Square Enix encontró un punto de inflexión en 'Life is Strange'. El título de Dontnot se alejaba de los criterios básicos del videojuego con una parábola que, irónicamente, se centraba en los puntos más básicos del medio. Con una aventura que no iba más allá del "point and click", sus temáticas, el estilo adolescente que depuraba y un juego narrativo y mecánico que daban forma a todo su conjunto conseguían hacer de la historia de Max y Chloe una entrega a recordar incluso con el paso de los años.
El florecimiento del juego no tardó en llegar y, en un mano a mano entre su estudio original y la gente de Deck Nine, nos hemos adentrado en la psique de diversos personajes e historias a lo largo de los últimos años. Desde la extensión —necesaria por obligatoriedad— de Chloe hasta el injustamente olvidado 'Tell Me Why', sin olvidarnos de un segundo título de la entrega original que abrazaba cierta madurez para tratar temas como el racismo o los abusos policiales. Ahora la obra vuelve a manos de Deck Nine Games para relatar la que sea, quizás, su historia más humana y cercana desde su nacimiento. Esto es 'Life is Strange: True Colors'.
Un lugar llamado hogar
Queda claro desde un principio que Deck Nine quiere apostar por le factor emocional con este título. No es para menos, cuando el juego se encuentra enfocado en el control de las emociones y como estas mismas nos afectan. Es, sin lugar a dudas, una vuelta a los inicios —a esos paseos con Max, a la etapa más estudiantil— que toma todo lo conseguido por el camino y evoluciona en una versión más madura y, sobre todo, más consciente de sí misma para realizar un giro de tuerca que no solo afecta a su historia, sino también a sus mecánicas.
Y es que 'True Colors' tiene mucho de la sensación que aportaba el juego original. Nuestro poder, el de leer y absorber las emociones, acaba convirtiéndose en una mecánica de "lectura de pensamiento" por lo que nos ayuda a obrar según veamos como divergen los caminos. Sin embargo, esta vez no hay forma de volver atrás. Un pequeño cambio que, a su vez, explica el como Alex, nuestra nueva protagonista, afronta el hecho de contar con dichos poderes.
Y es este el punto de inflexión que caracteriza, por encima de todo, a 'True Colors'. El hogar siempre ha sido un eje principal de la saga. En 'Life is Strange' o 'Tell Me Why' volvemos al hogar, nos reencontramos. Mientras tanto, en 'Life is Strange 2' el relato toma la dirección opuesta y dejamos atrás un hogar ya perdido con la esperanza de construir uno nuevo. En el caso de esta nueva entrega partimos de la nada para intentar construir un hogar de cero.
La llegada a Heaven Springs surge de la idea de la reconstrucción. Tras años pasando entre casas de acogidas, Alex se reencuentra con su hermano mayor, generando un choque total entre la idea de reconstruir su vida y un poder que la atormenta desde pequeña. Un tornado emocional que crece y varía a lo largo de los cinco capítulos del juego y amenaza con devorar cualquier estabilidad que logremos encontrar en el mismo.
Los pequeños cambios valen un mundo
Y es que el concepto principal de 'Life is Strange: True Colors' reza más en la búsqueda de esta estabilidad que en el concepto sobrenatural per se. Su historia principal peca de encontrarse falta de fuerza y al final son sus personajes y las relaciones que establecemos entre ellos las que toman las riendas del juego para mostrar su verdadero potencial.
A diferencia de los anteriores títulos de la saga, en este caso contamos con un pequeño espacio donde movernos. A nuestra decisión queda, por supuesto, decidir pasar el tiempo entre las calles del pueblo —lejos de ser menester, el título consigue darle vida al lugar incluyendo algunos locales como la floristería, la tienda de discos o el bar del pueblo— o seguir de forma directa con su historia principal que, además, nos llega al completo, sin necesidad de esperar entre los diferentes episodios.
Sin romper con la monotonía de la saga, 'Life is Strange: True Colors' lleva un punto más allá su gusto por los escenarios interactivos y encontramos una gran cantidad de objetos, personajes y posibilidades en cada uno de los lugares que nos permite explorar el juego en los diferentes descansos entre secciones de la trama. Pequeños detalles —el diario de Alex, una red social para el pueblo, pequeñas conversaciones...— que dan forma y vida a Heaven Springs y sus habitantes con una reformulación de las mecánicas principales que, si bien no cambia el concepto principal de la misma, si lo convierte en algo más dinámico y acogedor. Es difícil no quedarse prendado del pueblo y sus habitantes por uno u otro motivo.
Ocurre igual con los intereses románticos de la protagonista, Steph y Ryan, con los que podremos acabar consolidando una relación si decidimos seguir su camino en base a nuestras respuestas y decisiones. Y es que, como decimos, el verdadero potencial de 'Life is Strange: True Colors' reside, precisamente, en cómo afrontamos estas relaciones y cuanto tiempo queramos dedicarnos a ellas. No solo con los compañeros de su protagonistas, sino con el pueblo en sí mismo.
Más allá de la empatía
Si ayudar a los habitantes de Heaven Springs es una parte ineludible de este nuevo título de Deck Nine, los poderes de Alex son el pilar sobre el que se sostiene toda su acción. Es una idea, de nuevo, madurada del primer título. Conocer los pensamientos de las personas nos ayuda a empatizar con ellas, por supuesto, pero también a reaccionar. Nuestra Alex, seguramente, no será igual que la vuestra. Porque las decisiones tienen un valor intrínseco y esta vez no pueden deshacerse.
El juego consigue que cada decisión importante pese sobre su trama. No tanto por su evolución sino por su carácter. No hay decisiones fáciles. Se denota la evolución del juego y sus mecñanicas a lo largo de los años pero donde realmente pesan sus cambios no es en como se desarrolla sino en como responde. En como 'Life is Strange: True Colors' es una historia humana que habla, al fin y al cabo, sobre personas.
Los problemas de Alex se extienden a su alrededor pero residen, principalemente, en su interior. La suya es una historia con cuerpo y alma, de la que somos testigos pero nunca protagonistas. Porque tanto Alex como el resto de personajes consiguen sentirse vivos y, aunque su mecánica empática es interesante —sin dejar de resultar una evolución un tanto cíclica— el gran peso del juego y de su narrativa reside no tanto en como utilizamos sus poderes, sino en como decidimos empatizar con ella y el resto de Heaven Springs.
Sin dejar de ser una aventura continuista, 'Life is Strange: True Colors' es una pequeña joya para los seguidores de la franquicia aunque, por supuesto, no conseguirá destacar nada para aquellas personas que no se sientan cómodas en la misma. Una historia que se pierde en sus confines pero que demuestra una gran capacidad en todos los relatos alternos que aparecen a lo largo de nuestro camino en busca de un hogar.