El 23 de Octubre 2017 | 21:24
Allá por el año 2002, cuando PS2 dominaba el mercado, el catálogo de la consola vio nacer a 'ICO', un proyecto del maestro Fumito Ueda que nos invitaba a conocer una manera diferente de disfrutar los videojuegos. Los puzles y la acción se daban de la mano con una experiencia que hasta entonces no había sido explotada en su plenitud: la posibilidad de disfrutar y dejarse llevar por los escenarios, por la música y sonidos ambientales, por la arquitectura del castillo. Todos estos elementos lograban adentrarse en el corazón del jugador para transmitir sensaciones únicas. Fue cuando, por primera vez, llegué a considerar arte un videojuego, pues desde la calma que transmitía un castillo aparentemente abandonado, la luz, la vida animal y vegetal, lograban imponerse a la oscuridad de unas sombras guiadas por una malvada reina. La desgracia del pequeño Ico, que dependía de su compañera Yorda, era tan trágico como embriagador, una experiencia que te empujaba hacia la esperanza de poder salvar a ambos personajes pese a toda la oscuridad que rodea a ambos personajes.
Experiencias más allá de la acción
Desde entonces el Team ICO, así como otros estudios, han buscado nuevas maneras de ofrecernos experiencias alternativas e igualmente placenteras a la de los juegos de acción y deportivos que imperan en el mercado. 'Journey' fue otra de las grandes y maravillosas experiencias jugables que, al igual que ocurría con 'ICO', lograban transmitir una gran cantidad de sensaciones sin la necesidad de abrir un solo cuadro de diálogo. Otro juego no tan creativo, pero que lograba transmitir paz y serenidad al jugador, es 'Endless Ocean' para Wii, un título que nos invitaba a jugar sin otro objetivo que bucear en la inmensidad de un océano azul para descubrir diferentes especies acuáticas. Los malamente definidos como walking simulators, con 'Dear Esther' a la cabeza, deciden prescindir de la acción para poner en relieve y realzar otros aspectos del juego que hacen florecer nuestra sensibilidad ante lo que vemos, leemos y oímos.
'Aer: Memories of Old' es una aventura atmosférica que nos llega de la mano del estudio Forgotten Key. A través de la creación de un espacio seguro para el jugador, se busca trasladar emociones y sensaciones a raíz del viaje que como jugadores emprendemos dentro del juego, y para ello se han trabajado mucho aspectos como el visual, buscando una alternativa low poly eficiente y mucho más creativa que el fotorrealismo imperante, o incluso el sonoro, donde la música muchas veces sirve de acompañante al mecer del viento, el piar de un pájaro o el fluir del agua.
Bajo la piel de una heroína capaz de convertirse en ave, no tardaremos mucho en darnos cuenta de que el arte, la música y el sonido ambiental del juego son los tres pilares de 'Aer', algo que apreciaremos la primera vez que decidimos alzar el vuelo y volar sobre un mundo poblado por pequeñas islas flotantes y un sinfín de nubes. Resulta muy fácil perderse intencionadamente del objetivo que se nos marca para viajar y explorar, contemplar la belleza relativamente minimalista de aquel mundo, ver qué construcciones, formaciones naturales o personajes logramos descubrir mientras nuestras alas baten a merced del viento.
Como Michael Ende con 'La historia interminable
El estudio sueco juega a alcanzar la maestría de un Michael Ende que en 'La historia interminable' nos mostraba las aventuras y desventuras de un niño que se perdía en la lectura para salvar a Fantasía de la amenaza de la Nada. En 'Aer' es el propio videojuego el que nos permite olvidar nuestro sexo biológico y convertirnos en uno con Auk, una joven que viaja por un precioso mundo que, sin embargo, está amenazado por el Vacío. Somos supervivientes de una desgracia que hizo que el suelo del planeta acabara repartido en pedazos que flotan en un mar de nubes, y el nuestro será el último peregrinaje que embarcaremos con la esperanza de salvar a los pocos habitantes que aún quedan de su pueblo y se encuentran esparcidos entre hermosos fragmentos de unas ruinas que no son sino vestigios de civilizaciones pasadas.
La bendición de los dioses, así como la habilidad de transformarse en ave, le permitirán comenzar su travesía, que sólo puede quedar resuelta si logra encontrar los tres templos abandonados, y que nos es mostrada mediante una narración que, al igual que ocurre con los grandes cascotes de tierra que flotan sobre el cielo, se nos presenta de manera fragmentada mientras se juega con los tiempos, los ritmos y el orden. El mundo creado, si bien pequeño en comparación con las titánicas monstruosidades comerciales del sandbox, logra establecer un ecosistema que ofrece todo aquello que como jugadores de esta aventura necesitamos y que satisface debido a una inmensidad emulada e inteligentemente camuflada gracias a una construcción brillante. Así, mientras alternamos nuestra misión con la necesidad de surcar los cielos, de divertirnos gracias a unas mecánicas de vuelo flexibles y naturales, iremos reconstruyendo el pasado de aquel mundo a través de los recuerdos. Un pasado que no será igual para dos jugadores, ya que la libertad que nos ofrece el juego de cara al orden en el que poder recuperar los recuerdos influye de manera importante en la percepción de lo ocurrido tiempo atrás. Y he aquí la magia de un juego tan hermoso que por desgracia se termina haciendo breve, pues logra ofrecer experiencias únicas y personales a cada nueva partida, para cada nuevo jugador.
La sencillez de su historia y de su ejecución facilita que, en nuestras sesiones de escapadas por los cielos, nos distraigamos y logremos apreciar con mayor exactitud un sistema de vuelo sólido que nos invitará a volar de manera vertiginosa, caer en picado desde las alturas, atravesar arcos, túneles y agujeros sobre la roca, o incluso hacer maniobras imposibles con la intención de no colisionar con ningún objeto. La ausencia de la muerte en estas prácticas nos invita a intentarlo una y otra vez por el sencillo placer de lograr aquella idea surgida en el instante mientras la música y el hermoso apartado artístico nos envuelven con ternura.
Un vuelo placentero que se vuelve breve
'Aer: Memories of Old' logra su cometido a la hora de ofrecer una nueva experiencia atmosférica repleta de personalidad y exclusividad. El hecho de que la historia no sea densa, pero sí interesante, sumado a la posibilidad de recuperar recuerdos en el orden que deseemos, convierte cada partida en una experiencia única, donde la belleza narrativa se ve reforzada por unas mecánicas de vuelo que siempre nos invitarán a perdernos entre un mar de nubes e islas flotantes. Sin embargo, la brevedad de la experiencia provoca que la intensidad de la emoción desaparezca antes de tiempo, mucho antes de lo deseado, y quizás sea este su principal punto en contra, aunque no logra matar la paz y la calma transmitidas.
Lo mejor:
- Precioso apartado visual low poly
- Sistema de vuelo gratificante
- Un juego para disfrutar en calma, dejándose llevar por la paz de su música y sonidos
Lo peor:
- La intensidad de sus bondades estalla debido a la brevedad de su duración