El 21 de Agosto 2018 | 10:20
No voy a actuar como si este fuera el primer análisis que leéis de 'Harvest Moon: Light of Hope Special Edition'; o, al menos, como si no hubierais visto las críticas que ha recibido desde su lanzamiento. Me temo que no sin razón. La inestable relación de la franquicia con los juegos anteriores y su sucedánea 'Story of Seasons', así como muchos problemas básicos de diseño, han hecho que muchos jugadores salten a la palestra para llamar la atención sobre cómo el nombre de la saga ha caído en la mayor desgracia y es incapaz de ponerse al día para el público actual.
Esas protestas podéis leerlas en otros puntos de Internet, porque personalmente este redactor quiere desmarcarse de ello y centrarse en las fortalezas y debilidades del juego de forma individual. Sí, tiene fortalezas: por mucho que la comunidad las ignore, quizás este juego esté siendo prejuzgado de manera un tanto precoz. Así que permitidme invitaros a coger vuestra regadera, invitar a vuestros animales y adentrarnos todos juntos en el mundo de 'Harvest Moon: Light of Hope Special Edition'.
Una nueva esperanza
Nuestra historia arranca cuando nuestra humilde granjera acaba tras un terrible naufragio en una isla casi abandonada, donde sólo vive la guardiana de un faro que hace tiempo que se apagó. Agradecidas por la generosidad de nuestra nueva amiga tomamos una de las granjas libres y decidimos comenzar a cosechar para sobrevivir, reconstruir los edificios para que la gente vuelva y lo más importante: devolver la luz de la esperanza al faro de la isla para volver a colocarlo en el mapa de toda clase de navegantes.
Resulta una trama sencilla, y la verdad es que casi se queda en eso. Cuanta más luz recuperamos para el faro más eventos llaman nuestra atención, pero la verdad es que el título es bastante directo con todo lo que pretende: no hay grandes sorpresas o giros, o más bien los que pueda haber se predicen con demasiada facilidad. Lo más interesante por tanto sería la historia y las relaciones interpersonales con el resto de habitantes de la isla, quienes vuelven poco a poco para no sobrecargarnos con un exceso de personajes nuevos a los que acostumbrarnos. Aunque si sois veteranos de la saga no os supondrá un problema, ya que estos son exactamente los mismos que una de las entregas anteriores para Nintendo 3DS.
El gran problema no es que la historia carezca de gancho o motivación para atrapar la atención de sus jugadores: la cuestión a la que tiene que hacer frente es sobre todo su progreso. Los cuatro capítulos que tiene de duración se ven marcados por progreso, largas escenas de diálogo y entonces la curiosa y repetitiva necesidad de recopilar ciertos objetos y hacer de recaderos. No es un juego sólo en el que haya que farmear, sino que se nos convierte en prácticamente un repartidor que necesita hacer entrega de materiales muy específicos de vez en cuando que, además, exigen ser exactamente lo que se solicita. Si consigues por ejemplo una cosecha de mejor calidad de lo que se te pide, mala suerte y a volver a intentarlo. Todo para alargar una trama insustancial e incluso pesada.
Un bache en el camino
No penséis que más allá de la trama no hay más problemas en la organización del propio título. La primera hora de juego son puros tutoriales de los que no podemos evadirnos, e incluso así el juego no llega a explicar bien sus normas y forma de proceder con efectividad. Se nos enseña lo más básico, lo más simple de comprender; pero luego temas más crípticos como pescar o profundizar en la mina son cosas que se dejan a nuestra suerte el descubrir. Tenemos una librería con libros de pistas en nuestra casa, pero son cientos de textos los que se nos ponen por delante y tampoco sabemos a ciencia cierta de la existencia de estos libros hasta que nos da por probar interactuar con ellos.
Una vez obtenemos la libertad para jugar podemos comenzar a reforzar nuestra propiedad a través de los dos métodos principales con los que convertirnos en unos excelentes granjeros. Por un lado, podemos plantar objetos, vender nuestras cosechas y reforzarlas con fertilizantes de las mismas para lograr cada vez combinaciones más monstruosas; lo clásico en un título de estas características, y algo pesado cuanta más ambición tenemos a la hora de ocupar terreno. Por otro lado podemos comprar y cuidar de animales que nos darán diferentes productos, como leche y huevos, siempre que los cuidemos con amor y procuremos que no enfermen. Desgraciadamente no requieren más interacción que acariciarlos y darles de comer.
Quizás el mayor problema sea que, pese a tratarse de un juego de simulación de granjas, cuidar de nuestras cosechas y criaturas es la peor manera de ganar dinero y de crecer en este juego. Es mucho más efectivo volcarnos a la pesca o dedicar su tiempo a la minería, donde las joyas abundan y no es una locura irnos a dormir con las ganancias de lo que recibiríamos en dos estaciones completas dedicadas a la ganadería. Este balanceo desmedido hace que dedicarse a ser granjero sea poco motivador, e incluso se podría llegar a decir que apunta a explicarnos mejor que ningún otro juego de la saga por qué la industria se encuentra de capa caída en la actualidad frente al sector servicios.
Atrapado en una isla
Ojalá pudiese decir a cambio de estos problemas destacados que el juego es, en su esencia, mono. Es la sensación que da al menos cuando lo empiezas, ya que el diseño artístico de sus personajes y los animalitos que tienes contigo pueden traer mucha ternura consigo. Sin embargo gráficamente el juego es plano en todos sus sentidos: caminamos sobre un terreno que no nos da una ilusión de tridimensionalidad, sino algo más bien hecho con programas como 'RPG Maker' al que no se le ha añadido vida ni encanto. Los personajes se mueven mecánicamente por el mapa y el control se hace artificial, denotando demasiado que esto es un videojuego. Sería algo que podría esperar de un título para dispositivos móviles o generaciones portátiles anteriores a las actuales.
La música al menos es entretenida. Las primeras veces que escuchas algunas de sus melodías se dibuja una sonrisa en tu cara, disfrutas del ambiente primaveral u otoñal mientras vas de un punto a otro. Cuando conoces a ciertos personajes cambia a esta pieza musical infantil y graciosa. Y luego la vuelves a escuchar en la mina y, bueno, al menos es animada. Y sigues bajando y continua sonando. Llegas al final del día y continua sonando. Apagas la consola y la sigues oyendo en tu cabeza. No puedes escapar. Es una buena nada sonora, pero la repite en exceso hasta empujarte al límite de tus capacidades auditivas.
Al menos no es necesario que tu estancia en este pueblo sea solitaria. El juego te permite poder casarte con personas del género contrario al tuyo e incluso te anima a ello y tener descendencia en busca de la felicidad, todo ello con estas mismas palabras. Pero para aquellos que no queramos regirnos por la heteronormatividad de la vida en la granja siempre podemos buscar la compañía en las gemas de cristal, que te ayudan si estás mal y activan el modo multijugador para que tus amigos o pareja te acompañen en tu viaje con multijugador cooperativo local.
Conclusiones
'Harvest Moon: Light of Hope Special Edition' no lo intenta. Se merece el criticismo que hay detrás de la obra, puesto que el potencial de esta clase de juegos es gigantesco: vivir la vida de una granja puede ser algo emocionante y una experiencia enriquecedora para nuestra mente y alma, pero Natsume se ha limitado a hacer el esqueleto de un posible gran juego y dejarlo ahí. Me temo que por ahora hemos perdido la luz de la esperanza en esta franquicia.
Lo mejor:
- Sencillo multijugador local lleno para hacer el juego más llevadero.
- La banda sonora es evocadora y alegre las primeras veces que se escucha.
Lo peor:
- La historia del juego nos obliga a ser recaderos con objetos innecesariamente específicos.
- Mal planteamiento sobre la economía de la granja y nuestro progreso en ella.
- Gráficos simplones y planos, mecánicamente aburrido.
- Personajes reciclados y poco profundos.