Tras treinta años de vida, la franquicia 'Final Fantasy' puede presumir de haberse mantenido siempre fiel a sus esquemas. A un cuento mágico que edifica sobre la idea de los cristales y los guerreros de la luz. Un cuento dividido en múltiples fragmentos que nos permite vivir una y otra aventura, siempre con perspectivas diferentes pero con un claro elemento unificador que otorga una magia que el medio ya relaciona directamente con la fantasía inagotable de 'Final Fantasy'.
Así lo ha hecho incluso en su última incursión en el MMO. Porque 'Final Fantasy XIV' siempre ha sido una entrega relevante en la sucesión de títulos que componen la franquicia. Una obra que se levantaba de sus propias cenizas gracias a la mano de Naoki Yoshida y su equipo y que ahora realiza el mismo movimiento con 'Final Fantasy XIV: Shadowbringers'. Una nueva Era Astral para el juego.
Un cambio de paradigma
'Final Fantasy XIV: Stormblood' era una bomba de relojería. Un espectro especialmente político acompaña toda la expansión, que no duda en hablar de refugiados, rebeliones, luchas patrióticas o la justificación de traicionar a los tuyos para, irónicamente, salvar a los tuyos. Un aspecto que se mantenía hasta el final, hasta 'A Requiem for Heroes', potenciando la idea de encontrarnos una guerra contra Garlemald al inicio de la nueva expansión.
No fue así. En nuestra visita a Londres, el propio Yoshi-P nos advertía de que no esperaríamos el cambio que realizaría el título. Uno con cierto tono de chascarrillo, de la idea de dejar de ser el Warrior of Light para ser el Warrior of Darkness. Una idea que, lejos de cualquier pretensión, el título esgrime con pasmosa facilidad para dibujar en su lienzo, no solo la mejor experiencia narrativa que nos ha ofrecido hasta ahora, sino también una de las mejores historias que podemos encontrar en la línea numerada de la saga.
El viaje a The First es mucho más que una aventura más. Es un cambio de paradigma total en el que nos sumerge, no solo en una nueva dimensión, sino también una nueva y exponencial versión de la obra. Una de tonos oscuros, pero también especialmente humanizadora. Y es que todos nuestros progresos se sienten pírricos. Como si cada victoria supusiera una pérdida aún mayor. Algo que juega, ahora más que nunca con la idea de la esperanza y la deconstrucción del héroe. Con el porqué estamos aquí y que representamos como adalides de la oscuridad, cambiando por completo el concepto original del juego.
Pero 'Shadowbringers' también tiene, insisto, mucho trasfondo personal. Nuestros compañeros se sienten como tales; amigos. La gente que nos acompaña e incluso muchos de esos personajes que aparecen solo de forma transitoria tienen siempre un progreso, una evolución. Una actitud que los diferencia del resto y que plantan su particular pequeña semilla en una muestra narrativa que no tiene competidor en el resto de entregas del MMO. Pero por encima de ello, Natsuko Ishikawa demuestra saber que el Warrior of Light no es más que un avatar. Algo con lo que juega para ofrecer el tono más cercano que hayamos visto jamás, convirtiendo al protagonista —a nosotros— en prácticamente el centro sobre el que órbita todo. Pasamos de ser meros espectadores con posibilidad de participar en contadas funciones a ser claros actores y actrices de un argumento brillante, capaz de sorprendernos continuamente.
Más allá de sus mecánicas
Pero mucho más allá de lo que representa el núcleo del título, lo cierto es que 'Shadowbringers' también puede presumir de ser uno de los MMO más completos y accesibles que encontramos actualmente. La llegada de The First trae consigo un abanico inmenso de cambios que apuestan a favor del usuario. Pequeños detalles como el hecho de indicar de forma gráfica la altitud de los puntos de cada misión o el hacer variables las misiones secundarias para que, independientemente del nivel al que nos enfrontemos a ellas, obtengamos un beneficio seguro hace del juego un título con una accesibilidad mucho mayor a la existente.
Todo es más fluido. Más cómodo, si queremos resumir. Los cambios en sus clases también son especialmente favorables. No todos suponen una ventaja frente a los anteriores pero,bajo un espectro general, 'Shadowbringers' resulta ser la expansión más equilibrada del MMO, permitiendo adaptar todo su sistema a, de nuevo, una nueva imagen. Tanks y healers se vuelven más accesibles, mientras que la gran mayoría de DPS consiguen sustanciales mejoras y se olvidan de puntos obtusos, que dificultaban su manejo en beneficio de nadie.
Incluso bajo las tantas quejas del amplio cambio en todas las clases healer resulta que el equilibrio que consigue 'Shadowbringers' es uno especialmente fluido — firmando por un jugador centrado en este rol desde sus primeros días. Algo que permite modificar los nuevos contenidos, que resultan mucho más exigentes de lo que estamos acostumbrados, pero se mantienen en este cuidado equilibrio que surge de un concienzudo estudio y cambio de todo cuanto conocíamos. Algo que ocurre igual con sus nuevas clases, Dancer y Gunbreaker, capaces de adaptarse por completo al sistema.
Con todo, esta mayor exigencia también permite una mayor versatilidad durante las mismas que, sin olvidar mecánicas clásicas, se reinventan con una enorme cantidad de enemigos y retos que superar a lo largo de cada una de las instancias que encontraremos. También lo hacen sus entornos, que conectan especialmente bien con su narrativa, formando una coherencia sorprendentemente atractiva que no cae en errores como los de repartir notas a lo largo de los enfrentamientos. Ahora dungeons y trials funcionan casi como delicados escenarios construidos para nuestra puesta en escena — algo que también se aplica a las misiones instanciadas que deberemos realizar de forma individual.
Pero más allá de eso, el título se atreve con ciertas novedades que puntúan sobre nota en un sistema mucho más funcional que nunca. Así encontramos, por ejemplo, un nuevo sistemas de misiones de rol que se divide en cuatro (según el mismo número de roles disponibles) y nos lleva a vivir la historia de cada uno de los Warriors of Darkness originales, eliminando así los arcos argumentales de cada clase que, si bien los había muy completos, otros resultaban algo más vacuos. Una sorpresa que adereza con gran acierto el argumento principal y al que se añade, como no, el modo Trust.
Algo que no es totalmente nuevo —ya contábamos con nuestra propia patrulla antes—, pero que ofrece un nuevo cariz al título de marras. Y es que con él podemos enfrentar las mazmorras principales de esta nueva expansión acompañados de nuestros aliados con la particularidad de que no cuentan con clases normales, sino variaciones de ellas. Y'shtola, por ejemplo, es Sorcerer, mientras que Minfilia aparece como Oracle of Light, utilizando muchos de los movimientos básicos del Ninja. Un modo que se queda especialmente corto en cuanto a contenido pero que funciona increíblemente bien y consigue dar la sensación de encontrarnos ante un 'Final Fantasy' clásico, pudiendo formar nuestra propia party.
El verdadero 'A Realm Reborn'
'Final Fantasy XIV: Shadowbringers' es mucho más que una simple expansión. A todos los niveles el título consigue erigirse como una de las entregas más poderosas de toda la franquicia de los cristales. Un exponente en su medio que, pese a mantener el mismo motor gráfico que sus antecesores, supone un enorme salto evolutivo en el apartado artístico, con las vistas más imponentes, los colores más vivos y los más destacados diseños que hayamos visto jamás, tanto en sus mapeados como en sus mazmorras. Algo a lo que se suma, de nuevo, el maestro Masayoshi Soken como una ominosa banda sonora que mimetiza al completo nuestra aventura —incluyendo incluso algunos tonos sorpresa que identificarán los seguidores de la saga— y se suma a ese plantel que de debate entre lo épico, lo personal y el más claro drama.
Aún nos encontramos lejos de ver el final de 'Shadowbringers'. Pronto llegará Eden, la raid de ochos jugadores basada en el universo de 'Final Fantasy VIII' y luego lo hará 'Yorha: Dark Apocalypse', acompañada de la narrativa de Yoko Taro y basada, como no, en 'NieR: Automata'. A todo esto deberemos sumar los tantos cambios que llegarán progresivamente al juego, así como nuevas misiones de su historia principal y múltiples desafíos.
Hay mucho por decir pero poco espacio para ello. Porque, de nuevo, 'Final Fantasy XIV: Shadowbringers' es más que una simple expansión. El juego se reinventa por completo en un esfuerzo monumental que lo corona como una de las —para muchos, me incluyo, la mejor— mayores experiencias de una franquicia con más de treinta años a sus espaldas. Un renacimiento que no lo exime de pequeños errores ni de un formato MMO que no siempre resulta a gusto de todos (las misiones de recadero siguen siendo una constante en el juego), pero que no consiguen rebatir el potencial de un título excelente. Una nueva Era Astral que convierte a la obra en todo un exponente.