El 7 de Marzo 2019 | 11:00
El estudio brasileño Void Studios nos presenta 'Eternity: The Last Unicorn', una suerte de RPG de acción que nos plantea una premisa de lo más atractiva, pero cuya ejecución le lleva a quedarse por el camino. Un proyecto independiente con unas cotas de ambición —quizás— más elevadas de lo que el equipo a su cargo ha podido abarcar. Nos sumergimos en Alfheim en un viaje en busca de la inmortalidad y ahondamos en los elementos que hacen del título una auténtica decepción.
Elfos mortales, hadas de Alfheim y el último de los cuatro
Cuatro unicornios de los que solo uno se mantiene con vida, aunque yace cautivo preso de un grupo de brujas de origen desconocido. El reino de Alfheim a nuestros pies. Los elfos han perdido la inmortalidad y nuestra protagonista, un hada del bosque llamada Aurehen, parece tener la llave —más bien la busca— para devolverles el don que les caracteriza. Con una puesta en escena muy atractiva y una ambientación nórdica bien recreada, el juego arranca prometiéndonos altas dosis de epicidad. Se nos cuenta poco, pero sabemos qué debemos hacer gracias a las palabras de una alicaída Diosa Marea.
Durante los veinte minutos que dura el prólogo y las primeras horas —la duración del juego oscila entre diez y quince—, la historia va tomando forma y, por un momento, nos invita a pensar que será capaz de sorprendernos. Sin embargo, la pobreza de sus diálogos y lo mucho que se precipita la narrativa dan lugar a que se cumplan nuestros peores presagios, ya que el argumento se vuelve muy previsible a corto plazo y eso es un problema cuando lo que tenemos entre manos se define a sí mismo como un juego de rol. Por no hablar de la traducción al castellano, cuyas cotas de calidad están muy lejos de lo esperado y no es extraño ver frases en la lengua de Shakespeare que aparecen de repente, dando la sensación de que en ningún momento se ha revisado.
Al final nos encontramos con una suerte de RPG que a simple vista promete, que logra empiezar bien y convencer al jugador durante los primeros minutos, pero que comienza a caerse después de las primeras horas hasta, finalmente, mostrarnos su cara más oscura. Para colmo, lo peor de todo es que al menos estos problemas logran ocultarse durante un corto período de tiempo, pero todo lo demás es tan evidente que muy a nuestro pesar, pensar en el que al cabo de tres horas vaya a suceder algo capaz de cambiar radicalmente la situación se antoja muy pero que muy difícil de vaticinar. Porque si el apartado argumental y la puesta en escena se antojan interesantes al inicio, el resto de apartados del juego son tan flojos como se puede intuir al echar un vistazo desde la barrera.
Sin medias tintas
El trabajo de los desarrolladores siempre debe ser respetado, pero hay cosas que es mejor no tratar de maquillar: 'Eternity: The Last Unicorn' es un mal juego, así de simple. Cuando uno no tiene del todo claro si está jugando a algo que funciona a cámara lenta o es que el rendimiento es tan pobre, mal asunto. Y es que el título de Void Studios no funciona bien, y no solo me refiero a diseño jugable, sino a un apartado técnico impropio no ya de la presente generación, sino de la anterior. La tasa de imágenes por segundo mantiene cierta cadencia... pero lo hace muy por debajo de las treinta. El retardo en el control —y sus imprecisiones— tampoco ayudan, aunque eso no sería demasiado problema si no fuera porque el bestiario de enemigos es escaso y el sistema de combate se antoja demasiado plano e insípido.
«¿El redactor va a decir algo bueno del juego?» podría preguntar cualquier lector. Ciertamente, me resulta muy complicado no hacerlo, sino encontrarlo. Porque el diseño de niveles es otro elemento fundamental en el que el estudio brasileño. Y es que el desarrollo es lineal durante la mayor parte de la aventura, apostando por un extraño sistema cercano a las clásicas cámaras fijas que no termina de encajar con un título así. No encaja porque hay ocasiones en las que luchar se convierte en un auténtico engorro por la falta de visibilidad, algo que se ve aún más potenciado por —adivinad—, el horrible sistema de combate.
Porque el citado rendimiento técnico incide directamente en las batallas, que se suceden con relativa frecuencia y dan la sensación, en su gran mayoría, de ser todas prácticamente iguales. Por suerte, los jefes finales son un soplo de aire fresco y nos plantean una experiencia diferente y más gratificante que todo lo demás, obligándonos a estudiar los patrones de movimiento del enemigo y encontrar el momento ideal para lanzarnos al ataque. Además, es en esta serie de combates cuando entran en escena esas criaturas que todos reconocemos cuando nos hablan de mitología nórdica como el Fenrir o Jotun, entre otras. Eso sí, a pesar de que hablamos de combates más disfrutables, en el fondo todo empieza y acaba en algo tan básico como pulsar un botón para realizar ataques normales y otro para hacer lo propio con los más potentes, más allá de un par de acciones contextuales que descubrimos con el paso de las horas.
Es curioso, porque el título que tenemos entre manos se presenta como un RPG de acción, pero el desarrollo del viaje se ve mermado por una linealidad excesiva, la ausencia de decisiones —y sus posibles consecuencias— y su escasa personalización del personaje y su equipamiento da lugar a un conjunto de decisiones que van totalmente en contra de la premisa del proyecto. Acción sí que hay, y mucha pero, como decimos un poco más arriba, no resulta lo suficientemente gratificante como para sostener un diseño jugable poco inspirado y, por momentos, desacertado e incluso difícil de entender.
Una oportunidad desaprovechada
Personalmente, soy plenamente consciente del trabajo que conlleva desarrollar un videojuego una vez se opta por alcanzar ciertas cotas de ambición. No obstante, hay cosas que no pueden pasar por alto y el título que tenemos entre mano tiene más defectos que virtudes. El juego parte de una premisa interesante que se ve apoyada por una atmósfera capaz de enganchar por momentos, pero la experiencia se ve completamente arruinada por el extraño enfoque lineal de un producto que presume de ser un RPG. El paupérrimo rendimiento técnico no ayuda, y menos aún lo hace el sistema de combate, más propio de la primera hornada de la generación de PlayStation 2 que de los tiempos que corren.
Resulta muy complicado recomendar a alguien 'Eternity: The Last Unicorn'; hay opciones mucho mejores y no son pocas. Void Studios debería aprender de sus errores y encarar su próximo proyecto aceptando que no ha sabido estar a la altura de un videojuego con buenas intenciones, pero que difícilmente superaría con éxito un control de calidad. Porque no funciona ni como juego de acción, ni mucho menos como RPG. Un envoltorio interesante, que esconde un interior vulgar y, por momentos, defectuoso. Al menos hay que decir que el título ha llegado al mercado a un precio bastante asequible. Algo es algo... aunque incluso así, adentrarse en esta versión de Alfheim es un desafío para auténticos valientes.
Lo mejor:
- La historia resulta atractiva durante sus primeros compases.
- La ambientación cumple.
Lo peor:
- Técnicamente es un auténtico desastre.
- La linealidad arruina el componente RPG.
- El sistema de combate, muy desfasado y poco gratificante.
- La apuesta por cámaras fijas no tiene demasiado sentido.
- Se podía haber trabajado más en la traducción.