El rock ya no está de moda. Ahora las nuevas generaciones reproducen música electrónica de la que es difícil escapar: no puedes viajar en autobús o metro sin que alguien ponga en su dispositivo móvil a todo volumen su género favorito, indiferentemente de si a los demás nos agrada o es puro ruido molesto para nuestros oídos. La moda se ha impuesto y tenemos pocas opciones para nuestro propio disfrute más que llegar a casa, ponernos los cascos y desconectar por un momento apreciando cada nota musical de ese añorado rock. Sabes en el fondo que si más gente lo escuchara, si la gente se detuviera y lo oyese como tú, sería más popular y sustituiría esos géneros comerciales que tanto detestas. Tú sabes lo que es la buena música, tú llevas más aquí, tienes más conocimiento sobre el tema. Da igual lo que las empresas digan.
Este pensamiento tan distorsionado de la realidad es el que plantea la introducción de 'No Straight Roads', un videojuego independiente desarrollado por Metronomik, estudio compuesto por diferentes profesionales de la industria que han acabado quemados con las grandes desarrolladoras. Esto va más allá de la música: es un sentimiento que muchos creadores creen cierto en sus respectivos campos. Recordad a un enfurecido Koji Igarashi echando en cara a Konami que los metroidvania siguen siendo populares para muchos jugadores, o Keiji Inafune agarrándose a la idea de que 'Mega Man' era algo que los fans comprarían sin dudar pese a lo que opinara Capcom. Las corporaciones imponen sus deseos a la población y no le dan la oportunidad de elegir. La única manera de echar abajo estas convenciones es atacando desde lo más bajo y hacer subir a la industria independiente para sustituir al viejo régimen. Y es maravilloso que un juego de esta clase plantee ese choque.
Rock hasta la médula
La trama de 'No Straight Roads' nos lleva a conocer a Bunk Bed Junction, una banda de rock compuesta por Mayday, la alocada y algo violenta guitarrista, y Zuke, el calmado y amistoso batería. Desean subir a lo más alto de la industria y demostrar que su género, muy popular en el pasado, todavía tiene mucho que dar a la ciudad de Vynil City, la cual sobrevive con la energía producida por la popularidad de la música. Pero aunque haya apagones y cierta tendencia a favorecer a las élites musicales la empresa que gestiona la electricidad no parece querer mejorar: el grupo es humillado, el rock es declarado un género muerto y se les prohibe volver a audicionarse en el futuro.
Esta tiranía es totalmente inadmisible para ambos. Unidos deciden hacer frente a la empresa NSR y su líder Tatiana para demostrar que el rock no sólo sigue vivo, sino que es un género mucho más popular que las vocaloid o los boy bands a las que tanto apoya. La mejor manera es directamente chafar los conciertos y derrotar en un duelo musical a los cinco miembros más populares de NSR, ganando así la atención del público y arrebatándoles a la fuerza el sector que controlan.
Es una historia que parece no tener mucho que ofrecer más allá de las buenas risas y gran personalidad de sus personajes, pero el planteamiento que aporta acerca de varias industrias es cuanto menos interesante. ¿Son los grandes géneros musicales manufacturados para gustar o gustan de antemano? ¿Tienen realmente alguna opinión en todo esto los fans, cuyos gustos parecen cambiar a nuestro paso? ¿O puede ser que sencillamente a la gente le gusten varias cosas, algunas más de nicho que otras? Las últimas horas del juego se enfrentan al dilema y ofrecen una respuesta sorprendentemente madura. Al final acabamos dándonos cuenta de que la trama es una clave importante de 'No Straight Roads', aunque sea por su nivel meta, y uno de los apartados clave para comprender su espíritu al completo.
Sintentízame esas sinergías
El mayor punto fuerte del título está en sus personajes: no sólo los dos protagonistas tienen una personalidad magnética que provoca el amor al primer compás, sino que los antagonistas son, si cabe, aún más carismáticos. Cada uno de los componentes de NSR brilla con una energía especial y el poco tiempo que pasamos con ellos es especialmente encantador. Cada uno representa a un género musical distinto, pero van más a lo profundo cuando los conoces un poco más a fondo. Tatiana, la antagonista central, es especialmente relevante en este aspecto como una política obsesionada con el orden y preocupada con ofrecer lo mejor para el pueblo incluso si el precio es parte de su alma.
Estas fuertes personalidades se reflejan en el aspecto principal de la jugabilidad, el combate contra los jefes finales. Los seis miembros de NSR luchan con diferentes estilos musicales y, por tanto, distintos estilos de combate. La vocaloid Sayu no es real, por lo que luchar contra ella de forma directa no es posible; el grupo de chicos 1010 está compuesto por robots, así que resulta enormemente sencillo reemplazar a los caídos por nuevas caras que la gente seguirá adorando. Cada uno de los enfrentamientos es una nueva circunstancia a la que debemos adaptarnos con rapidez.
La constante en todos los casos es el ritmo. Los ataques de nuestros enemigos siempre seguirán una pauta rítmica a la que debemos estar atentos, especialmente para aprender los ataques que podemos devolver atacando en el momento adecuado. Aprender estas estrategias es la clave central para disfrutar del título, y por suerte tenemos múltiples modos de dificultad para hacernos con cada estilo de batalla y mejorar nuestro ritmo y demostrar los maestros del rock que somos. Cinco modos, ni más ni menos, son lo que nos propone el título, aunque para acceder a ellos debemos superar el anterior sí o sí; y, por mucho que suene a repetir el mismo combate, la variedad que añaden hace que todos los combates sean altamente rejugables, casi un requisito para disfrutar al máximo esta aventura.
No hay camino más directo
El mayor problema al que hace frente 'No Straight Roads' es la parte que no está relacionada con los jefes finales. Para llegar a cuatro de ellos debemos superar una sección de hack 'n slash con algo de combate y exploración que ni de lejos está igual de inspirada que lo que nos espera al final de ellos. Se vuelven tediosas y repetitivas en muy poco tiempo, incluso frustrantes y no muy bien diseñadas por su poca variedad de enemigos y la incapacidad de fijarlos. Es una suerte que los modos de dificultad superiores no exijan a volver a pasar por estas secciones porque convertirían el juego en un sinvivir.
Es comprensible por qué están ahí: el juego sería muy corto sin ellos. La campaña base dura entre 6 y 8 horas de juego, una cantidad que se ve ampliada si nos animamos al reto de superar modos de dificultad adicionales como en cualquier juego de ritmo, pero ahí queda ya el gusto de cada jugador pendiente. No a todo el mundo le gustará repetir y disfrutar al máximo de la música que se le ofrece; este es definitivamente un título más de nicho. Pero ese es su potencial.
Conclusiones
'No Straight Roads' es, en muchos aspectos, único. No todo funciona a su favor y se podría haber reforzado con mejor diseño de niveles y algo más de dedicación a aquellas partes que no incumben a los jefes finales o la excelentísima banda sonora. A la hora de la verdad es algo que poco importa: este es un título mucho mayor que la suma de sus partes y un videojuego que marcará profundamente a ciertos jugadores con su potencial artístico. Es como el rock independiente: no es para todos, pero aquellos que lo aprecien acabarán enamorados de él. Sin duda una joya que personalmente guardaré en mi corazón por muchos años.