta de principio a fin.
En el cartucho de Nintendo Switch está recogida de una manera muy precisa toda la historia de Nintendo. Todos los géneros, los grandes iconos, los hitos, las ideas... Todo se incluye en este videojuego, y se aprovecha como trampolín para llegar a nuevos lugares. 'Super Mario Odyssey' es sabedor de que 'Super Mario' ha definido todos los videojuegos que hoy día reconocemos en Nintendo, y representa, en primer lugar, un homenaje a todos ellos en un enorme y contundente festival.
Debemos volver a 'Super Mario 64', donde se asienta el punto de inicio más reconocible para la Odisea. De alguna forma, tras 'Super Mario 3D World', Odyssey pretende tomar un paso atrás para saltar con más fuerza. El esquema de 'Super Mario 64' pervive en el fondo de este juego de manera muy clara, con una tradición que fácilmente se puede trazar entre 'Super Mario 64', 'Sunshine', los 'Galaxy', y llegamos así al punto actual. De esta forma, 'Super Mario Odyssey' fija un eslabón más en esa cadena, que representa un diseño de mundos obsesionado con la libertad de movimiento y de acción, que se atreve a desafiar las reglas de la física, como Galaxy, y que, como Galaxy, en ningún momento deja de sentirse 'Super Mario'. Sin embargo, lo único que estoy haciendo, por ahora, es delimitar 'Mario Odyssey', porque, a partir de este punto necesariamente hablaré de cosas que, sin contexto, aparentemente tienen poco que ver con la saga del (no)fontanero.
Mestizaje
'Super Mario 64' se conecta directamente con 'Zelda Ocarina of Time'. La tecnología pareja entre ambos juegos, para llevar el diseño de uno u otro por el cauce que ya conocemos. Sin embargo, volviendo a lo profundo de los años 90', 'Super Mario Odyssey' se sitúa en esa equidistancia y acaba con ella. Los Reinos de 'Super Mario Odyssey' se distribuyen en el sentido clásico de la saga como una secuencia que se desbloquea coleccionando lunas. Sin embargo, cada uno de los reinos es de un tamaño y complejidad inusitado. La complejidad contiene el elemento que nos interesa. Desentrañando cada reino encontramos que están compuestos de tres o cuatro partes bien diferenciadas, e inteligentemente interconectadas. Hay reinos, como el Reino de las Arenas, donde estas partes están muy claramente definidas por una separación física de desierto. La interconexión es lo que exige atención: ya que precisamos accionar mecanismos para lograr acceder de unas a otras. Requiere este 'Mario Odyssey' de mucha más inteligencia que habilidad, y una buena manera de definir un videojuego resulta en base a las exigencias cognitivas que precisa del jugador. Este diseño en base a instancias se acerca a la saga 'Zelda' en su sentido pre-Breath of the Wild, de una manera muy evidente. Por otro lado, nunca el elemento narrativo ha tenido tanto lugar en 'Super Mario', con una misión principal por fase que sirve de hilo para guiar un progreso que se puede desarrollar con total libertad. Así 'Mario' se descubre más aventurero que nunca, ganando en complejidad a través del mestizaje de géneros en perfecta armonía.
En este camino de mestizaje, logramos acceder a la comprensión de los reinos más ricos hasta la fecha. Disponer de una misión principal hila la partida para el que quiera avanzar. Sin embargo, hagamos que la anarquía se apodere de nuestro progreso. Buscándole las cosquillas en el análisis, sin hacer caso alguno a la misión principal, sin tener en cuenta en absoluto la guía que el juego nos propone, sólo me dispongo a vagabundear en los reinos. De esta desordenada actitud de transeúnte rápidamente emana una visión de conjunto del escenario en el que nos estamos encontrando. Una visión de conjunto coherente, que muestra la inteligencia con la que cada reino se ha diseñado porque guarda absoluto sentido independientemente de la forma en la que cada persona juege. El que juegue según las reglas guiadas de la misión principal comprenderá el reino, el vagabundo, lo comprenderá todavía más.
Subyace la convicción de que en la creación de 'Super Mario Odyssey' se tuvo en cuenta cada variable que el jugador puede desarrollar en cada uno de los reinos: teniendo el jugador absoluta libertad, sea cual sea la conducta que desarrolla en un reino encontrará que el nivel tiene algo preparado para él. Estos dos elementos combinados en cada reino: el primero la estructura interna que aporta lógica a cada uno de los niveles, que no puede más que recordar al diseño de las mejores mazmorras de la saga Zelda, junto al mimo por el detalle en cada esquina, vuelven a imponer que este juego, como 'Super Mario Bros. 3', sea un obligatorio para el estudio en las escuelas de diseño.
El simbolismo de 'Super Mario'
'Mario Odyssey' no sólo crece en lo cuantificable, sino que crece también en lo simbólico. El nuevo juego de la saga despierta con una intención narrativa renovada. En la propia planificación de escenas se descubre una intencionalidad de contar mucho más concreta que en ocasiones anteriores, tanto en las secuencias de vídeo, como en los breves momentos en los que el jugador pierde el control de la cámara para mostrar algo concreto. Hasta aquí la punta del iceberg, porque el hecho es que cada reino tiene su propia intrahistoria. La primera rareza de 'Super Mario Odyssey', la primera que asalta al comenzar a jugar, es la enorme cantidad de NPC que ronda en cada nivel con una verborrea incansable. Comentarios anodinos para no cortar el ritmo de un juego frenético, que sirven para rolear a Mario. Seres con problemas piden ayuda al héroe, sin reacción dialogada, el hecho de estar ayudando a personas o seres concretos, con problemas inmediatos, dibuja la personalidad de Super Mario más clara hasta la fecha. La narrativa de las misiones principales da sentido a cada Reino, que nunca supone un lugar estanco, sino que siempre se dibuja como un entorno vivo, aportando sensación de relevancia en la partida.
Evidentemente moverse en este plano de significado implica la entrada en en la sutileza. Mario se sigue jugando de manera directa, como siempre se ha jugado, sin cortes, sin pausas, sin tiempos de carga, pero, incluso el jugador ciego a todo lo que está sucediendo por debajo de los saltos y la recolección de monedas, encontrará que el contexto de fondo de este juego concluye como radicalmente diferente al de cualquier juego previo en la saga. Más rico, pero sobre todo más humano.
El otro gran elemento narrativo en 'Super Mario Odyssey' arremete con Cappy. Con diferencia, lo mejor del juego a todos los niveles: la gorra parlante de Super Mario aporta relevancia a nivel de significado en el juego y determinante en las mecánicas. En su sentido narrativo, más allá del diálogo perpetuo con 'Mario', la capacidad de poseer a todo tipo de enemigos supone, en la tradición de la saga, un fetiche morboso que dota de personalidad hasta los enemigos más planos (aka los Placapum, por ejemplo). Sin embargo, se convierte en la herramienta determinante para jugar a este Super Mario, permitiendo nuevos movimientos, y, sobre todo, la posesión de otros cuerpos. Cada enemigo, con sus propias físicas, su propio movimiento particular, pero siempre con un control muy reconocible y armonizado con el conjunto del juego, suma el elemento de variedad absoluto de este título. La capacidad de posesión de enemigos retoma la idea del cuidado diseño de los reinos: al disponer personajes con diferentes físicas y capacidades en cada nivel, cada reino necesita estar diseñado con diferentes reglas para aprovechar todas las nuevas habilidades. Este ejercicio, no sólo muestra que 'Super Mario Odyssey' se pretende como uno de los juegos más inteligentemente construidos que he podido jugar nunca, sino que exige un jugador en constante readaptación.
Constante aprendizaje
En el fondo de 'Super Mario Odyssey' se esconde la sensación de constante aprendizaje, de perpetuo descubrimiento. Se esconde la sensación de lo infinito. En cada vuelta a un reino se descubre un nuevo rincón ingeniosamente dispuesto, un nuevo guiño, un nuevo punto... una nueva muestra de que se trata de una aproximación incombustible. Un juego en el que se aprende y del que se aprende. Un juego, inconformista y desconcertante. Arriesgado en lo visual, y a este respecto no quiero destripar nada, pero la fase de New Donk City sirve como buen ejemplo de lo rompedor en ambientaciones. Lo rompedor también en un excelso apartado sonoro. Todo ello dando lugar a un juego de contrastes, de ácido, de choque, de descontextualización, que precipita a olvidar toda idea preconcebida de Mario, para someter un proceso de reaprendizaje. Todo ello sin dejar de ser, ni en un solo salto, un Super Mario reconocible. Además, y la discusión sobre lo puramente técnico necesita terminar en este punto: el juego sobresale en lo visual en una carrera in crescendo, con la valentía de desplegar lo más sorprendente a nivel tecnológico en partes bien avanzadas.
Una obra oscurecida en dos puntos muy evidentes, sin embargo. El primero de ellos arremete con el modo para dos jugadores: en absoluto interesante. Un jugador maneja a Mario y el segundo a Cappy, sin que posiblemente ninguno de los dos se divierta igual que jugando sólo. Contamos también con que 'Super Mario Odyssey' ya resulta bastante fácil, que se simplifica al jugar en dúo. Por otro lado, y aquí el principal pero, hay una diferencia muy marcada entre diferentes reinos, tanto a nivel de carisma como a nivel de profundidad. Hay reinos, como New Donk City, por mencionar uno que todo el mundo conoce, que están creados con un nivel de profundidad muy superior a otros que resultan más de paso.
Conclusión
Creo que al cierre del artículo la idea principal a resaltar debe ser la más importante tras una primera vuelta completa al juego: se presenta el Mario más rompedor de los últimos años, y a la vez plenamente reconocible. La gran fiesta para recorrer la historia de desarrollo de Nintendo, y, de nuevo, y en medio del debate sobre si los juegos single-player tienen sentido o no, la reivindicación a base de talento, de que la forma de comprender videojuegos en un sentido clásico puede ser aplastantemenente rompedora.