Os voy a contar una historia. Equipo rojo vs equipo azul, matchmaking para enfrentarme en '#IDARB' a un jugador random de internet al que seguramente nunca antes me he cruzado ni nunca jamás me volveré a cruzar. Arranca el encuentro, cuatro tiempos, el que meta más goles gana. Uno contra uno, cara a cara. Mi jugador es un pollo y el suyo un señor anciano con bastón. Empezamos bien.
La dinámica es fácil, coge el balón y mételo en la portería. Arranco marcando y me confío, 2-0, 4-0... y de repente algo pasa. El desconocido con el que me estoy viendo las caras empieza a enlazar tantos, y tantos, y tantos, y más tantos. Llegamos al final del segundo cuarto con 9-20 en mi contra. El dedo tiembla sobre el botón de desconexión con el temor de una derrota humillante. Aguantó como un hombre y no hago la marranada más marrana de internet que es tirarse de una partida cuando se lleva el contador en contra. Sigo conectado, arranca el tercer cuarto y la suerte cambia de tornas. Llegamos a 30-31 tras una buena retahíla de tacos en la soledad de mi casa. Quedan unos tres segundos y la pelota es mía. Puedo ganar, lo tengo en mi mano... no gané. Pero sí os puedo asegurar que fueron cuatro de los mejores minutos que me he pasado con un mando entre las manos en los últimos meses. La epicidad en multijugador con un juego de la simpleza de '#IDARB' es imposible de igualar. Es muy difícil lograr tanto con tan poco.
Arcade
Con esto ya tendría que ser más que suficiente para que pasar del resto del texto e iros a descargar este juego del Gold de febrero. Sin embargo, como sé que muchos vais a continuar arrastrando vuestros ojos por estas líneas, desconcertados ante los dos párrafos anteriores, vamos a comenzar por el principio.
Lo que propone '#IDARB' es un arcade de partidas muy rápidas. Son encuentros de cuatro partes de una duración aproximada de un minuto. El objetivo es robarle la pelota al equipo contrario y cascarle todos los goles que podamos. Quizá simplemente viendo las imágenes no se aprecie, pero el juego no tiene una perspectiva isométrica como los juegos de fútbol de antaño, sino que nos situamos desde una perspectiva lateral, de tal manera que tenemos saltar a través de las diferentes plataformas para desplazarnos en distintas alturas. '#IDARB', para que lo comprendamos de una manera más o menos clara, es una suerte de 'Super Smash Bros.' en la que el objetivo es meter goles.
A partir de aquí nos encontramos con un arcade muy frenético, sencillo y adictivo, completamente volcado al jugar con gente. Tenemos la posibilidad de jugar hasta ocho jugadores a la vez en un partido, siempre repartidos en dos equipos, online y offline. Respecto a las partidas multijugador, es muy de agradecer que nos podamos varias personas desde una misma consola haciendo equipo contra otra pandilla a través de internet.
Morder el polvo
Pero la intención de compartir la experiencia de '#IDARB' va mucho más allá de la partida multijugador. '#IDARB' es un juego eminentemente social. La almohadilla en su nombre no es un elemento dejado al azar, ni mucho menos, sino que es una declaración de intenciones en toda regla volcando la experiencia al espectro social. Si nunca has hecho streaming ha llegado el momento. La experiencia plena de '#IDARB' es jugando en multijugador y a la vez retransmitiendo en Twitch, de tal manera que la gente que está viendo la partida puede alterar los efectos del encuentro con comentarios en el cuadro de chat. Al más puro estilo Twich Plays Pokémon, si entras a una retransmisión de Twich a ver '#IDARB', y escribes en la caja de chat "#Minecraft", todo cambiará a estética 'Minecraft' durante unos segundos; si escribes "#Flood", el campo se inundará, lo que altera las físicas del juego y seguramente el resultado. Estos son solo un par de comandos que la audiencia puede usar de entre una enorme lista que os dejo por aquí. Llega el momento de la confesión, y si os soy sincero estos días con "#IDARB" han sido enfermizos. He jugado mucho, y también he visto mucho. Lo suficiente para comprobar ves cómo la gente que está retransmitiendo pide constantemente ayuda a la audiencia para que lancen efectos que perjudiquen al contrario.
Los videojuegos están cambiando, han cambiado, Twitch, YouTube, Upload... todos estos elementos cambiado la manera de jugar a videojuegos. '#IDARB' es fruto de este cambio. Es un título que presenta una fórmula muy adictiva, y que ha sabido beber de las últimas tendencias en cuanto a juego social, que lógicamente van mucho más allá de la ya clásica partida en línea.
Personalización-socialización
Siguiendo en esta dirección, he visto gente jugando con personajes que eran una mano en corte de manga y cuyo escudo del equipo era un pene. En '#IDARB' todos los gráficos están construidos a base de un puñado de pixels, literalmente. De tal forma que tenemos a nuestra disposición un editor de personajes e insignias que permite una personalización total. Podemos crear un equipo, dibujarle un escudo a nuestro antojo y crear el personaje que queramos desde cero. Tenemos un lienzo en blanco, que es una cuadrícula a rellenar con diferentes colores o transparencias. De esta manera, y con un poco de maña, podemos diseñar absolutamente cualquier modelo pixelado que se nos antoje, desde una mano sacando el dedo, hasta el Jefe Maestro, hasta una gallina... !imaginación al poder¡. Además, los diseños generan códigos QR para poder compartirlos. Y nuevamente volvemos al principio: socializar.
Como buen arcade también tenemos al típico speaker que canta los goles y las humillaciones de forma cruda y errática. De hecho, todo en '#IDARB' es crudo y errático.
Hasta el momento tenemos sobre la mesa una joya, el único inconveniente es que está pensado para partidas rápidas, pocos modos de juego, muy poco contenido para un jugador, y el único pretexto de enlazar partidas con el fin de humillar al personal a través del cable de ocho pines. Pero más contenido para un jugador, o más modos de juego para el online, sí que hubiesen sido muy deseables.
En conclusión
'#IDARB' es el típico juego con el que dices: "voy a echarme una partida rápida, que me tengo que ir", y dos horas después miras el reloj como si hubiesen pasado diez minutos. Es simple, tanto en lo estético, como en lo sonoro, como en lo jugable, pero en muchas ocasiones, este es un caso, en la simpleza está la excelencia.