De vez en cuando ocurre algo maravilloso en el mundo de los videojuegos y un grupo de desarrolladores deciden dedicarse a un proyecto que busca enaltecer y descubrir las bondades de sus raíces. Es el caso del pequeño equipo que compone Awaceb, quienes han querido dedicar su segundo trabajo (el primero fue 'Fossil Echo') a Nueva Caledonia, un país relativamente desconocido para el gran público y toda una joya en la que ubicar un videojuego de aventuras con el encanto de 'Tchia'.
Viaja a una Nueva Caledonia ficticia pero fiel
Desde el comienzo del juego, el estudio te deja claro que todo lo que vamos a experimentar está fuertemente inspirado en la cultura y la tradición del país en el que se centra el juego. El propio mapa es una representación bastante fiel del país, aunque por escala no se pueda introducir todo lo que este contiene, pues hay decenas de comunidades con hasta 30 lenguas diferentes. En el caso de 'Tchia', conoceremos dos de estas lenguas, el drehu (hablado principalmente en Lifou) y el francés.
Todas las localizaciones son ficticias dentro del juego, pero se pueden encontrar grandes similitudes con localizaciones del país. Recientemente tuve la gran suerte de toparme con un nativo del país mientras jugaba a 'Tchia' en Twitch y es una gran experiencia comprobar cómo se han representado con gran fidelidad aspectos de la cultura del país como danzas populares, gastronomía y mitología, por poner algunos ejemplos.
Hay cariño por el país en el que han crecido los creadores del juego, en cada detalle que vamos descubriendo y hasta en representaciones que ni llegamos a identificar. Desde formaciones rocosas en el mar hasta el diseño del pequeño barco que lleva a Tchia por las islas.
La forma en la que Awaceb nos presenta su Nueva Caledonia reimaginada es mediante una aventura de mundo abierto que no duda en beber de muchísimas obras de éxito para extraer de ellas mecánicas y diseños de eficacia más que probada. La clave de esto es que no es tan fácil como plagiar cuatro cosas y pegarlas, porque juntas tienen que funcionar y resultar en una experiencia divertida.
En esta ocasión podemos decir que la diversión está más que presente. Vamos a ver cosas que nos suenan muchísimo como la relajada navegación en barco y la utilización de melodias para cambiar el clima de 'The Legend of Zelda: Wind Waker', la paravela y la escalada en cualquier superficie de 'The Legend of Zelda: Breath of the Wild', la posesión de objetos y animales de 'Everything', así como muchas otras herrameintas que podemos asegurar que no tienen nada de originales, pero lo tienen todo de efectivas.
La clave para que la falta de originalidad no moleste en lo mecánico es que 'Tchia' resulta tener mejor mundo abierto que algún que otro AAA de los que hemos tenido últimamente. No porque sea el más vivo de la historia y tampoco el más bonito, pero sí que da gusto moverse por montañas y ríos haciendo uso del barco, usando el cuerpo de un pájaro, un delfín o un cangrejo. Al final aquí gana la exploración para descubrir que se oculta en un valle o en un pequeño poblado, más que la compleción de cientos de iconos de coleccionables y contenido secundario (que lo hay, y no poco).
Además de esta libertad para explorar a nuestro ritmo, también se nos ofrece una historia que no pasa tan desapercibida como estamos acostumbrados a ver en juegos similares. Los acontecimientos de la infancia de 'Tchia' tienen poco de tranquilos y a unos personajes que en principio parecen entrañables y de vida pacífica empieza a ponérsele la cosa difícil por un poderoso demonio que gobierna con mano de hierro. Hay bastantes momentos dramáticos y traumáticos en esta breve campaña que puede completarse en unas cinco horas. Completar todo el contenido del mundo abierto, eso sí, nos llevará muchas más.
El conjunto global que compone la propuesta que es 'Tchia' ha resultado mucho más sorprendente y ambicioso de lo que podríamos haber esperado antes de ponernos a jugarlo. Le pesa esa colección de mecánicas ajenas que nada tienen de nuevo y un mundo abierto que por momentos está más lleno de iconos secundarios de lo que le conviene. A pesar de esto, no deja de ser extremadamente disfrutón poder planear, correr, volar y bucear por entornos paradisiacos que nada tienen que envidiar a las cristalinas playas y los verdes prados de la verdadera Nueva Caledonia (y sin contribuir a la sobreexplotación turística de estos entornos). Incluso con sus puntos débiles muy expuestos, esta obra se posiciona como uno de los primeros pequeños grandes juegos del año sin duda alguna. Esperamos ver mucho más de Awaceb en el futuro.