En los últimos años es abrumadora la cantidad de videojuegos que se han ambientado en Warhammer Fantasy y Warhammer 40k. La licencia de juegos de mesa de Games Workshop se ha paseado por PC, PS4 y Xbox One recorriendo un buen puñado de géneros como la estrategia en tiempo real con 'Total War: Warhammer', las batallas navales en 'Man O' War: Corsair', la acción en tercera persona de 'Warhammer 40,000: Space Marine' e incluso el MMO con 'Warhammer 40,000 : Eternal Crusade'. En este caso es la llegada de esta mítica marca a la acción multijugador cooperativa en primera persona lo que nos lleva hasta el 'Warhammer: The End Times - Vermintide' desarrollado por el estudio sueco Fatshark Games, conocidos por 'War of the Roses' y el infame 'Scape Dead Island' entre otros proyectos de escasa repercusión, convirtiendo este proyecto en el más grande de su historial.
Historias Warhammer
La ambientación en el mundo de Warhammer Fantasy nos lleva hasta la batalla del Imperio contra la invasión Skaven; una raza de ratas antropomórficas que invaden territorios contaminándolos y expandiendo su multitudinario ejército como lo que son, ratas.
Esta ambientación permite al juego poner en pantalla a decenas de enemigos durante los momentos más intentos de las partidas, asemejándolo a propuestas con las que guarda un sinfín de parecidos razonables como son la franquicia Left 4 Dead de Valve o los más recientes 'Killing Floor' de Tripwire Interactive.
Para combatir a la plaga Skaven que asola la ciudad de Ubersreik tomamos el control de un escuadrón de élite llamado Vermintide y formado por cinco héroes arquetípicos del mundo Warhammer: Victor Saltzpyre, cazador de brujas; Kerillian, forestal; Bardin Goreksson, explorador enano; Sienna Fuegonasus, hechicera brillante y Markus Kruber, soldado imperial. Cada uno de estos personajes contará con diferentes estilos de juego debido a las distintas categorías de armas que pueden blandir entre espadas a una y dos manos, ballestas, hachas, escudos, báculos y equipamiento clásico de la ambientación fantástico-medieval.
Tu esqueleto me suena
Una vez situados en la taberna que sirve como base de operaciones para gestionar el inventario de cada personaje y elegir las misiones que queremos comenzar todo empieza sonarnos demasiado. La primera vez que entramos en batalla vienen sensaciones de familiaridad con fórmulas ya conocidas que son ineludibles. La sensación de estar en un nuevo 'Left 4 Dead' con los controles de 'The Elder Scrolls V: Skyrim' es inmediata. Combatimos a hordas de ratas soldado a mandoble limpio sin demasiados miramientos ni estrategia de ningún tipo que medie entre nuestra victoria y la del enemigo. Tenemos incluso tres casillas que ocupar con un objeto de sanación, un tipo de bomba y una poción que aumenta nuestra fuerza física o nuestra sanación, pudiendo intercambiar cualquier de estos con los otros tres miembros del equipo en cualquier momento como en el ya mencionado juego de Valve.
Por supuesto en todas las misiones el grupo será de obligatoriamente cuatro personajes de entre los cinco que podemos seleccionar y ninguno puede estar repetido en la misión. De no encontrar a otros jugadores para jugar en línea el equipo estará formado por otros tres personajes controlados por la inteligencia artificial hasta que el matchmaking consiga encontrar a alguien que nos eche una mano.
Muerte al lobo solitario
En este 'Warhammer: End Times - Vermintide' he encontrado una de las experiencias cooperativas más hostiles con el jugador solitario de los últimos tiempos. Incluso en el 'Destiny' de Bungie, donde la cooperación se tornaba obligatoria en cierto punto del juego, hay un buen puñado de contenido para jugar en solitario sin demasiados problemas. Este título sin embargo vuelve a recordar de nuevo a los dos títulos de acción cooperativa anteriormente mencionados en la necesidad imperiosa de formar equipo con, preferiblemente, un grupo de amigos. Avanzar durante las misiones de la campaña con jugadores de cualquier parte del mundo no es del todo imposible de primeras, en los primeros niveles de dificultad. Es cuando se busca un desafío en esta aventura cuando la falta de comunicación con los compañeros de equipo se vuelve un problema insalvable.
Durante el devenir de las misiones se repetirá un mismo esquema una y otra vez, recorrer los escenarios de turno batallando contra hordas de soldados rata rasos que se complementan con la aparición intermitente de enemigos especiales como el Lanzador de Viento Envenenado que coloca nubes de gas en el campo de batalla, El Señor de las Bestias que nos coge del cuello con un gancho y nos cuelga de él para ser víctimas de un apaleamiento brutalo la Amerratadora equipada con una gatling entre otros. Que uno de estos enemigos especiales nos pille separados del grupo supondrá una muerte casi segura en modos de dificultad superiores al normal (y hay tres más por encima).
No poder comunicar el deseo de ponerse a buscar consumibles de sanación antes de seguir avanzando al resto del equipo nos pone ante la dicotomía de quedarnos solos explorando cada rincón para obtener un colchón o seguir adelante escasos de vida y caer en combate en la siguiente trifulca. La necesidad de jugar con amigos se vuelve, de nuevo, indispensable.
De la dificultad que hayamos decidido escoger a la hora de empezar una misión dependerá el botín que podamos recibir al finalizar ésta. Mediante una lista de equipamiento, un sistema de rareza por colores visto en cien obras anteriores y un lanzamiento de dados que homenajea las raíces de Warhammer obtendremos equipo de mayor o menor valor que luego podremos mejorar en la taberna mediante el uso de una forja o directamente fundir junto a objetos de la misma rareza para obtener uno de un rango superior.
Escasa innovación
La solidez de su código y la estabilidad de los servidores convierten a este lanzamiento en una obra más que recomendable para todos aquellos aficionados al nombre Warhammer y a los videojuegos de acción enfocados al multijugador cooperativo, sin embargo se torna tosco para el jugador curtido en obras de similar propuesta pero mejor ejecución.
En lo técnico 'Vermintide' es apenas cumplidor, no destaca ni en lo artístico ni en lo efectista, de hecho se acerca más a lo visto a finales de la pasada generación que a lo más estándar a principios de la actual. Cierto es que consigue mover a un buen número de enemigos en pantalla que en todo momento se chocan con espadas, bolas de fuego y bombas, pero tampoco en el territorio de las animaciones o el "game feel" a la hora de repartir tortas se comporta a la altura de otras obras de acción ya presentes en el mercado desde hace tiempo.
Hay que estar muy enamorado del mundo Warhammer o ser jugador de grupo habitual para caer en las garras del último trabajo de Fatshark. Esta obra recoge demasiadas fórmulas de comprobada eficacia y las ejecuta de forma relativamente acertada sin arriesgar apenas ni innovar lo suficiente.
Lo que puede tener enganchado al jugador que no cumpla los dos requisitos anteriormente mencionados es ese "factor diablo" que nos empuja a seguir jugando para obtener armas de un color superior que nos den la sensación de progreso. Para avanzar en este sentido deberemos enfrentarnos a las dificultades más altas que suponen todo un reto y que serán inviables si no vamos mejorando nuestro equipo de forma notable. El modo Hasta el fin nos brindará otro buen puñado de horas ofreciendo un modo horda de clásico considerable dificultad en el que dejarnos los ojos intentando superar sus niveles para conseguir mejor equipo.
Por todo lo dicho 'Warhammer: End Times - Vermintide' se queda a las puertas de convertirse en un producto redondo al ser un cúmulo de ideas derivativas sin una personalidad atractiva que vaya más allá de usar el nombre de una reputada licencia cuyo valor será tal para los ya aficionados a ella.