Un día te darás cuenta de que has crecido. Puede ser mientras juegas a la videoconsola, caminas por la calle o ves una serie de televisión cómodamente en el sofá. Puede que sea antes de lo que creíste posible o que tengas que llegar a la treintena de edad para finalmente percatarte que tus sueños y decisiones sobre la vida no son los mismos que cuando eras adolescente. Para algunas personas ese momento puede llegar con las notas finales de 'Atelier Lydie & Suelle: The Alchemists and the Mysterious Paintings', entrada final de la trilogía Mysterious en la franquicia 'Atelier'.
Tras pasar por 'Atelier Sophie: The Alchemists and the Mysterious Book' y 'Atelier Firis: The Alchemists and the Mysterious Journey' uno puede percibir cierta sensación de cierre en el aire. La historia de Sophie y su compañera se cierran por fin a través de dos nuevas protagonistas y una filosofía clara: volver a la esencia pura de la saga y dar un paso atrás con respecto a lo que hizo la entrega anterior. Y funciona en el largo juego.
Hermanas para siempre
El argumento de esta entrega nos pone con dos protagonistas frente a nosotros, las mellizas Lydie y Suelle. Estas jovencitas de apenas catorce años de edad aspiran a ser alquimistas de renombre y quieren ganar la fama suficiente como para convertir su tienda en la más famosa del mundo, propósito que prometieron a su difunta madre tiempo atrás. ¿Cómo conseguirlo? ¡Aprobando exámenes, por supuesto!
Nuestro principal objetivo en 'Atelier Lydie & Suelle' es ese mismo. Nos enfrentamos periódicamente a las pruebas que se nos proponen desde el castillo para lograr ascender en los rangos de alquimistas, desde el G hasta el S. Tras cada uno de estos pasos tenemos que obtener la fama y reconocimiento suficientes de los habitantes de la ciudad, por lo que algunas actividades secundarias no harán daño a nuestro progreso. El ritmo viene marcado por nosotros, nos centramos en lo que queremos y avanzamos de forma pausada y tranquila.
Algo que no se traduce en la historia, por desgracia. El argumento de esta entrega tarda mucho en arrancar, incluso cuando los personajes secundarios y principales de anteriores juegos no se hacen esperar y se unen a nuestro equipo antes de que nos demos cuenta. Por fin encontramos un final a la línea argumental iniciada en los juegos anteriores y avanza de manera menos individual que 'Atelier Firis', remarcando la importancia de la trilogía. Pero quizás tenga que pasar más de una decena de horas antes de que nos entreguen las partes realmente interesantes de su argumento, con lo que tendremos que cargar con la pequeña historia de las hermanas aprendiendo el poder de la alquimia a su paso.
En este apartado es en el que más nos debemos centrar: mejorar como alquimistas. Con suficientes materiales, ideas para recetas y algo de imaginación para colocar correctamente nuestras creaciones en un tablero lograremos crear objetos cada vez más poderosos que usamos en combate, vendemos o sencillamente entregamos para misiones secundarias. Esta experiencia puede robarnos mucho tiempo por lo divertido y experimental que resulta ser, y se deja disfrutar en gran profundidad.
El mundo es vuestro
Al contrario que su entrega anterior, 'Atelier Lydie & Suelle' rechaza el enorme mundo abierto que teníamos a nuestra disposición en el pasado. Nuestro terreno de juego se centra en la capital, por la cual caminamos con libertad para encontrarnos de vez en cuando con eventos de nuestros amigos y conocidos, aceptamos misiones secundarias y buscamos descubrir nuevos secretos. Cada zona a la que queramos jugar es un mapa pequeño en el que recoger materiales y luchar, y no hay caminos interconectados para recorrer un gran viaje. Nuestra base de operaciones se mantiene siempre la misma con lo que ello conlleva.
Al contrario de lo que pueda parecer esto juega a favor del título en todos los aspectos. No tenemos un agobiante límite de tiempo que nos ahogue si no cumplimos con nuestro objetivo, se nos permite explorar los terrenos que ya tenemos con paciencia y podemos hacernos amigas con el entorno sin necesidad de estrés adicional. La ciudad se vuelve un terreno de juego familiar y que conecta personalmente con nuestras protagonistas, lo que nos da una mayor motivación para obtener esa fama deseada y ayudar a aquellos que se preocupan por nosotros.
Esta filosofía es especialmente palpable con el acceso a los cuadros misteriosos. Al más puro estilo de 'Super Mario 64' debemos sumergirnos en pinturas que nos dan acceso a pequeños mundos llenos de maravillas y diseños únicos que hablan por sí mismos. De esta manera podemos justificar acceder a lugares pintorescos, como el interior de un volcán o un bosque tenebroso. Estas curiosas ubicaciones serán las que más revisitemos y, además, funcionan a modo de mazmorras para otorgarnos un desafío de vez en cuando tanto a nivel de combates como de solucion de problemas.
Una fórmula limitada
Quienes sigáis la saga con regularidad habréis apreciado que los pasos dados hacia adelante con respecto a 'Atelier Firis' son a mejor, pero eso no significa que arregle todos los problemas presentados a lo largo de la subsaga 'Mysterious'. La jugabilidad se retiene en sus limitaciones técnicas y se construye sobre la misma base que sus entregas anteriores, un detalle que no hará felices a jugadores que no quedaran encandilados anteriormente con la franquicia 'Atelier'.
Los mapas en los que jugamos son pequeños no por un diseño planteado a medida del título. Las ubicaciones son más minúsculas para que la nula optimización del juego al formato de PS4 no se vea lastrada como sucedió en el pasado, donde en ocasiones era difícil alcanzar los 30 FPS estables. Por suerte aquí ese problema ha desaparecido sin dejar rastro, pero para los pobres gráficos que presenta podría aspirar perfectamente a una tasa de frames por segundo mucho mayor. Los modelados parecen sacados de un título de PS2; el equipo desarrollador, Gust, podría aspirar a algo más brillante.
No se trata sólo de los modelados por desgracia. Los mapas parecen estar limitados por el motor gráfico a través de muros invisibles, con zonas a su vez casi vacías. Se puede comprender que una limitación de presupuesto pueda tener repercusiones negativas, pero casi parece que el título se deje arrastrar por todos estos puntos comprometedores en lo técnico.
Sumergiéndonos en el arte
Por suerte 'Atelier' sabe muy bien dónde acertar más allá de la parte técnica. Si algo no se puede negar de esta saga es que sabe cómo acomodar a su base de jugadores con un arte ocasional precioso de apreciar y, sobre todo, música que quita el hipo con lo preciosa que puede llegar a ser. Tatsuya Yano sabe cómo manejar diferentes instrumentos musicales para transmitir emociones únicas a cada escenario y situaciones particulares, y su nombre es uno que no deberíamos ignorar aquellos que amemos las buenas composiciones musicales.
A esto viene una pega importante relacionado con su apartado artístico, y es que a diferencia de los dos títulos anteriores en esta ocasión no hay un doblaje al inglés. La verdad es que no estoy seguro de hasta qué punto esto es realmente algo negativo ya que los doblajes de los títulos anteriores no eran estelares, nada más lejos de la realidad; pero limitarlo sólo al japonés no parece una solución a destacar positivamente. Especialmente cuando ese doblaje nipón tampoco parece de alto nivel. Hay que sumar, además, que el juego está única y exclusivamente traducido al inglés, sin opción de poder disfrutar de la historia en castellano.
Conclusiones
Hemos llegado al final de una historia y, ahora quemiramos atrás, parece que hayamos crecido y madurado junto con Sophie y Firis en estos años. 'Atelier Lydie & Suelle: The Alchemists and the Mysterious Paintings' sirve como punto y final para aquellos jóvenes que han crecido con la franquicia en los últimos años, para ayudarles a ver cómo han crecido, madurado y mejorado como personas en este tiempo. Está lejos de ser perfecto y sus errores se harán imperdonables para aquellos que no amen la saga ya de por sí; pero aquellos que estuvieran convencidos con lo presentado en las dos entregas previas encontrarán aquí el título que llevaban años esperando.