Las historias que ha vivido Shinnosuke Nohara junto a su familia, sus amigos y los personajes más surrealistas del manga, el cine y la televisión se cuentan ya por miles. Al personaje le ha pasado de todo desde su nacimiento en 1992 de la mano del tristemente fallecido Yoshito Usui, quien dejara incompleta su obra tras dejarnos en 2009; no sin legarnos una de las licencias más queridas dentro y fuera de Japón, expandiéndose su universo hasta los videojuegos. La última incursión de los Nohara en este medio es mediante 'Shin-Chan: Nevado en Carbónpolis', el videojuego desarrollado por h.a.n.d., Inc. para la editora Neos Corporation.
Un paseo por el campo
Precisamente porque hemos visto a Shinnosuke luchando contra ejércitos enteros, viajando en el tiempo, yendo al espacio y casi cualquier situación que podamos imaginar, resulta tan gratificante tener videojuegos como el que nos ocupa ahora o como el celebrado 'Shin chan: Mi verano con el profesor —La semana infinita—', dos títulos que apuestan por historias más sosegadas, mostrando la faceta más costumbrista del Japón de los Nohara y asociados.
La historia de 'Shin-Chan: Nevado en Carbónpolis' nos lleva hasta Akita, una ciudad japonesa que los seguidores de Shin-Chan conocerán por ser el lugar de nacimiento de Hiroshi y también donde residen los abuelos del niño en el manga y la serie de televisión. En una zona rural de Akita es donde pasaremos buena parte de la aventura, haciéndonos amigos de los vecinos, capturando bichos, recogiendo y cultivando plantas o pescando en sus aguas.
Como sucedía en el anterior juego de la licencia, el entorno es un protagonista más del título al contar este con un apartado artístico sobresaliente. Nos movemos por planos fijos donde el estilo de acuarela y los preciosos fondos del juego contrastan a la perfección con los modelos 3D de los personajes. A esto se suman las tranquilas melodías del juego con los sonidos de la flora y la fauna de los campos, formando un conjunto encantador y resultando en uno de esos juegos agradables que sirven para calentar el alma y bajar un poco el ritmo y calmar el estrés del día a día.
A medida que vayamos conociendo a los vecinos de Akita iremos cumpliendo todo tipo de tareas para ellos, conociendo de paso datos reales sobre insectos, peces y plantas propias de algunas regiones de Japón, lo que aporta un extra muy interesante al juego. Hay que tener presente que el juego puede durar unas 20 horas si queremos completar todo lo que hay por hacer y muchas de esas horas pueden ser dando vueltas para que aparezca el insecto o pez que necesitamos para completar una tarea determinada, esto hace que no sea un juego para todos los públicos, pues es fácil considerar que lo que hay que hacer en 'Shin-Chan: Nevado en Carbónpolis' puede acabar siendo aburrido.
Para aportar un tono distinto y ofrecer un cambio de aires pronto aparecerá en la historia Carbónpolis, la ciudad que da título al juego y donde vamos a descubrir una zona que es radicalmente opuesta a Akita, pues aquí cambiaremos los árboles y los ríos por grandes estructuras de acero, minas de carbón e inventos imposibles.
A nuestro paso por Carbónpolis conoceremos a personajes de lo más extravagantes, podremos echar un vistazo a algunos platos muy peculiares de la comida japonesa (y a algunos inventados salidos de la inestable mente de Shin-Chan) y sí, carreras de vagonetas, un minijuego fantástico que aporta varias horas de juego y que tiene un cierto nivel de profundidad para que podamos picarnos si le cogemos el gusto. En estas carreras tendremos varios circuitos de dificultad creciente, por lo que será necesario adquirir mejores vagonetas y equiparles diversas mejoras para poder ir ganando todas las recompensas en una suerte de 'Mario Kart' sobre raíles inesperadamente satisfactorio de jugar.
Es innegable que 'Shin-Chan: Nevado en Carbónpolis' puede llegar a cansar tras casi 20 horas recorriendo los mismos escenarios, haciendo las mismas misiones y sin apenas mecánicas distintas a las que recurrir en busca de diversión, pero mi experiencia personal ha sido la de encontrar un refugio en Akita y Carbónpolis para desconectar un poco la mente escuchando el chirrido de las cigarras y el agua fluyendo por el río, echándome alguna risa con Shinnosuke y el resto de personajes y recordando tantos años de merendar en casa viendo a los Nohara, por lo que los innegables puntos flacos de esta aventura no me han supuesto ningún problema para disfrutarla como pocas últimamente.