Con 30 años a sus espaldas, Dragon Quest es de las pocas franquicias que pueden presumir de contar con una salud de hierro pese al paso del tiempo, haber realizado gestas tan remarcables como dar origen y definir un nuevo género y además haber sabido adaptarse a cada momento y generación sin dejar de lado sus principales señas de identidad. Además de este tipo de gestas, la niña bonita de Yuji Horii también ha sido protagonista de momentos cómicos, como cuando el mangaka Akira Toriyama aseguró que su mujer le había escondido la Famicom y el cartucho del popular JRPG porque tardaba demasiado en entregar las páginas semanales de 'Dragon Ball'.
Sin la existencia de 'Dragon Quest' el mundo de los videojuegos no sería tal y como lo conocemos hoy día. Es cierto que donde más calor se le da es en su país de origen, y pruebas de ello las tenemos en las enormes colas que se forman cada vez que un nuevo juego principal sale allí a la venta. Pero también ha sido, y es, una serie muy importante para Occidente. Sin ella muy probablemente hoy en día no estaríamos hablando de juegos de rol japoneses, y por tanto tampoco estaríamos aguardando con impaciencia la llegada de 'Final Fantasy XV'. Pocos saben a día de hoy que Squaresoft no se animó a localizar al inglés Final Fantasy hasta que Dragon Quest -conocido entonces como 'Dragon Warrior'- no dio buenos resultados en Norteamérica durante una época donde Nintendo dominaba con mano firme sobre su consola de 8-bits.
Por primera vez en Europa
Con su carisma y elaborada sencillez, 'Dragon Quest' siempre invita a descubrir un poco más sobre su lore y sobre cómo fue definiendo con el paso de los años el género JRPG con ideas que la competencia no dudó en asimilar. Hace poco descubrí, por ejemplo, que en 'Final Fantasy XII' rinden tributo a Erdrick -el héroe más importante de la franquicia de Enix, hoy en día convertido en una especie de 'Cid'- y a su espada mediante una de las armas que porta Gilgamesh. Pero, pese a la pasión que esta interesante y cautivadora franquicia pueda generar, no es fácil ser fan de Dragon Quest en Occidente, puesto que a día de hoy Square-Enix suele apostar más por localizar sus spinoffs que por traernos un juego principal de la franquicia. Por suerte, tenemos a Nintendo, que se ha animado a hacer de madre con las entradas para 3DS, realizando una laudable labor. Y gracias a ello, tres años después de su salida en Japón, podemos por fin disfrutar del remake de 'Dragon Quest VII: Fragmentos de un mundo olvidado'.
Este remake no se limita a ofrecer más de lo mismo, sino que se adapta a nuestros tiempos para que la experiencia de juego sea mucho más cómoda, sin olvidarse por supuesto de mantener presente la fórmula de la receta original. De este modo, jugabilidad, escenarios y textos han sido revisados y actualizados a la vez que se incorporan novedades. No olvidemos tampoco que es la primera vez que esta séptima aventura llega a Europa, pues cuando salió a la venta para la PlayStation original tan solo se puso a la venta en Japón y Norteamérica.
Pequeñas historias, grandes gestas
Por lo general, los juegos de 'Dragon Quest' no centran sus historias exclusivamente en sus personajes o un único objetivo. Son aventuras que, tras presentar a los protagonistas y permitirnos conocerlos, enfocan toda la atención en varias historias sencillas que, en su conjunto, enriquecen la experiencia global de juego. De fondo, poco a poco, se irá hilando el objetivo o amenaza final del juego para aparecer repentinamente cuando menos lo esperamos.
En el caso de 'Dragon Quest VII' viviremos en un primer momento una aventura Spielbergiana donde tres adolescentes normales y corrientes -bueno, hay un príncipe de por medio, pero más alla de eso no deja de ser un chico de inquietudes y comportamiento normales- descubren un misterio que pondrá patas arriba al mundo: unas tablillas ancestrales que, una vez recompuestas, permiten viajar al pasado para devolver al presente la existencia de islas que desaparecieron. Los adultos, una vez se enteran de lo ocurrido debido a la inevitable apariencia de nuevas islas junto a la única que hasta entonces parecía existir en aquel planeta, intentarán en principio detener a estos jóvenes que no se detendrán ante nada con tal de lograr su meta: ayudar a los distintos pueblos que habitan en las islas del pasado.
Que los protagonistas iniciales cuenten con personalidades y la curiosidad propias de su edad añaden credibilidad dentro de ese universo de fantasía, permitiéndonos empatizar con ellos. El avatar -el personaje que nos representa- no habla, pero sí que muestra una curiosidad propia de la adolescencia, mientras que el príncipe Kiefer no quiere atender a sus responsabilidades familiares, desea vivir aventuras como las que muchos recreábamos de pequeños junto a nuestros amigos. Finalmente, la joven Mariel es como ese niño testarudo y cabezón que siempre andaba amenazando con chivarse a tus padres pero que al final acababa por unirse a la "aventura". Vuelvo a repasar las primeras horas de juego y los diálogos de estos tres personajes y los veo definidos de manera sencilla, sin dobles lecturas, pero creíbles y naturales al fin y al cabo. Muy probablemente esto haya sido una de las claves principales que ayudaron a que 'Dragon Quest VII' sea hoy uno de los juegos más populares y vendidos de la franquicia.
Una vez terminamos de conocer a los personajes principales la historia toma un nuevo rumbo. Cada nueva isla visitada, cada nuevo pueblo, tiene una historia peculiar que mostrarnos, una cultura, un deje en el habla, una forma de vivir la vida y fragmentos de tablilla que deberemos recoger para avanzar en la aventura. Conoceremos pueblos donde los hombres destrozan los edificios y plantaciones porque se les ha dicho que solo así podrán volver a ver a sus hijas y mujeres, lugares donde los animales han sido transformados en humanos y los humanos en animales, aldeas cuyos habitantes han sido petrificado -salvo un superviviente que lleva décadas lamentando su soledad y el hecho de seguir con vida-. Todas estas historias de protagonistas que no pidieron serlo están repletas de sencillez, pero tratan siempre de transmitir un mensaje y que este se grabe en nuestro interior. De este modo, cada vez que carguemos la partida, tendremos la sensación de estar jugando a algo nuevo y podremos recordar con mayor facilidad todo lo ocurrido en las horas previas que hayamos dedicado a 'Dragon Quest VII'. No obstante, si por alguna casualidad olvidamos hacia dónde debemos ir, contamos en el menú de acciones con un par de opciones que nos resumirán o detallarán las últimas actividades realizadas y el objetivo actual.
No siempre se tomará el mismo camino a la hora de hallar la solución para cada una de las amenazas que se ciernen sobre cada pueblo. En ocasiones la solución la encontraremos en la misma isla, mientras que en otras ocasiones deberemos hacer memoria y recordar qué personaje hacía tal o cual cosa para llevarlo hasta allí. Por tanto, estaremos en todo momento entretenidos explorando, entrando en mazmorras, viajando en el tiempo y cruzando mares para evitar que la catástrofe ocurra en cada una de las islas. Además de aportar sensación de variedad, de no estar haciendo todo el rato lo mismo, esto también ayuda a que el proceso de subida de niveles sea totalmente natural y cómodo. Puede que en alguna ocasión tengamos que dedicar unos minutos a subir un par de niveles a los personajes, pero por lo general no será la norma salvo que vayamos directos al jefe final de aquella isla, una mentalidad impropia de un jugador de JRPG y contraria a la que nos invita a tomar el juego.
Combates ágiles, decenas de vocaciones
Mientras que el sistema de combate tradicional de la franquicia permanece intacto, Square-Enix ha realizado ajustes para que el flujo de los combates por turnos sea mucho más ágil y disfrutable que en anteriores juegos, donde la acción era más pausada. Además de una mayor celeridad a la hora de realizar las distintas acciones, los enemigos están perfectamente modelados en 3D y en continuo movimiento, y pese a que cada turno se nos muestra desde una perspectiva en primera persona, la cámara cambiará a la tercera persona cuando los protagonistas vayan a ejecutar las órdenes recibidas para el combate. Todos estos protagonistas comparten comandos básicos, como Atacar, Objetos o Conjuros, pero aparte cada personaje cuenta con una habilidad especial única -por ejemplo, Gronzo puede llamar a lobos para que estos nos presten su ayuda durante el combate.
El sistema de vocaciones es uno de los elementos más importantes y divertidos, siendo además uno de los motivos que justifican la compra del juego al poder dar molde y pinceladas a cada uno de los protagonistas. Las más de 30 vocaciones disponibles -aunque habrá que irlas desbloqueando en base a una oferta inicial más limitada- podrán irse intercambiando para así aumentar los atributos del personaje y permitirle aprender nuevos conjuros y habilidades, manteniendo aquellos aprendidos previamente en otras vocaciones. Eso sí, las habilidades de vocaciones avanzadas solo estarán disponibles cuando esté activada esa vocación. Escoger una u otra también afectará al aspecto visual de cada uno de los protagonistas.
Una de las novedades exclusivas de este remake añade bastante miga al juego, ya que permite desbloquear nuevas y más complejas mazmorras que esconden en su interior suculentos premios. Para acceder a ellas tendremos que intercambiar nuestras tablillas de viajero con otros jugadores, ya sea vía online o a través de StreetPass.
Lo que ha cambiado
Hablando de novedades, hay cambios aplicados en este remake de 'Dragon Quest VII' que considero imprescindible mencionar debido a la grata mejora que ha supuesto en la experiencia de juego. La tarea de buscar fragmentos de tablilla es ahora mucho más sencilla ya que tendremos un radar que emitirá luz si estamos cerca de una de ellas, los enemigos ahora aparecen en pantalla para poder evitar luchar con ellos y el ritmo de juego es en general más ágil, aunque ello ha conllevado la retirada de los puzles del Santuario Sagrado. A lo largo de la aventura podremos resolver otros puzles, aunque se echa de menos una mayor presencia de estos ya que sus planteamientos y resolución resultan siempre gratificantes. También se han aplicado cambios en el sistema de obtención de monedas y compra de armas, equipo y objetos con tal de equilibrar la balanza. Y por supuesto no podemos olvidarnos en este campo de la magnífica, aunque no perfecta, labor de traducción y adaptación al castellano, muy simpática y divertida que ayuda a sacar más de una sonrisa, aunque con un inconveniente: el hecho de que en cada isla tengan un deje o acento de otros idiomas perjudica severamente a los momentos más serios o sentimentales, llegando incluso a dificultar la lectura de determinadas frases.
Arte, música y poniendo punto y final
Los apartados visual y sonoro son exquisitos, siendo trabajos hechos prácticamente desde cero que, por otra parte, mantienen el espíritu y coherencia del juego original. Los modelos de personajes, paisajes y fondos de combate son bastante detallados, con texturas que dan gusto tenerlas en 3DS y diseños que, como sabréis, corresponden al mangaka Akira Toriyama. Sin embargo, no nos libramos de problemas ocasionales -a los que uno acaba acostumbrándose-, como el popping, que hace que efectos de luz y árboles aparezcan de repente durante el recorrido a pie por el mapamundi, o la reducción en la tasa de cuadros por segundo durante determinados momentos de los combates. La escasa variedad de NPCs también resulta incomprensible porque al final se acaban repitiendo hasta la saciedad, algo que contrasta con los monstruos a los que nos enfrentamos, que sí son muy variados. Aunque todos estos peros acaban siendo perdonados por las múltiples bondades con las que cuenta el juego, siendo la exquisita música orquestada de Koichi Sugiyama otro de estos puntos a favor.
'Dragon Quest VII' ya demostró en su planteamiento inicial en PSX que se trata de uno de los mejores juegos de la franquicia, y este remake para 3DS no hace sino mejorar y perfeccionar estas ideas acompañándolas de un magnífico apartado visual que Artepiazza ha reconstruido desde cero, una música exquisita, pero sobre todo unos personajes creíbles y naturales que se dan de la mano con pequeñas historias que en su conjunto hacen de la experiencia de juego algo realmente satisfactorio y enriquecedor. Todo está tan cuidado que al final, por breve que sea la partida, como jugadores siempre se nos aporta una satisfacción y una recompensa. Un juego que, desprendiendo humildad como lo hace, cuenta a sus espaldas con una factura de triple sobresaliente en sus apartados, convirtiéndose en una de las mejores apuestas, ya no solo del catálogo JRPG de 3DS, sino de la propia franquicia Dragon Quest.