El 2 de Enero 2019 | 21:36
No me suena que en otros medios aparte de los videojuegos exista la autoinserción ficcional como fantasía de poder. O al menos, no de manera tan obvia. Quiero decir, Woody Allen interpreta a personajes distintos según la película que dirija, pero por todos es sabido que siempre suelen ser representaciones de él mismo. Alegatos suyos que moldean un mundo convenientemente pensado para darle siempre la razón, uno que le deja ser él hasta sus extremos. Si nos ponemos así, encontramos autoinsertos en todos lados, desde la literatura hasta el cine, pasando por los juegos de rol de lápiz y papel. Pero casi siempre se hace con ese velo de ilusión ficcional que todo lo permite, esos nombres cambiados y ese contexto ficticio. Rara vez se utiliza a la persona real si no es para un retrato biográfico, y aun así, dudo que el objetivo de la obra sea ver cómo esta persona salva el mundo liándose a hostia limpia con todos los matones callejeros que salgan a su paso. Eso es más de los juegos.
'99Vidas' es un homenaje a tres bandas: a los beat' em up clásicos de los 90 a los que imita, a los videojuegos en general por sus montones de guiños, y al podcast brasileño homónimo regentado por sus cuatro protagonistas. Estos chicos, como ya he dicho, son representados aquí como una suerte de superhéroes (que, repito, se pelean con donnadies de los suburbios) que han de recuperar un artefacto ancestral. Poco más puedo decir de esto pues, aunque lo he intentado escuchar, no he entendido nada de lo que se habla en este podcast por culpa de la barrera idiomática. Me parece curiosa la naturaleza de este aspecto, eso sí. Los videojuegos, al no tener por qué poner casi la totalidad de sus recursos al servicio del guion, de lo que se cuenta, se pueden permitir hacer virguerías con este mientras lo que prevalezca sea nuestra recreación mecánica en sus sistemas y sus reglas. En ese sentido no nos resulta inverosímil ver a este pintoresco cuarteto ser los protagonistas de una historieta de acción. La gracia está en que, como ellos representan los videojuegos a su manera, jugar con estos es como ir a tu bar gaming favorito y pedirte ese cóctel que se llama "Frasco de Estus" mientras ves la retransmisión del último partido profesional de 'League of Legends'. Es la estética pop del homenaje, por encima de cualquier otro tipo de historia o concesión ficcional. Autoinserción como fantasía de poder donde el velo son los videojuegos. No me invento lo de la autoinserción, por cierto, uno de los protagonistas es el diseñador jefe.
Abarrotado de homenajes
Y qué hay más videojuego que un título de "yo contra el barrio" con gráficos pixel art y música chiptune. El núcleo jugable de '99Vidas' es en sí mismo una referencia, evocando un pasado arcade, de juego por el juego, donde las historias de heroísmo puro eran el pan de cada día mientras las mecánicas acompañaran. No se queda ahí la cosa. El juego de QUByte Interactive no deja de propinarnos codazos cómplices al tiempo que nos guiña el ojo para que veamos un cartel que referencia a 'Street Fighter', una parte del decorado que recuerda a 'Portal', o alguna línea de diálogo que quiere que pensemos en 'Mega Man' (con puyita a 'Mighty No. 9' incluida). No es tan evidente ni apabullante en este aspecto como 'Rise and Shine', pero se le queda bastante cerca. Tanta referencia a mí personalmente me atraganta, más cuando es tan trasnochada y facilona, como es el caso. La respuesta a esos codazos es una sonrisa incómoda con la que intento quedar bien, aunque en el fondo no le vea la gracia.
Siempre he pensado que esta clase juegos se pierden entre sus homenajes, diluyendo gran parte de su personalidad entre aquellos referentes a los que tratan de imitar. 'Rise and Shine' adolecía de este problema, pero al menos sus mecánicas eran bastante distintivas y le recordamos por ellas en cierto modo. Y cómo obviar al rey del fanservice, 'Super Smash Bros.', que a pesar de reunir a montones de videojuegos radicalmente distintos en uno solo, su sistema de lucha es tan único que hoy en día todo el que se le parezca es un imitador directo. Jugamos a 'Smash' para lanzar a nuestros rivales fuera de la pantalla tras un baile de saltos a velocidades de vértigo, y si las referencias además acompañan y son cariñosas, mejor que mejor. '99Vidas', en cambio, es otro beat 'em up noventero más.
Aunque es innegable el atractivo de su apartado visual, colorido, lleno de detalles y con animaciones bastante simpáticas, jugarlo es harina de otro costal. No llega al extremo de ser incómodo, pero sí que se hace tremendamente repetitivo desde el minuto uno. Avanzamos de izquierda a derecha a base de tortas, con enemigos que pretenden ser variados pero al final acaban siendo 5 ó 6 tipos distintos que abusan demasiado del clásico cambio de colores para un mismo sprite. El final de cada nivel está gobernado por el clásico jefe, aunque en ocasiones nos pegamos con algún que otro minijefe intermedio antes de él. Hay combos predefinidos para cada personaje, cuatro al principio pero con algunos más desbloqueables. Los combos no es que sean demasiados y además funcionan igual para todos, pero se pueden mejorar al superar las fases. Si nos quedamos sin vidas, una pantalla de Game Over nos dirá que tenemos que empezar de nuevo.
Entre sus muchas gracietas autoconscientes encontramos una referencia justo a esto, al número de vidas que tenemos, que normalmente son 4 ó 5. El juego se ríe porque no es ni de lejos la cantidad que adelanta el título del mismo. Bromas así las hay a patadas, ya no para que nos acordemos de tal o cual saga famosa, sino para reírse de los tópicos clásicos de los videojuegos. Minijefes que reaparecen una y otra vez hasta acabar convirtiéndose en enemigos normales con un color distinto, comida sospechosamente bien cocinada que aparece en mitad del camino para reponernos vida, o el segmento donde tenemos que volver a luchar contra todos los jefes finales antes del último enfrentamiento del modo historia; '99Vidas' hace bromas con todo eso y las deja ahí, sin más. Nos da el codazo, levanta las cejas, y luego sigue a lo suyo, cayendo en esos mismos estereotipos que parodia. Es una parodia vacía e incómoda no porque los chistes sean facilones, sino porque sabiendo que son tópicos, no hace nada por desmarcarse, ningún giro por nimio que sea.
Flaquezas en el diseño
Seguro que es intencionado, desde luego. QUByte sabe que está homenajeando al videojuego más castizo y se enorgullece de ello. No obstante, para lo único que sirve es para terminar de configurar su personalidad genérica y casi sin alma. A nivel de diseño también tiene unos cuantos peros: demasiadas acciones asociadas a los mismos botones cuando hay muchos más que se quedan en blanco (la de veces que he ido a pegarle a un enemigo y he acabado cogiendo algo del suelo sin querer, resultando en que el enemigo me aporree a mí), variantes en los niveles que además de ser tediosas y poco estimulantes también caen en la repetición (generalmente es un obstáculo que pasa cada ciertos segundos y que hay que esquivar de alguna manera), una inteligencia artificial que en los últimos niveles llega a ser increíblemente rastrera, y un sistema de vidas algo extraño. Básicamente, solo podemos reponer vidas al final de cada nivel comprándolas en la tienda y, por ende, renunciando a más mejoras de los combos, puesto que nuestro dinero es muy limitado. Esto quiere decir que, si acabamos con una vida y no compramos ninguna, la siguiente fase la jugaremos solo con esa. Por muy fuertes que sean los combos, es casi imposible superar cualquier nivel solo con una vida, al menos en dificultad normal. Eso podría condenar nuestra partida, pero resulta que si en vez de a "Continuar" le damos a "Seleccionar fase", podremos jugar la que elijamos con cinco vidas, y la única penalización es que perderemos nuestros puntos. Si me preguntas a mí, los puntos no los quiero para nada, la verdad.
Como en cualquier otro título del género, el culmen se alcanza jugando en compañía, donde permite hasta cuatro jugadores repartiendo mamporros. Sin embargo, eso no le exime de ser un juego perezoso. No tanto por no estar lo suficientemente pulido, que al menos ahí cumple a nivel técnico, como por conformista. Pretende evocar una época pasada para formar parte de ella cueste lo que cueste. Homenajea a lo desfasado que y en lugar de actualizarlo, trata de imitarlo lo máximo posible, exhibiéndose con orgullo y cierta altanería en sus sus parodias. Los combos son sosos, el ritmo de juego es repetitivo, los enemigos también, y el diseño en general no motiva a ver lo que hay más adelante; vista una fase, vistas todas.
En su día, esta clase de juegos eran populares porque estaban pensados para recreativas, donde la motivación principal era ver hasta dónde llegabas hasta que te quedabas sin monedas. Si resultaban repetitivos era porque no estaban pensados para que los jugaras todo el rato que quisieras. Eso eran otros tiempos, y recuperar este género hoy en día requiere necesariamente una revisión de mecánicas y diseño. Unas cuantas bromitas sobre lo tópico que es no te salvan de ser una obra anclada en el pasado más rancio. Supongo que su mayor incentivo es ser fan de los protagonistas pero, como ya he dicho, no es mi caso.
Lo mejor:
- Gráficamente es incontestable
- El control, sin ser precisamente fluido, responde correctamente
Lo peor:
- Beat 'em up de la vieja escuela que no sabe renovarse
- Fanservice poco inspirado
- Cumple todos los tópicos que él mismo parodia
- Falto de personalidad si no eres seguidor del podcast
- Muchos errores de diseño que hacen que la experiencia sea anodina