La evolución del videojuego ha supuesto mucho para el medio. Pese a su breve existencia, la industria no para de cambiar y los géneros toman diferentes formas. Diferentes mentalidades que mueven el cambio y marcan tendencias y diferencias. Incluso así, nos encontramos en un espacio increíblemente conservador, donde prima antes la secuela o el remake que no la novedad.
Así, ser original siempre tiene un coste. Es un arma de doble filo. Porque 'Celeste' o 'Stardew Valleyy' son ejemplos de que se puede llegar a mucho con poco de innovación y mucho mimo. Y aunque se mueva en otras líneas, 'League of Legends' me parece uno de los mejores ejemplos a la hora de abordar esta contienda.
Si cito estas líneas antes de empezar el análisis es porque siento que Coven Arts parten mucho de estos términos. Y es que su ópera prima, 'Inglorious' llega a PlayStation 4 como parte de PlayStation Talents con parte de la valentía de la que hablaba y una reminiscencia al MOBA reinante que se convierte en la base de algo con mucho potencial pero que no consigue la fuerza suficiente para mantenerse en pie.
Partiendo de una buena base
Y es que 'Inglorious' parte de una base potencial. Sus ideas no son totalmente originales, pero tienen una ligera vuelta de tuerca que las hace especialmente funcionales. El título está esculpido con la forma de un Dungeon Crawler, pero también tiene reminiscencias de MOBA e incluso así, los añadidos hacen que la fórmula no se sienta especialmente familiar.
No nos encontramos ante un juego especialmente complejo. Su modo individual nos lleva a tirar de componente estratégico. A lo largo y ancho del mapa se sitúan un total de cinco núcleos que deberemos conquistar —algo que recuerda, indudablemente, a las torres de 'League of Legends', ya que incluso atacarán al bando enemigo una vez dejen de ser neutrales. Conquistarlos no será nuestro único objetivo sino que además deberemos mantener la posesión de los mismos y defenderlos ante las olas constantes de monstruos para que no caigan bajo manos enemigas.
Por otro lado, su modo multijugador, que se sitúa bajo el foco de la atención del juego, llevará a dos jugadores a competir por derrotar al mayor número de bestias posible en una estructura por rondas. Hay pequeñas particularidades, siendo las más importantes las que se basan en obstaculizar a nuestro rival, para hacer de cada partida algo único. Porque en esencia, su modo cooperativo —que más bien se entiende como uno competitivo— recurre a la finalidad del party game. Se convierte en una opción más a la hora de jugar a algo en casa, en reuniones con familia o amigos.
Una falta de ambición palpable
En líneas generales, su estructura es, cuanto menos, atractiva. Pero parece que el título caiga en casi todos los puntos al ponerse en movimiento. El problema entonces, porque hay un problema, no recae tanto en como se plantea su sistema, sino en la falta de ambición que parecen arrastrar sus mecánicas.
Algo que se entiende, especialmente, en su falta de espacio. El título cuenta con cuatro campeones entre los que elegir. Cada uno bien diferenciado y con habilidades únicas. Pero apenas existe una evolución en los mismos —aunque suben de nivel y mejoran sus ataques— y el catálogo se queda corto demasiado pronto. Si bien, es cierto que cada uno de ellos ofrece un tiempo de prueba y experimentación, pero resultan demasiado pocos para mantener el interés en su sistema.
Pasa lo mismo con sus niveles y mapeados. Y es que solo contamos con uno de ellos en cada modo — dos en el multijugador si tenemos en cuenta la fase del jefe final. La estructura es especialmente divertida y su funcionalidad perdona otros pormenores como la falta de variedad en los enemigos. Pero el hecho de que cada partida individual dure solo cinco minutos y que tras finalizar solo nos permita volver a iniciar otra exactamente igual causa una pérdida del interés instantánea.
Pero el verdadero problema reside principalmente en que las faltas no parecen tanto de presupuesto, sino de ambición. Del querer ir a más. Su entorno es atractivo, las habilidades son interesantes y hay detalles, como que se incluya doblaje en nuestro idioma, que le dan cierta gracia al juego. Pero apenas hay espacio para disfrutar del mismo. Y para empeorarlo, la aleatoriedad brilla por bandera en el juego. No hay forma de escoger armas u objetos a la hora de comprar, todo es aleatorio. Algo que tiene cierta gracia a la hora de estructurar cada partida y a diferenciarlas siempre una de las otras, pero que se lleva consigo cierta profundidad jugable con esa toma de decisiones que se evita.
Si bien, todos estos puntos toman otro cariz en el modo multijugador. El hecho de participar en la batalla con otra persona y ese indudable componente competitivo hacen del título algo mucho más atractivo. Incluso así, los objetos siguen siendo aleatorios. Solo contamos con un escenario y aunque se añaden dos campamentos enemigos opcionales, es fácil caer en las rutinas. La idea del multijugador, además, no es negativa per se, pero se echa en falta la posibilidad de jugarlo en un modo online o incluso detalles pequeños como una breve pantalla de estadísticas al final de cada partida.
Existe, además, una fase de jefe final, que pese a resultar escasa es mucho más desafiante que los retos anteriores y sirve las veces como muestra, no tanto de habilidad, sino de como ha jugado las cartas cada jugador en las rondas anteriores. Algo que le permite remontar partidas y hacer de su propuesta algo más difícil de leer, introduciendo tensiones entre los jugadores.
Una de cal y una de arena
La gente de Coven Arts ha sido valiente. Y es innegable el trabajo que se encuentra bajo las líneas de 'Inglorious'. Un título que nace de un proyecto universitario y que ha conseguido tomar forma hasta llegar a ser lo que es. Cuesta verse en este lado, en tener que valorar negativamente un título que carga con tanto trabajo y lo demuestra en esos pequeños detalles.
Porque no será algo muy extenso, pero cada campeón cuenta con su breve descripción. También tiene sus propios manierismos y esas líneas de doblaje que lo distinguen del resto. Y es innegable que el juego cuenta con músculo técnico suficiente como para resultar atractivo. Pero no consigue cautivar al jugador. Lo que hace lo hace bien, sin duda, pero no hace suficiente. Se echa en falta más espacio. Más campeones, más tipos de enemigos, por ejemplo. Pero especialmente más niveles en los que batirnos, ya sea con la CPU o contra nuestros amigos y familiares.
En líneas generales, 'Inglorious' parte de grandes ideas y no duda en lanzarse a la piscina por sus convicciones, por arriesgado que resulte. Es algo admirable, pero que parece quedarse corto. Como una versión beta o demo, nos encontramos ante un diamante en bruto, que necesita poco para limar asperezas. Pero como título completo no tiene la fuerza suficiente para dar la talla. Al menos no como para destacar. Incluso así, hablamos de una obra con mucho espacio para crecer. Uno que si se aprovecha y se le permite seguir avanzando podría dar unos resultados muy favorecedores.