Los JRPG son muy queridos en Japón y muchas sagas del género tienen muchísimo más aprecio y una mejor recepción entre el público nipón que fuera de la isla. 'Star Ocean' es una de esas sagas que tienen un mayor impacto allí y se mantiene con vida gracias a ellos. Después de la fallida entrega de 'Integrity and Faithlessness' y tener que recuperar 'The Last Hope' en forma de remasterización, Square Enix no se dio por vencida y anunció 'Star Ocean: The Divine Force' hace un año. ¿Estamos ante una entrega de redención o una nueva decepción?
Nada más empezar 'The Divine Force' nos presenta con una decisión: elegir entre Laeticia o Raymond. Aunque en ese momento no somos conscientes, en realidad importa más bien poco esta decisión. Prácticamente todo el tiempo ambos personajes se encuentran juntos en el viaje (e incluso podemos controlar a quien más nos guste y cambiarlo al instante) y sólo hay unos pocos eventos que viven separados y tampoco es que aporten gran cosa al jugador, ni mucho menos incentivar a jugar todo el juego una segunda vez. El gran cambio en realidad son los primeros minutos de aventura, cuando se produce un choque cultural entre ambos protagonistas. Por un lado, Laetecia es la princesa de un reino del planeta en el que se encuentran, claramente ambientado en algún punto del pasado con sus correspondientes retrasos tecnológicos. En el polo opuesto del espectro evolutivo se encuentra Raymond, un mercante espacial que ha sido derribado y ha caído en ese planeta. Su nave y su comunicador desentonan por completo con la vestimenta y forma de hablar de Laetecia y su acompañante. Por culpa del accidente, la mercancía que transportaba se ha abierto y se encuentran con un robot volador de nombre D.U.M.A., el cual será útil tanto para el combate como para la exploración.
En cuanto a la historia de 'The Divine Force', que se puede completar en unas 30 o 40 horas, está repleta de clichés y lugares comunes del género. El planteamiento resultaba realmente prometedor con este choque entre una cultura muy avanzada tecnológicamente y otra anclada en la época medieval, con un conflicto global acercándose en el fondo. Sin embargo, un desarrollo demasiado a fuego lento hace que perdamos el interés fácilmente. No es hasta el tramo final que lo recuperamos, aunque quizás ya es demasiado tarde. Los personajes reciben un poco más de cariño por parte del guión, sobre todo si nos preocupamos en hacer los eventos opcionales llamados Private Actions. Por suerte, 'The Divine Force' es capaz de mantener el interés del jugador a través de un sistema de combate frenético, sólido y divertido.
Estamos ante un combate en tiempo real sin transiciones, por lo que los enemigos que vemos en el escenario los podemos golpear directamente y comenzar a pelear. Cada golpe consume un número de AP (puntos de habilidad) que se va regenerando poco a poco, por lo que aporrear todos los botones sólo hará que nos quedemos sin AP y tengamos que retroceder. Combina de forma inteligente un ritmo rápido con una visión estratégica necesaria para no quedar vendidos. Además, el juego nos da una serie de herramientas para poder explotar al máximo este sistema, a través de una asignación de accesos directos a cada botón del mando. Esto da lugar a combos no sólo de ataques, sino también enlaces con magias curativas o el uso de objetos como pociones o antídotos. También podemos cambiar de personaje en el momento, especialmente útil cuando nos quedamos sin AP con otro, y aporta frescura y variedad. Eso sí, los arquetipos de los personajes son muy clásicos: guerrero con espadón, maga de magia blanca o pícaro que ataca a distancia...
El último elemento que añade un toque original al sistema de combate es el D.U.M.A., ese robot que transportaba Raymond al principio de la aventura. Se puede utilizar de forma defensiva para colocar una barrera que pare los ataques de los enemigos y también de forma ofensiva para realizar combos aéreos. El resultado es muy impresionante, aunque en ocasiones el control es algo irregular, sobre todo a la hora de fijar objetivos. Además, el robot tiene su propio árbol de habilidades, que vamos mejorando mediante unos fragmentos que vamos recogiendo por el mundo.
La movilidad en los escenarios es una de sus grandes virtudes, potenciado principalmente gracias a la capacidad que nos da D.U.M.A. de volar. Esto abre muchas posibilidades a la hora de explorar, ya que no sólo tenemos que investigar por dentro de, por ejemplo, las ruinas de un edificio, sino también en lo alto. Es cierto que el control a la hora de "volar" es algo tosco y podría haber alguna forma de agarrarse a los salientes para facilitar el movimiento, pero la experiencia sigue siendo muy satisfactoria. Los escenarios son muy amplios y nuestro personaje se mueve con gran rapidez y fluidez por ellos, con lo cual hace que sea placentero ir por todos los rincones en busca de objetos tirados por el suelo o cofres con loot dentro. Además, la facilidad de escapar de los combates colabora con este impulso constante de explorar. Todo sea dicho, los escenarios son amplios y muy bonitos, porque 'The Divine Force' cuenta con una dirección artística muy buena, pero pecan de estar vacíos. Si disfrutas del mero hecho de recoger cosas sin ton ni son (ese instinto profundo que saben aprovechar muy bien los juegos de Lego), probablemente lo pasarás muy bien viajando por los diferentes terrenos del planeta.
El sistema de crafteo es algo popular en ciertos JRPGs, en ocasiones es una mera excusa para alargar de alguna forma su duración mediante horas de creación que no sirven de mucho, mientras otras veces está bien implementado dentro de la trama y bien enlazado con el resto de mecánicas (como es el caso de la saga 'Atelier'). En el caso de 'The Divine Force', por desgracia se trata de la primera la mayor parte del tiempo. Es más, podría considerarse como una mecánica completamente opcional, lastrada por su aleatoriedad. Mejor sacar este apartado fuera de la ecuación si no queremos que reste al resultado general.
Conclusiones
En definitiva, 'Star Ocean: The Divine Force' nos da una de cal y otra de arena constantemente, por eso resulta un poco más difícil valorar el resultado final. A veces la balanza se inclina más de un lado y otras más del otro. Las sensaciones generales son positivas, pero también el juego contaba con un gran potencial que no ha sabido explotar, como por ejemplo, el sistema de crafteo o los escenarios demasiado vacíos. Sin embargo, el sistema de combate, el núcleo de cualquier JRPG, es realmente divertido y sólido, aunque todavía tiene cierto margen de mejora que esperamos ver en futuras entregas.